Mi patio es la calle
[…] salvar la tierra, recibir el cielo,
estar a la espera de los divinos,
guiar a los mortales,
este cuádruple cuidar
es la esencia simple del habitar.
MARTIN HEIDEGGER
Si me preguntan por un buen lugar en Oaxaca para alojarse, no lo sé de cierto. Suelo dormir en mi cama, en mi habitación, en esta casa.
Si me consultan respecto a los árboles para la sombra cuando los soles de abril; por los rincones justos y discretos para las bestias encendidas con el aroma de nardos; por los nichos cuando los crisantemos, claveles, nomeolvides, cuando el fin del mundo; lo sé. Aunque no todos los camposantos, las comisuras de la ciudad para los perfumes que serán carne y las frondas me son familiares. Yo soy en la calle, y la calle era ya incontables formas antes de mí.
Una mancha en la acera de Humboldt perfiló mi cuerpo, casi un intruso en el camino de otros. La amapa amarilla, que vive justo frente a la clínica para el tratamiento del cáncer, sigue floreando. Ese árbol brilla con luz propia. Es un horizonte.
Necia al cincel en la piedra, llevé amantes al Templo de Santo Domingo de Guzmán, como si por besarlos entre crucifijos cercara cualquier ruta para sus ojos, que acechaban hacia las montañas. En el patio frontal, bajo los flamboyanes y los profundos arcos del museo, prosperó el desamparo afilando la hojarasca. Yo atendí remolinos de rabia. Cada que me siento frente a la fachada de la iglesia percibo la rotación de la Tierra. Son las nubes y el caudal del viento sobre la cantera. Es mi distancia un retorno para que los cuerpos vuelvan a ser cuerpos.
Mis muertos encendieron sus lámparas entre los amigos enraizados. Fijaron ciertas horas y fechas en la indiferencia del vaho sobre ventanas, botellas y espejos, en el polvo mudo de los libros, en la queja del óxido de llaves sin puerta. Sentarse a la mesa acostumbrada de las bibliotecas, la Nueva Babel y los portales del zócalo, a ratos, fractura el espacio. Canciones se cuelan por la hendidura hasta los ojos como esporas de ayer.
Tajante, la muerte ocurrió para mí en agosto. La contemplé durante días en su labor de ave quemada. Sobre mamá, un caracol de huesos destemplados, pesó el murmullo blanco. Eso fue todo. Se la llevaron en una bolsa de polietileno. Al centro de la ciudad llegué con el día roto. ¿Cómo pudo la gente tomar sus alimentos e ir a Independencia para levantar la cortina de sus comercios esa mañana? ¿Nadie notó que ella no estaba? Independencia es una avenida asfaltada con una calle de humedales. En un costado de esa cuadra el velatorio y el limo de las coronas guardan mis pasos. Mas nada me pertenece. Las calles se quedan donde están aunque me desbarate la muerte. Puede ser la grieta del infierno y tragarse solares enteros. Pueden ser las perlas del cielo, diluir los nombres. Se corre un curso. El agua fluye cuesta abajo.
He construido mis caminos en los entornos de la ciudad y sus cosas entornadas me tienen. Habito esta casa y me despierta el rumor de su patio.

***
Ensayo del cielo
Desde El otro mundo, El salón de la fama,
Los cocos, La Poblanita, La Giralda…
y tantos cuencos de luz más en Oaxaca.
El alcohol desembriaga.
Después de beber unos sorbitos de coñac,
ya no pienso en ti.
MARGUERITE YOURCENAR
No quiero salir
y cuando lo hago
veo al cielo Camino
Al llegar a la esquina –una tras otra–
doy golpe Golpe con otros
mi coraje contra su carne tercamente avanzando
Temo el abrazo de criaturas de humo sin fuego
No quiero ver a nadie
Hasta los peces amanecen con pasión
pero a mediodía soy mediavida
una flecha lanzada sin arco
sin la posibilidad de llegar más lejos
Una sentencia budista
habla de la eternidad de las nubes
Toco el cielo en el ciclo del azufre
cuando se deshace el día y advierto
no habrá nunca dos iguales
Apenumbrada voy tras la canción
“podría gritar que me dejes beber de tu sangre”
y me la bebo blanca de vidrio
hasta el fondo no ver la muerte
Desespero
Atiendo a una gran vaca por la tarde
en la pastura Me veo
El uniforme
De lunes a viernes luzco un traje con saco anaranjado. Toda la semana soy una criatura cítrica. Incluso en sábados y domingos, el uniforme desde mi armario estandariza gestos, ensordece cualquier vuelo, oculta vértigos tras su falso brillo.
Crezco como planta, curto al sol mi piel de naranjo.

