Los artistas toman fuerza de la vida real para llevarla a la ficción. Es en la niñez en la que muchos de ellos se inspiraron, según consta en sus recuerdos, en sus biografías, sin embargo, también acuden con frecuencia a la edad adulta para buscar un poco de inspiración.
Gabriel García Márquez (1927-2014) encontró el brillo de algunos de los personajes de sus obras
en dos Luisas. Una de ellas era su madre Luisa Santiaga Márquez, de quien decía que tenía poderes premonitorios y que además era como un sistema planetario del que no se podía escapar. Su abuela Tranquilina Iguarán Cotes fue otra de las personas que influyó en su destino. Nunca se imaginó la colombiana que aquellas historias sobrenaturales que contaba en las noches, fueran a marcar para siempre a su nieto.
García Márquez vivió en casa de sus abuelos en Aracataca, desde los 2 años de edad, luego de que su madre y su padre Gabriel Eligio García se mudaron a Barranquilla, donde habían conseguido un empleo.
Su abuelo era Nicolás Ricardo Márquez Mejía, un coronel que no sólo era un veterano de guerras, sino un narrador que heredó a su nieto el amor por la lectura y el conocimiento.
Después de un tiempo en que Gabo no veía a su madre, empezó a oír en la casa de su abuela que Luisa iría a visitarlo.
En 1995 el escritor relató de forma muy emotiva ese encuentro durante una entrevista que le hizo la periodista española Ana Cristina Navarro.
“De pronto empecé a oír que iba a ir mi mamá. Yo venía desde el patio y me dijeron que ya había llegado. Entré, estaban en la sala sentados alrededor con las sillas pegadas en la pared, muchas gentes. Yo la vi, y la reconocí enseguida. Estaba vestida como los personajes de las películas de finales de los veinte o principios de los treinta, con el sombrero de campana. Recuerdo exactamente su traje de seda, con bordados, color beige, el sombrero de pajilla del mismo color, y entonces ella me abrazó y yo sentí el olor. Siempre que la evoqué era por el perfume, incluso, con ella hemos estado escarbando qué perfume podía ser. Eso es muy importante para mi, porque el sentido del olfato es el más evocador y el que más fácilmente lo traslada a uno a epidodios remotos y que le permite revivirlos completos en una sola ráfaga”, dijo el colombiano.
La otra Luisa fue una de sus amigas. Si la niñez de Gabo fue un tesoro para su creación literaria, también sus amistades se convirtieron en una moneda de oro que usaría a lo largo de su obra, pues algunos de ellos escucharon siempre atentos los borradores de los relatos y novelas. María Luisa Elío, la actriz y escritora española, y su esposo, jugaron un papel determinante. “Para Jomí García Ascot y María Luisa Elío”, se lee en la dedicatoria de la novela monumental Cien años de soledad.
La historia de Elío comenzó en Pamplona, donde nació el 17 de agosto de 1926. De acuerdo con el libro Soledad de ausencia. Entre las sombras de la muerte (México, UNAM, 1980), escrito por su padre Luis Elío Torres, quien antes de la Segunda Guerra Española y durante parte de ella, fue juez municipal y presidente de los Juzgados Mixtos de Trabajo en Pamplona, el 19 de julio de 1936 fue detenido en presencia de toda su familia, pero pudo huir de la comisaría y vivir tres años escondido, hasta que fue llevado a la frontera con Francia. Durante ese período su esposa e hijas, anduvieron de escondite en escondite. Un día fueron detenidas en Elizondo, una localidad de la Comunidad Foral de Navarra (España), capital del Valle de Baztán, situado en la Merindad de Pamplona y a 57.5 kilómetros de la capital de la comunidad, Pamplona.
Al salir del centro de detención y luego de muchas peripecias, María Luisa llegó junto con su familia a México en 1940, como parte de un grupo numeroso de exiliados españoles. Ella estudió teatro y formó parte, como actriz, del grupo experimental vanguardista Poesía en voz alta, que contaba entre sus integrantes o colaboradores a Octavio Paz, Juan José Arreola, Leonora Carrington y Juan Soriano.
La obra de María Luisa Elío está publicada en México en Tiempo de llorar (1988) y Cuaderno de apuntes en carne viva (1995), ambos en Ediciones El Equilibrista. En 2002 la Editorial Turner los publicó en España reunidos en el volumen Tiempo de llorar y otros relatos. Se casó con el cineasta y poeta español Jomí García Ascot, y la pareja hizo buenas amistades con intelectuales y escritores, entre ellos, Gabriel García Márquez.
Jomí y María Luisa escucharon a partir de 1965 fragmentos del borrador de Cien años de soledad. El biógrafo Dasso Saldívar, contó en su libro García Márquez. El viaje a la semilla (Alfaguara, 1977), parte de las anécdotas de Gabo con la pareja:
“Entre los oyentes del aedo de Aracataca había uno insaciable, la española María Luisa Elío, quien logró que aquel le contara durante tres o cuatro horas la novela completa. Cuando el escritor le refirió la historia del cura que levita, su oyente salió del encantamiento y le lanzó la primera pregunta de incredulidad:
—Pero, ¿levita de verdad, Gabriel?
Entonces él le dio una explicación todavía más fantástica:
—Ten en cuenta que no estaba tomando té, sino chocolate a la española.
Al ver a su oyente subyugada, le preguntó si le gustaba la novela, y María Luisa simplemente le contestó:
—Si escribes eso, será una locura, una maravillosa locura.
—Pues es tuya —le dijo él”.
El colombiano recordaba constamente el papel que jugaron María Luisa y su esposo, y decía que nunca había tenido dudas para dedicarles el libro. Escribió acerca de eso para el diario español El País, el 14 de julio de 2001:
“Carlos Fuentes, a pesar de su terror de volar en aquellos años, iba y venía por medio mundo. Sus regresos eran una fiesta perpetua para conversar de nuestros libros en curso como si fueran uno solo. María Luisa Elío, con sus vértigos clarividentes, y Jomi García Ascot, su esposo, paralizado por su estupor poético, escuchaban mis relatos improvisados como señales cifradas de la Divina Providencia. Así que nunca tuve dudas, desde sus primeras visitas, para dedicarles el libro. Además, muy pronto me di cuenta de que las reacciones y el entusiasmo de todos me iluminaban los desfiladeros de mi novela real”.
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Elío también recordaba aquellas noches de tertulia en la casa de Gabo.
“Nos veíamos todas las noches, a veces nos hablábamos por teléfono. Me contaba cosas, yo me entusiasmaba, y luego llegaba Jomí a buscarme y nos íbamos a buscarle… imagínate lo que era aquello, él (García Márquez) había estado metido en su cuarto, y de pronto salía de ese encierro en el que había estado escribiendo todo el día, se tomaba con los amigos un whisky, y empezábamos a charlar. Eso fue una maravilla”, dijo la española en una entrevista.
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