Hay amistades que han hecho historia en la literatura. Existen varios ejemplos como el puente de comunicación construido por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, la puerta que dejaron siempre abierta Alfonso Reyes y Max Henríquez Ureña, y el reconocimiento mútuo entre Carlos Fuentes y Octavio Paz, conexión que hoy recordamos a través de un intercambio de cartas.
Aunque el autor de El Laberito de la Soledad era 14 años mayor que el creador de Aura, sostuvieron una amistad por más de 30 años. Se conocieron en abril de 1950, cuando Paz había cumplido 36 años y Fuentes tenía apenas 22. Durante décadas corrió por sus venas sangre socialista. Ambos apoyaron el movimiento estudiantil de 1968, por lo que después de la masacre del 2 de octubre, tomaron acciones para hacerse mostrar. Mientras que Octavio renunció a la embajada de México en la India, Carlos y otros intelectuales exigieron al gobierno mexicano encabezado por Gustavo Díaz Ordaz, la liberación de activistas y presos políticos.
No hay duda de que el punto de quiebre de esa buena amistad fueron sus posturas políticas. Primero sus relaciones con el presidente Luis H. Echeverría, y sus posicionamientos tras los efectos de la Revolución Cubana y de la dictadura en Nicaragua. Paz dio un paso a la derecha y Fuentes permaneció firme en la izquierda. Lo que terminó por sepultar la relación fue un ensayo de Enrique Krauze, publicado en junio de 1988 en la revista Vuelta, entonces dirigida por Octavio Paz. El ahora dueño de la revista Letras Libres describrió a Fuentes como un “guerrillero dandy”.
De esa amistad de más de 30 años quedaron cientos de cartas intercambiadas en distintas etapas de la vida pública y personal, que muestran a un Fuentes siempre interesado en la obra de Paz, quien le correspondía de manera similar.
Hoy en Poetripiados presentamos cuatro cartas escritas entre 1966 y 1970 sobre sus puntos de vista sobre asuntos políticos y literarios.
Querido Octavio:
París, 1º de octubre de 1966
Gracias por el envío de las traducciones y nota de e.e. cummings. El sobretiro de Son Armadans me hizo recordar los tiempos de la Revista Mexicana de Literatura y mantener la esperanza de que lo que entonces quisimos sea, todavía, digno de desearse. Los meses que llevo viviendo en Europa me hacen comprender más todo lo que en aquel momento significó tu presencia en México: la visión que nos diste para compartirla contigo. Nos demostraste, quizá, que un escritor no puede comprometer a la sociedad, la historia, el arte y la individualidad si primero no compromete a la realidad misma. Acaba de morir Breton y mezclo su lectura y tu recuerdo. Ustedes supieron, saben, sabrán que la conciencia no nace de la descomposición de la sociedad o de la historia, sino de la descomposición de la realidad misma.
¿Leíste los discursos de la Cámara de Diputados contra Uruchurtu? Súbitamente este coro de mudos recobra la engolada voz y sube a esa tribuna donde jamás se ha defendido a un campesino o a un obrero, para lanzarse contra el moro caído: “Bonaparte, inmisericorde, tirano”. La Lagunilla de la retórica. ¿Tardaron catorce años en descubrir los defectos de Uruchurtu? Sí, los mismos que tardaron en descubrir que Orfila era argentino… A veces pienso que nuestro país está enamorado de su propia sujeción, de su falta de auténtica libertad. Aunque desconozco la manera de obtenerlo (¿en qué blanca noche, en qué oscura mañana?, como diría Cortázar) sigo creyendo que la libertad dentro de las condiciones actuales de México, sólo puede significar pluralidad, posibilidad de puntos de vista disidentes, posibilidad de diversificación de autonomía social e individual: la creación de muchos escalones entre el poder total de unos cuantos y la impotencia total de la mayoría. Es lo más necesario y lo más difícil. Tiene que nacer de posiciones que sean, en primer término, personales, de convicción real. Ante todo, necesitamos gente dispuesta a pararse sobre sus propios pies. Dudo mucho de la eficacia del pensamiento apocalíptico abstracto. El verdadero problema es que cada cual, desde su particular nivel, sepa mantener una aspiración desautorizada, divergente.
He hablado mucho con Tomás Segovia de todo esto, de la revista necesaria para mirar en vez de ser mirados. Los talentos literarios en México serán de corta vida, de necesaria frustración, sin las correspondencias con el mundo y sin una auténtica crítica de México en México. No es posible seguir con una sucesión de consagraciones y entierros en el aire, sin razones, sin cultura. ¿Cómo puede mengano despacharse en dos líneas a Arthur Miller, diciendo que en nuestros días la tragedia es ridícula: por qué no se toma el trabajo de leer, por lo menos a Steiner y Domenach?¿Cómo puede fulano cantar con esa tranquilidad el réquiem de Genet? ¿O perengano dictamina: que Montes de Oca y Aridjis son “inmundos”, y basta? ¿Qué es esto? ¿Qué confusión de pigmeos, de vaciladores, de léperos? Hay que hacer una revista que de un golpe esté por encima de esa frivolidad grotesca, que imponga el criterio de las correspondencias: el aislamiento es el virus maligno de la crítica en México. Hay que hacer una revista que de inmediato supere ese vacío, establezca comunicación normal con las otras literaturas, comunique normalmente el criterio extranjero sin pedir permiso a los chovinistas declarados o emboscados (toda satisfacción provinciana es chovinista, invoque a Marx, Freud o el Cura Hidalgo) pero también sin solicitar la mirada extraña.
