Helena Terreros, una agente de policía dedicada a investigar la desaparición de niñas y adolescentes, particularmente las hijas de trabajadoras de maquila, se une al periodista Demetrio en la búsqueda de Paloma, una preadolescente desaparecida mientras su madre trabajaba. Esta trama es el núcleo de El Halcón Blanco, una novela policíaca escrita por la escritora y periodista Salud Ochoa.
La autora, originaria de Chihuahua, considera a Agatha Christie, la célebre escritora y dramaturga británica especializada en el género policial, como una de sus autoras preferidas. Christie, conocida internacionalmente por sus contribuciones al género, ha influido en Ochoa, quien también ha encontrado inspiración en otras lecturas que comparte durante la entrevista.
En su conversación con Poetripiados, Ochoa no solo profundiza en El Halcón Blanco y el tema de la trata de personas, sino que también explora sus inicios en la lectura y diversos aspectos de la novela negra, tanto en México como a nivel internacional.
Un problema social novelado
“El Halcón Blanco trata de la trata de personas, personificada en una niña que desaparece en su propia casa, en su cama, un domingo por la noche, madrugada del lunes, y que nunca la encontraron”, explica la escritora.
La historia sin duda remite a algunos casos criminales ocurridos en Ciudad Juárez, especialmente cuando Ochoa explica que, aunque hay información de que la menor pudo haber sido asesinada y se encontraron restos en la vivienda del posible asesino, la familia no acepta los resultados de las investigaciones.
“Se hicieron exámenes de ADN y también periciales, los cuales hablaban de hasta un 98 por ciento de coincidencia, pero nunca se reconoció, y pues la familia se quedó con esa duda”, relata Salud.
También es la historia de la persona que investiga, de una mujer policía que lleva el asunto, y que además ella trae todo un antecedente de la trata de personas, desde el otro lado del mundo.
Ochoa intenta comunicar a los lectores que lo que ocurre en Chihuahua o en México también sucede en Rusia o en otros países que el común de la sociendad considera como lugares ideales para vivir.
“Creemos que no tienen las mismas problemáticas que nosotros, pero no es así. He estado en Alemania y es increíble cómo en Hamburgo, el principal puerto de entrada a Europa, las mujeres están en escaparates, y hay calles específicas para exhibirlas como maniquíes. Este mundo desarrollado que todos conocemos no es lo que pensamos, ya que las problemáticas sociales y de seguridad se presentan de forma similar a como lo hacen en el tercer mundo”, indica.
De eso trata El Halcón Blanco, con algunos ingredientes como la ficción y elementos de investigación para que el lector jele poco a poco hilos de la historia.
“Dejo que la lectora y el lector vayan de la mano conmigo para saber quién podría ser el responsable de la desaparición y posible crimen de la adolescente y todo lo relacionado con el caso, incluyendo la corrupción”, añade la novelista.
¿Cuál es la relación que guarda tu trabajo literario con el periodismo que ejerces?
“Realmente yo siempre he sido de una mente negra, mente oscura y me gusta mucho la literatura negra, la literatura en general me encanta, pero Agatha Christie, es mi autora favorita.
El periodismo nos ofrece una gran cantidad de historias impactantes. El desafío radica en encontrar la historia precisa, que no necesariamente debe estar relacionada con un hecho violento para generar literatura negra. Mi trabajo como comunicadora me ha permitido conocer durante más de 20 años casos de criminalidad, corrupción y trata de personas de todo tipo. Así, he ido construyendo un mapa, por así decirlo, del panorama criminal de mi región y del país. Hay tantas historias como personas en el mundo. Todos enfrentamos nuestros propios tsunamis o volcanes internos, y a partir de cualquier historia se pueden generar relatos oscuros. Lo importante es encontrar la forma adecuada de abordar esas historias y transformarlas en ficción para denunciar situaciones que afectan a la sociedad. Además siempre he sido de una mente negra, mente oscura y me gusta mucho la literatura negra, y pues la literatura en general”.
¿Cómo influye en tus letras de la realidad del país?
“La influencia ha sido significativa. Me duele profundamente lo que ocurre en México y en el mundo, especialmente en lo que respecta a las niñas. Esto me afecta de manera personal, quizás porque soy mujer, porque tengo una hija, o porque vengo de una madre que fue feminista sin ser plenamente consciente de ello. La situación que enfrentan las menores en México me duele enormemente.
Hemos sido testigos de una escalada de violencia en todo el país, con casos específicos que parecen sacados de una novela de terror. Las mujeres, y en particular las niñas, son extremadamente vulnerables en este contexto. Todo esto influye en mi trabajo literario, sin duda, pero eso no significa que solo escriba sobre mujeres. También abordo temas relacionados con los hombres y los jóvenes, como aquellos que, estando en edad productiva, son captados y engañados por el crimen organizado y llevados a campos de amapola, como ha sucedido en Chihuahua y en otros estados del norte del país.”
