Allá por los años 40 Jaime Sabines, quien ya había fracasado en el intento por estudiar medicina, cursaba la carrera de Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM donde se codearía con la crema y nata de la literatura nacional. Para entonces Sabines era un joven provinciano admirador del primer Neruda de 20 poemas de amor y una canción desesperada.
De acuerdo con el libro Jaime Sabines. Apuntes para una biografía, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en 2012, al poeta de Chiapas nunca se le ocurrió que conocería en persona a Pablo Neruda y en qué circunstancias. Un día —cuenta Sabines— un amigo periodista lo instó a que lo acompañara a una entrevista con el mismísimo Pablo Neruda, quien estaba en Ciudad de México. Sabines contó que la idea lo ilusionó mucho y se dispuso a obsequiarle un ejemplar de su primer libro Horal al famoso poeta chileno, el cual llevaría bajo el brazo para la ocasión.
Imaginen el aura sacra, impoluta, creada alrededor de una figura literaria de la talla de Neruda en la mente de un joven poeta de provincia que se disponía a conocerlo en persona. Al entrar a la casa del poeta de 20 poemas de amor, éste los recibió semidesnudo sentado en una bacinica con agua fría y yerbajos, con la cual mermaba sus dolores a causa de las hemorroides. Además de esto Neruda solicitaba apoyo monetario para la publicación de su nuevo libro. La decepción de Jaime Sabines ante un Neruda, desnudo, enfermo y paupérrimo, fue tanta que se le olvidó (o no quiso) entregarle su ejemplar de Horal, libro donde aparece por primera vez su poema Los amorosos.
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Años después, un Sabines ya maduro —quien por cierto, tampoco terminó la carrera de letras— publicaría uno de sus mejores poemarios: Tarumba donde, en el poema 8 del libro, se puede leer un verso que parece una invención retórica, pero que obedece a esta curiosa, pero verdadera anécdota: “Le curo las almorranas a Neruda”.
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