Veo mucha gente siempre y hablamos horas de ti. Joyce Mansour, Alain Jouffroy, Edgar Morin, Jean Daniel, K.S. Karol, Mascolo, Jean Duvignaud, Gironella, Buñuel entre La Coupole y Deux Magots; Diego de Mesa, Alberti y Gregory Corso en Roma, donde tanto los recordé, Roma en Verano, piel de durazno, de playa húmeda.
Te abraza,
Carlos
(carta no enviada)
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Querido Carlos:
30 de agosto de 1968
Contesto, de prisa, a tus dos últimas cartas. Para describirte mi estado de ánimo, te contaré lo que me pasó esta mañana. Acababa de leer en el periódico que la policía había dispersado con tanques una manifestación de estudiantes en el Zócalo, cuando recibí una carta de Dore Ashton, que empieza con estas líneas: “Last night there were two photographs in The New York Times that broke my heart. One was a tank in Prague, the other was a tank in Chicago. Believe me, there was not the slightest way to tell them apart.” México, Praga, Chicago: una misma imagen, un mismo Tanque. Ahora sí somos realmente contemporáneos de todos los hombres. Y no solo, como yo creía, por la quiebra universal de todas las ideologías y sistemas sino por la aparición del Tanque en todas las esquinas.
(Fragmento del libro Octavio Paz en 1968: el año axial)
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Muy querido Octavio:
Cuernavaca, 3 de agosto de 1969
No sé por dónde comenzar esta carta de manera que lo haré por lo mejor: Ladera Este. Te puse un telegrama entusiasta al terminar su lectura; ahora sólo abundaré en lo que allí decía: me llevas de sorpresa en sorpresa, pues cuando parece que has alcanzado la cima de tu arte, en realidad sólo te preparabas para un nuevo salto mortal, para descorrer un velo más. Ladera este es un libro maravilloso y conmovedor; creo que no hago más que repetir las palabras de todos los jóvenes que te están leyendo y, contigo, están leyendo al mundo. (El libro es un gran éxito de librería, a pesar de los pesares o quizás gracias a ellos; más sobre esto después.) Creo que esto es muy importante: tu libro es un libro con lectores, los muchachos que lo leen experimentan algo que sólo se puede llamar libertad, a través de tu libro, hablando con muchos jóvenes, me he dado cuenta que la cultura en nuestro país ya no es un sistema de recados; realmente, dada la ausencia de información en México, es la literatura la que informa. Un joven lee en Ladera Este todo lo que, de otra manera, no podría saber. Tu poesía cumple una doble función: es la experiencia intransferible y secreta de un artista y es una lectura del mundo. Esto es lo que más me ha conmovido al leerte. No sacrificas, no sacrificas nada: estás tú entero, tu sensualidad, tu inteligencia, tu arte, y al mismo tiempo te trasciendes, lees lo real, lo descubres por primera vez, para todos. Lectura de John Cage: y lectura de Octavio Paz: lectura del mundo. Crees en lo que dices: la forma, interna o visual, del poema, cada adjetivo, cada nombre, cada verbo, son reales, parecen nacidos del encuentro perfecto de la convicción y la sensación. Hablas de otras culturas sólo para demostrar que no hay más que una cultura, enriquecida por el esplendor y la agonía de las civilizaciones. Escribes poemas proverbiales y nos condenas a repetirlos incesantemente al tomar el café y al beber la copa: nuestros manteles huelen a pólvora, aunque nosotros tampoco tengamos de quién hablar. Hablas de la muerte de la limpidez, y con un poema límpido la restituyes. He reído con el humor de tus poemas, me he asombrado ante formas y colores que desconocía, he tocado un mundo de luz y piedra y plantas nuevas. La luz: atraviesa Ladera Este, se convierte en monumento, en astro, en trepanadora, en coño, en sonido. Escribo contigo; leo tu libro y puedo seguir con el mío. Desciendo al aire, asciendo al pozo. Gracias.
Te envío la nota bibliográfica del suplemento de Siempre! No verás muchas más. El gobierno ha decretado el blackout de informaciones sobre ciertas personas y ciertos libros. Sé de comentaristas que han llevado notas sobre tu libro o sobre el mío a algunos periódicos; en todos los casos, sus colaboraciones han sido rechazadas. Joaquín (Díez-Canedo) opina que esta falta de comentarios es tan flagrante que está operando a favor de los libros: tanto Ladera Este como La nueva novela hispanoamericana se venden estupendamente. Esto sólo te demuestra, por un lado, que lo que pasa por “crítica” entre nosotros es totalmente dispensable, y por el otro, cómo se las gasta el gobierno. Yo me siento habitante de la Italia de Mussolini o de la Alemania de Hitler (primeras épocas).
Grandes abrazos y mucho amor para Marie José.
Carlos
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Querido Carlos:
10 de enero de 1970
Acabo de leer Cumpleaños -nos llegó precisamente en los momentos en que dejamos Austin. Espléndido – en la otra línea de Carlos Fuentes, la línea de Los días enmascarados, Aura, El tuerto es rey y algunos de los cuentos de Cantar de ciegos. La línea especulativa y fantástica, como la de las gran- des novelas es épica y mítica – las dos líneas de la imaginación, las dos alas de un pensamiento creador y crítico. iQué suerte tenemos: poco a poco se dibuja ante nuestros ojos, cada vez con mayor realidad, el mundo imaginario de Carlos Fuentes.
Un abrazo
Octavio