¿Qué lees sobre el genero policíaco actualmente?
“Actualmente, estoy explorando mucha literatura negra europea, que presenta una estructura y un enfoque algo diferentes a los que predominan en nuestra región. En comparación, creo que en México tiende a haber una narrativa más sencilla y cercana a la cotidianidad, aunque, por supuesto, reconozco que contamos con muy talentosas autoras y autores en el país.
En mi lectura reciente, he estado inmersa en las obras de la autora inglesa Fiona Barton y me han cautivado varias autoras suecas y españolas, como Dolores Redondo.
Me interesa profundamente lo que se escribe sobre las realidades de nuestros entornos, ya que considero que la literatura es una herramienta poderosa para denunciar las atrocidades que afectan a los ciudadanos. Mi propósito al escribir no es asustar a los lectores, sino hacerles conscientes de lo que ocurre, mostrarles que tales situaciones podrían afectarles a ellos también, y que, si no se toma acción, podrían impactar a sus vecinos y a todos quienes los rodean”.
¿Cuál crees que sea la razón de este nuevo boom de autoras mexicana en la literatura negra?
“Esta nueva ola de autoras de novela negra en México refleja, en parte, cómo las mujeres estamos reivindicando nuestra fortaleza interior. En primer lugar, estamos ganando confianza en nosotras mismas, y en segundo lugar, estamos ocupando espacios que históricamente han sido dominados por los hombres. No se trata de despojar a los hombres de estos espacios, al menos no desde mi perspectiva, sino de hacer valer nuestra visión y mostrar que también tenemos algo importante que decir.
Queremos escribir sobre lo que sentimos, lo que vemos y lo que pensamos, especialmente en un contexto en el que históricamente se ha cuestionado la capacidad de pensamiento de las mujeres, incluso llegando a burlas como “tiene el pelo rubio y no piensa”. A menudo recibo comentarios sorprendentes, como que no tengo “cara de todo lo que escribo”. Esto también me sucede cuando digo que soy periodista; a veces, no me creen en los lugares a los que he ido para investigar temas para mis reportajes.
Cuando he preguntado por qué me ven de esta manera, las respuestas han sido reveladoras. Algunos me dicen que tengo “cara de niña buena”, lo que resalta la lucha constante que enfrentamos para ocupar estos espacios y obtener el reconocimiento que merecemos por nuestro trabajo”.
¿Cómo fueron tus primeros contactos con la literatura?
“Mi inicio en la literatura comenzó cuando yo era muy pequeña. Aprendí a leer a los 4 años; no fui al jardín de niños ni a la primaria de manera normal; me integré a la escuela hasta el cuarto año. Todo lo aprendí en casa. Mi madre siempre quiso ser maestra y me enseñó a leer, a escribir y algunas operaciones básicas, siendo yo muy chiquita.
Empecé a leer, pero no literatura para niños. El primer libro que leí fue El Zarco, entre los 7 y 8 años. No entendí nada, no era apto para niños, no por su contenido, sino por el nivel de su estructura y lenguaje. Sin embargo, dejó en mí una pregunta: ¿Quién tiene la capacidad de montar una historia así? ¿Cómo logran meter tantas palabras y personajes?
Seguí leyendo y pasaron los años, y fue en el primer semestre de la licenciatura en Filosofía en la universidad, cuando la maestra de Lectura y Redacción nos llevó al jardín de la facultad, en Chihuahua, y nos pidió que describiéramos el entorno. “Háganme media cuartilla; solo quiero ver su redacción, ortografía y cosas sencillas”.
Nos sentamos en el césped y yo empecé a escribir y a escribir. De la media cuartilla que nos había pedido, pasé a más de tres cuartillas. Cuando lo leyó, me dijo que tenía facilidad para escribir, y ahí me di cuenta de que quería escribir, que eso era lo mío.
Siento que tuvo que ver mi pasado lector y esa búsqueda que siempre se hace cuando eres joven. Esa mujer que no sabía qué hacer en ese momento, junto a la maestra en la facultad, encontró la respuesta.
Empecé escribiendo como periodista, y en mi trabajo como reportera, empecé a hacer algunos ejercicios literarios. Una anécdota curiosa es que esa misma maestra que nos pidió la redacción, también nos pidió que hiciéramos un trabajo para simular una venta de tenis. Yo coloqué el calzado en un escenario gótico, oscuro. Entonces, ya tenía en mente desde entonces la idea de escribir literatura negra”
Las obras de Salud Ochoa pueden ser encontradas en las librerías Gandhi o en la página oficial de la editorial Nitro Press, o en Mercado Libre.