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Este país aún no muestra la violencia de la cual es capaz

Poesía para volar del poeta y editor peruano Daniel Rojas

Por Daniel Rojas | 17 noviembre, 2020

Hinostroza

Hematomas

que nunca entenderás como aparecieron.

El desborde

ahora úlcera

Una competencia que juras mínima

electricidad en los dedos  -bravatas adolescentes-

Una canción que persigues en una lista borrosa.

Las carcajadas de rostros

fundiéndose con el neón y una chica drogada que deja todo en la pista de baile.

Todos los días

calles a rastras que se difuminan

y las conversaciones 

-trasnochadas-

en habitaciones de una ciudad sitiada por el miedo.

Un auto te saca de ahí rumbo a un aeropuerto.

Otra vez asfalto 

tapizado por luces rojas y vendedores de fritanga en las esquinas.

El neón

y la espuma derramada ayer

lo más cerca que llegarás a tentar la suerte – un éxito de los ochenta, perfecto para un montaje

de alguien entrenando para una pelea.

–Hacía seis años que no escribía, siete que nada publicaba, y ya comenzaban a mirarme oblicuamente

los amigos, y aquellos que estaban en el asunto, como si a mis 34 años fuera ya un has been, una vieja gloria

literaria.

Corte de escena (Aquí me tienes, recortando unos grillos de papel, cortar figuras es lo que mejor se me daba en

la escuela. Podría pasar horas haciendo eso para ti y viendo como haces una mueca – una especie de bostezo

al mirar con extraña atención una pantalla-

-Qué pasó con Gary Cooper. El tipo fuerte y silencioso. Él no estaba en contacto con sus sentimientos.

Sólo hacía lo que debía hacerse.

Luis Hernández

El nuevo apartamento llegó como una nave de rescate

-tiene refrigerador y lavadora pensamos-

cuesta la mitad de lo que vale un arriendo en Chile /

-hay que tomarlo-

El refrigerador luce abarrotado por las compras del mes

Hiede a algún tipo de ají

y tú

envuelto en una manta, bebes complacido un café a sorbos

repasando artículos académicos sobre Bordieu y Adorno

-un cliché universitario-

el típico becario estúpido.

Este país aún no muestra la violencia de la cual es capaz

-por qué habría de hacerlo-

no sales de las cuatro cuadras que trazan la simetría de la rutina

de tu casa a la casa de estudios

López mateo y Alonso de Torres, un radio seguro

en la esquina hay un Starbucks y unos metros más allá

-Sears y Walmart-

si les contarás la cantidad de hipsters que has visto desde que llegamos

si les contarás de la cantidad de autos de lujo que casi nos han atropellado.

El frío te despierta, es la falta de costumbre a la lluvia.

En la calle opuesta

como una invitación a dejar de lado tus pendejadas

un gran campo abierto

hectáreas de árboles, un bosque seco de ramas y cosas muertas

y allí

junto al OXXO

esperando ¿qué?

una inmensa hilera de taxistas que nunca abandonan su puesto

solo comen tacos, ríen, miran pasar a las chicas, gritan día y noche y nunca se mueven de ese sitio.

O sea que cualquier movimiento, cualquier cosa que escribas no es nada. Las cosas suceden igual, sin ti o contigo, escribas o no escribas, hables o no hables, eso es la gran verdad; nada más.

Hace una semana

al pasar rumbo a clases,

viste un sostén

y unos zapatos de taco tirados entre los matorrales

sólo miraste hacia el Starbucks y preferiste abandonar la escena

llevabas bajo el brazo libros de teoría literaria y estética –una novela rusa y el poemario que te regaló

un chico del taller.

La imagen,

una bofetada

eso que todos te advirtieron

una invitación a dejar la soñada coherencia,

llegas a casa / escuchas al vecino gritarle a su mujer

-ya vez como siempre apendejas todo-

Martín Adán

Trazar movimientos.

Escoger armas.

Con inocente pretensión se suplanta toda épica

-agenda en blanco-

el correcto doblez de la muñeca

un músculo en éxtasis

y la distancia precisa

entre el objeto

ante el mecanismo destinado al simulacro.

Todos los mapas mienten al fijar la emoción

como una navaja condenada a untar la mantequilla

“cuando muera

 no quisiera estar presente”

La mentira

comparte la misma marca

que ella en su rostro.

Para muchos

-la tarea-

se resume en apilar cuerpos sobre la repisa

Así como el que corta el poema

y decide cuándo corren las prensas

el sujeto ensaya viejas estrategias

para sumirse ante el fuego y la katana.

Al igual que la señora

barriendo los trasnochados pasajes.

Algo de vida resta en la resaca de polvo y plástico.

Repetir el doblez de un músculo

es pretender la historia.

Simular una ficción

tan solo esconde

 la escritura bajo la materia.

Gonzalo Rose

Pensar

en los comentarios sobre tu temprana muerte.

Las veces que te vi ebrio en una boda

o fiesta familiar.

Las veces que gritaste

apelando a que no fuese una mediocre

por no saber cómo terminar la tarea de ciencias,

no comer o mascar la frustración de los juegos en que no era incluida.

Tus comentarios que se supone eran un consuelo

y la pena la pena por dejar que mis compañeros pasaran por encima mío.

Tu rabia por quitarte tiempo con mamá

por no poder dormir

y pedir un cuento más.

Tus argumentos rebuscados

para invalidar mi interés en los juguetes de los anuncios

o la falta de decoración en casa cada navidad

o noche de brujas,

así y todo te disfrazaste conmigo

y fuimos año a año hasta que perdió la gracia

el pedir caramelos a desconocidos.

Recordabas en el camino cuantos vidrios rompiste de niño

lanzando piedras como respuesta

a tu propia frustración

ante el padre que nunca tuviste,

el abuelo que jamás conocí.

Las sobremesas tan aburridas con tus amigos.

Las promesas no cumplidas de una tarde en el parque

pero siempre estuviste ahí

de un modo u otro

en el cinismo compartido,

la costumbre heredada de morderme las uñas

y el mismo tonto sentido del humor: La facilidad para colocar apodos a los demás.

Yo creo, más bien, que en la semilla, que en el espíritu, está la derrota esperando.

Las circunstancias trabajan una arcilla ya hecha, ya cuajada. En esa arcilla ya estaba escrita la derrota. Yo nací para ser derrotado. 

Escribo esto en la lejanía

para refrendar tu presencia

y la dificultad de amarnos tanto.

Watanabe

Hoy llevamos la vía láctea en nuestras manos

atrás

quedan los distraídos conductores

ese rio de rostros apurados

y nosotros

sin la simetría
de los animales bellos

vamos riendo mientras me hablas

de Fobos y

Deimos

y como en 50 millones de años

terminarán por estrellarse contra Marte.

———————–

Daniel Rojas Pachas (Lima, 1983) Escritor y Editor. Actualmente reside en México dedicado a la escritura y a cargo de la dirección del sello editorial Cinosargo. Ha publicado los poemarios Gramma, Carne, Soma, Cristo Barroco y Allá fuera esta ese lugar que le dio forma a mi habla y las novelas Tremor, Random, Video Killed the radio star y Rancor. Sus textos están incluidos en varias antologías –impresas y virtuales– de poesía, ensayo y narrativa chilena y Latinoamericana. Más información en su blog www.danielrojaspachasescritor.com o en www.cinosargoediciones.com

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