José Emilio, el joven escritor
En 1958, por recomendación de Carlos Monsiváis, y no sin cierto temor, el joven José Emilio Pacheco aceptó presentar a Juan José Arreola los cuentos que escribe y que le publicaban en diversas revistas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
En ese momento, Arreola, de 40 años de edad, tiene cierta autoridad en el ambiente editorial y literario mexicano; ya ha publicado Confabulario y Varia Invención. José Emilio tiene 19 años y ha escrito varios cuentos que más tarde formarán La Sangre de Medusa.
«Yo hago una cita y te presento», dijo Monsiváis y acordó que la reunión se llevara a cabo en un café de Melchor Ocampo.
Una cita lamentable
La cita, relató José Emilio más tarde en un escrito, resultó un desastre: Monsiváis no llegó y tuvo que armarse de valor y autopresentarse con Arreola, quien fue acompañado del pequeño Orso, su hijo. Era una tarde calurosa. José Emilio le entregó un folder con sus cuentos y quedó expectante de los comentarios del escritor zapotlanense, quien bebía un refresco Squirt. José Emilio, como todo escritor principiante, esperó con ansias saber si sus cuentos estaban en el camino correcto, si trenía errores. Después de leer los relatos, y sin emitir algún comentario a favor o en contra de los escritos, Arreola le dijo: “De acuerdo, los publico”, con lo que dejo a José Emilio con más dudas que certezas.
Al siguiente día Monsiváis le explicó a José Emilio algo que contribuiría más al desaliento: “Le caíste muy mal a Arreola. Si no metió mano a tus cuentos fue porque no le gustaron y no cree que valga la pena publicarlos”.
Sin embargo, el trabajo de Pacheco era de muy buena de calidad, por lo que no existió problema en que La Sangre de Medusa apareciera publicado el 22 de noviembre de 1958 en el número 18 de los Cuadernos del Unicornio.
La pobreza de los escritores
Con el tiempo la relación entre Arreola y José Emilio Pacheco mejoró bastante. El autor de Las Batallas en el desierto fueaceptado para formar parte del taller literario de Arreola: «…había cambiado para conmigo y me aceptó como parte de ese taller informal que fue el verdadero punto de partida de nuestra generación. Allí pasé el último año de mi adolescencia».
Arreola fue también maestro de Vicente Leñero, Alejandro Aura, José Agustín, Fernando del Paso, Eduardo Lizalde y Federico Campbell, entre muchos más.
La generosidad de Arreola fue enorme, ya que no cobraba un centavo por compartir conceptos y conocimientos que él llamaba ´carpintería del buen oficio´. Su único sostén, aparte de los escasos derechos por sus libros, era una beca de 500 pesos que recibía del Colegio de México. Sin embargo, cuando llegó Daniel Cosío Villegas suprimió las becas y Arreola se quedó sin ningún medio para mantener a su familia.
Entonces apareció en la escena Henrique González Casanova, quien como director general de Publicaciones de la UNAM, enterado del asunto, le pagó por adelantado la edición del libro Punta de plata. Sin embargo, existe un problema, la capacidad literaria de Arreola era inversamente proporcional a la capacidad de administrar dinero: compraba y regalaba objetos innecesarios (botellas y libros caros a medio mundo), de tal forma que el adelanto pronto se agotó, y lo que sobrevino fue una cascada de plazos de entrega vencidos: del libro no hay una sola línea.
La página en blanco
La situación se agravó cuando Arreola entró en una crisis de creatividad, la cual le impidió empezar a escribir. Mientras más aumentaba la urgencia de entregar el libro, más trabajo le cuestaba sentarse a escribirlo. El plazo venció el 15 de diciembre de 1958 y las consecuencias parececían inevitables: en caso de que el trabajo no se entregara, la UNAM a través de su departamento jurídico iniciaría los trámites necesarios para exigir a Arreola la devolución del dinero, el cual ya no existía en ese momento.
La decisión de José Emilio y el nacimiento de Punta de Plata/Bestiario
El 7 de diciembre, decidido a todo, Pacheco llegó por la mañana al departamento de Arreola, ubicado en la calle de Río Elba.
“Ya no recuerdo si la idea fue mía o de Vicente Leñero, Eduardo Lizalde o el propio Fernando del Paso”, contaría más adelante. Sea como fuere, José Emilio hizo que el maestro se tendiera en un catre, se sentaba a la mesa, sacó papel y pluma y le dijo:
-No hay más remedio: me dicta o me dicta.
Arreola, de espaldas en el catre, se tapa los ojos con la almohada y le pregunta:
-¿Por cuál empiezo?
-Por la cebra -responde Pacheco.
Entonces, como si estuviera leyendo un texto invisible, el libro empieza a fluir de los labios de Juan José Arreola. José Emilio se encargó de darle forma a Punta de Plata/Bestiario, que terminó de escribirse el 14 de diciembre.
La historia concluye al día siguiente, cuando José Emilio se encargó de que Henrique González Casanova recibiera el manuscrito en la fecha acordada cumpliendo cabalmente con el compromiso.
Agustín Azcona Hernández (Ciudad de México, 1967) es sociólogo y escritor. Egresado de la carrera de sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha colaborado en diversas revistas literarias como Letralia, Punto en Línea y Café Negro.