***
Seis nudos para ahorcar a un almirante
Epitafio de un ahorcado
¡Aquí descansa cuando
el viento no sopla!
GOTTHOLD EPHRAIM LESSING
I
Padre, ¿para qué me llamas ahora?
Los recuerdos a tu lado no me pertenecen.
Tu barquito en la botella con aceite azul
es un lugar roto.
Los nudos que tejiste no nos lograron abozar,
somos cabos sueltos.
II
Padre, estamos en el hospital de la Marina y sigues siendo el almirante Montejo. Este no es tu camarote y las ventanas ojos de buey al asilo del mar. Tu corazón es como el de Joseph Conrad; pronto lo trasladarán entre tinieblas a la torre de cardiología.
Yo soy tu hija, la de huesos macizos, la impuntual que navega a capricho del viento. Nunca fui el varón para la vida a bordo de tu apellido.
Ahora soy la necedad de un ancla para tu vida.
III
En cada puerto tuviste un amor. ¿Sabes cuántos vendavales dejas tras de ti? ¿Cuántas amarras hay para hilvanar de nuevo?
En tus cartas de navegación trazaste puentes para superar cariños. Tu padre desposó a la abuela Julie. La francesa de ojos verdes tuvo trece hijos. Trece veces la visitó en su cama el marido.
La casa llegó a sumar más de quince patios. Por ahí nació la marinería. De primer maestre no pasó ninguno.
IV
Papá, eres una bestia de mar anquilosada.
Soy furia cuando tu última mujer
me arroja el uniforme oceánico.
No me queda,
no lo quiero.
Tus insignias se irán a la basura.
V
Los armarios almacenan gritos
cuando nadie los puede llenar.
Quitan el aliento,
son nudos de Jack Ketch,
nudos del ahorcado.
VI
Padre, me enseñaste a vestir para romper
una botella de champaña contra la proa de un barco,
a cargar oxígeno para sumergirme en el mar
que nos inflama.
De ti solo conservo una imagen en nitrato de plata.
No sé qué voy a hacer con tu ropa de muerto.

Enna Osorio Montejo radica en la ciudad de Oaxaca, México. Estudió la Licenciatura en Humanidades en la Universidad de las Américas, Puebla. Egresada del diplomado en Escritura Creativa con la Universidad Veracruzana y NOX Escuela de Escritura Creativa. Sus textos aparecen en revistas y suplementos culturales, como: Periódico de Poesía (UNAM), Círculo de poesía, Suplemento cultural Laberinto (Milenio Noticias), Bitácora de vuelos, Poetripiados, Blanco Móvil, Luvina: Revista Literaria de la Universidad de Guadalajara; y en varias antologías, como: Cartografía de la Literatura Oaxaqueña Actual II (Almadía, 2012), Desde el fondo de la tierra, poetas jóvenes de Oaxaca (Praxis, 2012), Asamblea de Cantera 25 años (Cantera Verde, 2014), XXXIV Selección Voces nuevas (Torremozas, España, 2021), Escribir es lo desconocido (1450 Ediciones, 2022), La tierra se levanta: Mapa geopoético (Ultramarina Press, 2024), Ahora nos tocó ser cuerpo (Municipio de Oaxaca de Juárez, 2024), entre otras.
Fue becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en el Programa Jóvenes Creadores 2011-2012. Beneficiaria de la Convocatoria CurArte es Guelaguetza con la propuesta Torceduras, bajo el Programa de Apoyo a las Instituciones Estatales de Cultura 2020. Autora ganadora en el XXXIV Concurso Voces Nuevas 2021, convocado por la editorial española Torremozas. Beneficiaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) Oaxaca 2024, en la Categoría Creadores con Trayectoria. Autora del libro La edad terrible (Universidad Autónoma de Sinaloa, México, 2024; Ediciones Hasta Trilce, Argentina, 2024). Los primeros dos poemas forman parte de la antología La tierra se levanta: Mapa geopoético y los otros se encuentran publicados en La edad terrible.