Chanel
En mi bolso llevo un lápiz labial
un espejo de mano
polvo, rímel, toallas femeninas y un encendedor
También puedes encontrar
cartas sin remitente
una pistola
sangre y un delantal
es lo que necesita una mujer
para salir a la calle
Muy en el fondo hay una fotografía
donde estoy yo y un él
Nunca me gustó lo gorda
que me veo
ni la mirada perdida que él tiene
pero es la única evidencia
que hay de nosotros
Agregaría un gato y un perro, dos pares
de zapatos y un vestido
también una casa, un automóvil
diez flores y un libro
pero con tantas cosas
el bolso luciría horrible.
Tengo otra maldición
Que es devastadora
Que me tiene en soledad
Que tiene un sabor a manzana
Que es de color negro
Que es de carne
Que es de hombre
Que me tiene sin parir
Que no me deja en paz
Que no me deja dormir por las noches
Que no me suelta las manos
Que no se detiene
Que tiene nombre
Que tiene apellido
Que tiene cara
Que sí tiene cuerpo
Y es el mío.
Hastío de una mujer casada
Debí darme cuenta
pareciera que quiero ocultar
la blancura de mis dientes
con el cigarro
Mil veces estúpida
Mi madre me lo dijo
Mis amigas también me lo dijeron
Una piensa que después del matrimonio
nada cambiará
y cambió
cambió mi cuerpo
mi cabello
mis ojos
hasta mi voz
Ahora soy fría
y desconfío de los vecinos
Mi hijo me parece irritante
La ropa sucia ha envejecido
mis manos y todos mis sueños
Necesito alejarme por un momento
de mi casa para pensar bien las cosas
tal vez así el amor vuelva y ame
ame a mi esposo
a mi hijo
la bajilla
el trapeador.
No me castigues
Solías explicarme la diferencia
entre el rosa mexicano y el rosa pastel
Ahora estás quieto e insensible
y no sé por qué
¿Acaso ya no me quieres?
Espero que sí
porque yo te sigo queriendo como la primera vez
incluso más
No lo sé
algo en tu indiferencia me tiene atrapado
Tal vez si te digo que ponto moriré
tu actitud cambie y seas el hombre de antes
sí,
ese que prefiere un ramo de girasoles
Lo intentaré, más vale arriesgarme
que escuchar de nuevo
tu silencio.
No pienses que con ella va a ser diferente
La mujer por la que me dejaste
no tiene lo que yo tengo
No pienses que con ella
vas a encontrar la felicidad
Se nota que en menos de un año
la dejarás por otra
Después las dos nos juntaremos
para hablar de ti
y de tus malos gustos
Qué más podríamos discutir
dime
si lo único que sabes hacer
es
correr.
Una carta para Brenda
Brenda, si acaso llegas a leer esto, te pido una disculpa. Sé que tenías miedo de que yo escribiera cosas sobre ti. Sabes que me gusta que la gente se entere del más mínimo detalle de nuestra vida. Pero si no escribo la verdad, pecaré de arrogante y mentiroso. Yo te quiero muchísimo. Aún el tatuaje que me hice por ti sigue en mi espalda. Nuestra amistad, a pesar de que ya no te veo, a pesar de que tu esposo te prohibió juntarte conmigo sigue en pie si tú quieres. ¿Cuál es la verdad, entonces? La simple verdad es que tú me confesaste que tus hijos no son hijos de él. Que lo habías engañado porque en su empeño por convertirse en un gran artista ya no te ponía atención. Sabía que iba a pasar en algún momento. Era tu destino. Lo decía en la palma de tu mano cuando en la preparatoria comenzamos a creer en la quiromancia, pero nunca me creíste. No te percataste que iba a escribirlo, sino creo que jamás lo hubieras engañado. Yo aplaudí tu decisión, como amigo estaba contento de que por fin te dieras cuenta de que ese hombre al que llamas amor era un farsante. Te mintió muchas veces. Te mintió cuando te dijo que él iba a ser famoso y rico y que te iba a sacar de pobre. Ahora, dónde estás. Más sola que nunca. Estás demacrada y fea. Has llorado tanto por él. No se lo merece, Brenda. Tú debes de ser fuerte y confesárselo. Debes decirle que todos estos años has vivido en una mentira que tiene un color rojo. Debes decirle que, sin ti, él nunca hubiera sobrevivido como hombre. Dile que estás cansada de ese sueño que él persigue. Dile que jamás tendrá un nombre importante porque no tiene talento. Y tú lo sabes. Nunca entendí tu afán por seguirlo en aquellos años. Lo seguiste siempre como una mascota. Y mírate, Brenda, cómo terminaste. Mírate y dime que no es verdad lo que estoy escribiendo. Sé que te prohibió hablarme porque él conoce mis capacidades de persuasión. Sabe que yo era la única persona en tu vida con la que podías ser libre. Pero yo no he dejado de pensar y creer en ti. Como amigo y confidente estoy para lo que necesites, Brenda. No tengas miedo y dile la verdad. Dile que el hombre con el que lo engañaste tiene mejor aspecto. Tal vez así logre mirarse al espejo y por fin se corte el cabello. Sé que podrás con todo lo que implica la verdad: el abandono, la separación, las noches en vela, la falta de calor. Yo lo sé. Pero sé también que te repondrás rápidamente y tú sola lograrás sacar adelante a tus hermosos hijos. Entonces qué estás esperando. Si me necesitas, sabes dónde vivo, tengo el mismo número de teléfono y los pies pegados en la tierra.
Iván Mata (Guanajuato, Gto. 1989). Sus poemas han sido publicados en revistas electrónicas e impresas en España, México, Argentina, Chile. Antologado en el número 209 de Punto de Partida (UNAM): “El fragor de otras voces. Diez jóvenes poetas guanajuatenses”. Y por la revista Alternativas: “28 jóvenes poetas del Bajío menores de 28 años”. Aparece en el muestrario poético Las avenidas del cielo (UAA y UG), y en las antologías La vida va (La Rana), Círculos de Agua (La Rana), Letras interiores, Poesía no consagrada (Editorial Granuja) y Escritura desde el encierro (Los otros libros). Es autor del poemario Vómito de una pistola sin gatillo (Los otros libros), Soy Cebra (Editorial Granuja) e Ivanna Kill (Editorial La Rana). Ha sido integrante de la primera, segunda, tercera, quinta, sexta y séptima generación del Seminario para las Letras Guanajuatenses con los tutores: Eusebio Ruvalcaba, Marcial Fernández, José Luis Bobadilla, Ángel Ortuño, Geney Beltrán, José Kozer y Rocío Cerón.