Jorge Luis Borges (1889-1986) y Julio Cortázar (1914-1984) son dos de los mejores escritores de la literatura, referentes indiscutibles de las letras en español. Ambos argentinos y leídos en 25 idiomas crearon inolvidables mundos alternos con sus poemas y cuentos, con los cuales influyeron en autores de varias generaciones. Quizá El Aleph es el libro más famoso del primero y Rayuela del segundo, aunque no necesariamente sus mejores obras.
Borges le llevaba 15 años a Cortázar y fue el responsable de que el cronopio mayor publicara por primera vez en tierras argentinas y alrededor de esa historia hay una anécdota, difundida por primera vez en el libro Siete conversaciones con Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Editorial Casa Pardo, 1974, 164 págs).
El escritor y profesor de literatura, Fernando Sorrentino, tuvo una conversación con Borges sobre su relación con Cortázar, en el que hace ver que se sentía orgulloso por haber sido el primero que le publicó un texto. Esto fue lo que le contó al autor:
“Yo me encontré con Cortázar en París, en casa de Néstor Ibarra. Él me dijo: “¿Usted se acuerda de lo que nos pasó aquella tarde en la diagonal Norte?”. “No”, le dije yo. Entonces él me dijo: “Yo le llevé a usted un manuscrito. Usted me dijo que volviera al cabo de una semana, y que usted me diría lo que pensaba del manuscrito”. Yo dirigía entonces una revista, Los Anales de Buenos Aires (una revista ahora indebidamente olvidada), que pertenecía a la señora Sara de Ortiz Basualdo, y él me llevó un cuento, “Casa tomada”; al cabo de una semana volvió. Me pidió mi opinión, y yo le dije: “En lugar de darle mi opinión, voy a decirle dos cosas: una, que el cuento está en la imprenta, y dentro de unos días tendremos las pruebas; y otra, que ya le he encargado las ilustraciones a mi hermana Norah”. Pero, en esa ocasión, en París, Cortázar me dijo: “Lo que yo quería recordarle también es que ese fue el primer texto que yo publiqué en mi patria cuando nadie me conocía”. Y yo me sentí muy orgulloso de haber sido el primero que publicó un texto de Julio Cortázar. Y luego nos vimos un par de veces en la UNESCO, donde él trabaja. Él está casado -o estaba casado- con la hermana de un querido amigo mío, Francisco Luis Bernárdez […]. Bueno, como le decía, nos vimos creo que dos o tres veces en la vida, y, desde entonces, él está en París, yo estoy en Buenos Aires; creo que profesamos credos políticos bastante distintos: pero pienso que, al fin y al cabo, las opiniones son lo más superficial que hay en alguien; y además a mí los cuentos fantásticos de Cortázar me gustan”.
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