Naufragio
Todo el que muere tiene la razón,
asalta el hierro
las dimensiones posibles.
Tregua angustiosa
en el rincón de la memoria.
La realidad se atasca,
habita
cosas cotidianas gastadas.
El temor de las noches era cierto,
un rumor,
piedad terrible
espacio que me niega.
Yo hubiera pensado
en mi cuerpo cubierto por cristales.
Ahora en la ventana
un olor a bestia
húmeda,
a punto de morir
devora el cielo con su cráneo,
como si conociera el fondo
de la intemperie
su tristeza.
Antes de irte
Puede ser que esté cansada
y los hilos del viento
me desnuden
susurrando la llovizna de espectros.
Acostumbrada al silencio
intimido al azar bajo la mesa
y me tumbo sobre tu sombra
para amortiguar mis golpes de incertidumbre
sobre la almohada quieta
de los años.
Desfase
Recojo a tientas la noche
que entra adelantada,
mi cuerpo, exhalación apenas,
¿estoy muerta?
esta noche no hay un sitio
la luna arriba,
sola.
Entre las rendijas el enorme silencio
es relámpago que arde,
hablan mis sueños de mareas negras
redención de tiempo aniquilado.
Pensamiento recién nacido,
que arrastra su corriente.
Señales ambidiestras
desploman sus ojos desplegados,
son vestigios de muros indecisos,
memoria que el espejo desdibuja.
Mi propio delirio se levanta,
me acaricia,
me ataca.
Palabra inerte
Afuera está
la espera interminable,
la indiferencia y el polvo,
el instante de haber muerto,
la música delgada
y la calle endurecida.
Apenas mueve el horizonte
esta oscuridad
para volver al relámpago
mudo de la angustia
donde habitamos.
Enemiga de la luz
y del sonido
aprisiono tu mensaje en mi garganta.
Danza de los cuerpos
Comienza el instante,
límites posibles
donde tu rostro se expande en mis sentidos.
Lo claroscuro se entrelaza
en la sustancia que gotea libremente,
no hace falta el simulacro,
representar el inicio de la danza,
la divina persecución
que deja tus huellas en el aire.
Para guardar la trayectoria,
el mundo real bajo la almohada
se delinea hasta perderse en la caricia,
permite ascender
sin rumbo ante el relámpago,
extraviarse en el fulgor anticipado,
en tus ojos como refugio
y descubrir mi peregrinar en tu garganta,
en la mínima coherencia con que rozan mis dedos
tu perímetro corpóreo.
Las extremidades tañen sin sosiego
para inaugurar a diario
el lenguaje intraducible de los cuerpos,
intoxicarse en el contratiempo acumulado
el golpeteo continuo
y la música que se sustenta en la cintura.
Salir a respirar casi sin moverse.
El tiempo moja el amanecer
hasta encontrar el mar que emerge de los labios
quedarse,
partir,
permanecer,
observar lo indistinguible a punto de la asfixia
mientras la ficción persigue al infinito.
Porque jamás toca la distancia
el péndulo que te transforma en universo.
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Beatriz Saavedra es maestra en letras por la Universitat de Barcelona, España. Es escritora, investigadora, poeta, ensayista y académica. Doctorada por el Instituto Mexicano de Líderes de Excelencia (2018). Codirectora de la Editorial Floricanto, A.C. y directora de La Casa Estudio de Crítica Literaria CDMX. Autora de 8 libros de poesía y un libro de ensayo, Anatomía del Erotismo en Griselda Álvarez. Dirige el Taller de Creación Literaria “Alicia Reyes” en la Capilla Alfonsina (INBAL), y es directora del ciclo de conferencias “La poética de la inteligencia” en el Museo de la Mujer (UNAM). Es miembro de la Asociación Universitaria de estudios de las mujeres (Audem) España. Directora del centro de estudios de la mujer en la Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG) y es directora del festival La mujer en las letras de la ANHG UNAM. Coordina el programa poéticas de la inteligencia en “mujeres a la tribuna” IMER y coordina la cápsula literaria en ASTL.TV. Autora de artículos sobre literatura hispanoamericana en revistas y periódicos nacionales y extranjeros.