Charles Bukowski, el viejo indecente o el más sucio de todos, como le llamaban al escritor nacido en Alemania en 1920, pero que vivió la mayor parte de su vida en tierras del Tío Sam (Uncle Sam), tuvo una relación turbulenta con el alcohol, aunque muy beneficiosa para su obra.
No en vano se dibujó psicológicamente con su alter ego, Henry Chinaski, en la novela de El Cartero, sino que escribió cuentos y poemas en los que la bebida era a veces parte central de la obra o por lo menos periférica, pero solía aparecerse de vez en cuando en forma de cerveza, vino o whisky.
El famoso incidente durante la entrevista que le hizo el periodista y crítico literario Bernard Pivot, en Apostrophes (Video: Así hartó Bukowski ebrio a periodista francés en una entrevista en vivo) , fue sólo Iceberg de su historia con el alcohol.
Yo creo en el alcohol, pero hay que estar en buena forma para poder beber. Tomo buenos vinos, me gusta ser bueno con mi estómago, si soy bueno con él, él es bueno con mi mente, mi mente es buena con mi espíritu y mi máquina de escribir es buena conmigo, dijo en una ocasión.
Bukowski, a diferencia de muchos autores de la Generación Beat, no congeniaba con las drogas. En una ocasión, le preguntaron qué pensaba de las drogas y respondió que era su tema favorito.
Después de darle un trago a su bebida y fumar de su cigarrillo, respondió que un hombre podía beber durante siglos y nunca moriría.
Especialmente vino y cerveza, pero he conocido a muchas personas jóvenes, sobre todo cuando trabajaba para Open City (el periódico de Los Angeles para el que escribió una columna), fumando marihuana y los primeros años eran inteligentes, y luego de dos años de marihuana, andan por ahí como: ´¡hey!, ¡hey!, ¿cómo estás? Voy a ser uno de los primeros en decir que la marihuana es muy destructiva. Y finalmente habrá estudios del gobierno para demostrar que es totalmente perjudicial. Mucho más dañina de lo que jamás ha sido o ha sido comprobado. Yo lo he visto a través de las personas. Ellos terminaban… no me gusta eso, me gustan los borrachos, porque los borrachos salen de eso, se enferman, van y vienen, dijo el autor de Pulp.
Bukowski fue diagnósticado con leucemia y fue obligado a dejar de beber. Tenía 73 años, hasta ese entonces se dio cuenta que también podía escribir sobrio, pero un año después falleció.
Hoy Poetripiados te presenta cuatro textos sobre su gran afición:
Cerveza
No sé cuántas botellas de cerveza
bebí mientras esperaba que las cosas
mejoraran.
No sé cuanto vino, whisky
y cerveza,
principalmente cerveza
bebí después
de haber roto con una mujer
esperando que el teléfono sonara
esperando el sonido de los pasos,
y el teléfono no suena
sino mucho más tarde
y los pasos no llegan
sino mucho más tarde.
Cuando el estómago se me sale
por la boca,
ellas llegan frescas como flores en primavera:
-“¿Qué carajo hiciste?
Pasarán tres días antes de que puedas metérmela”
Una hembra dura más
vive siete años y medio más
que el macho, y toma muy poca cerveza
porque sabe que es mala para la
silueta.
Mientras nos volvemos locos
ellas están fuera
bailando y riendo
con muchachos divertidos.
Bueno, hay cerveza
bolsas y bolsas de botellas vacías de cerveza
y cuando levantas una
se desfonda
y las botellas caen
rodando
entrechocándose
derramando ceniza gris húmeda
y cerveza vieja
o las bolsas caen a las 4
de la mañana
produciendo el único sonido en tu vida.
Cerveza
ríos y mares de cerveza
cerveza, cerveza, cerveza.
La radio pasa canciones de amor
mientras el teléfono permanece en silencio
y las paredes se ciernen
y cerveza es todo lo que hay.
****
las hormigas se arrastran por mis brazos borrachos
Oh las hormigas se arrastran por mis brazos borrachos
y dejaron que Van Gogh se sentase en un trigal
y privase al mundo de la Vida
con un disparo de escopeta
las hormigas se arrastran por mis brazos borrachos
y enviaron a Rimbaud
a traficar armas y rebuscar oro
bajo las piedras,
Oh las hormigas se arrastran por mis brazos borrachos,
metieron a Pound en el manicomio
y lograron que Crane se arrojara al mar
en pijama,
las hormigas,
las hormigas se arrastran por mis brazos borrachos
mientras los estudiantes piden a gritos a Willie Mays
y no a Bach,
las hormigas se arrastran por mis brazos borrachos
y en la bebida busco
tablas de surf y fregaderos, girasoles
y la máquina de escribir cae como un ataque al corazón
de la mesa
o un toro muerto el domingo,
y las hormigas se me meten en la boca
y bajan por la garganta
y me las bebo con vino,
y subo las persianas
y están en la mosquitera
y en las calles
suben por los campanarios
y se meten en las cubiertas de los neumáticos
en busca de más
comida.
****
botella de cerveza
acaba de ocurrir algo milagroso:
la botella de cerveza ha caído del revés
pero ha aterrizado de pie,
y la he puesto en la mesa para asentar la espuma
pero las fotos no han tenido tanta suerte
y el zapato izquierdo se me ha
agrietado, pero todo es muy sencillo:
es imposible acaparar demasiado: existen leyes
de las que nada sabemos, toda suerte de impulsos
que nos estimulan o paralizan; no es cosa nuestra
que el mirlo acabe en las fauces
del gato ni que algunos hombres
estén enjaulados como ardillas
mientras otros se acurrucan entre pechos enormes
durante noches interminables… he ahí
el cometido y el terror, y no se nos enseña
el porqué. por suerte, la botella
ha caído de pie y, aunque me queda
una de vino y otra de whisky,
en cierto modo esto presagia una buena noche,
y tal vez mañana me habrá crecido la nariz:
zapatos nuevos, menos lluvia, más poemas.
***
elaborada y envasada en…
hay tristeza
en la mano que sostiene
la lata de cerveza,
hay tristeza
hasta en la suciedad
debajo de las uñas,
y la mano
es como la mano de una
máquina
y, aun así,
no lo es…
se curva por completo
(un esfuerzo mágico)
alrededor
de la lata
como las
raíces
que dan vida al gladiolo
y lo elevan a las alturas,
y la cerveza
se cuela en mí.