Óscar Armando Rascón lleva años formándose en la literatura de horror en importantes talleres de narrativa, con los autores más representativos del género en la actualidad, como Lola Ancira y Gerardo Lima. Ahora, bajo el cobijo de Huargo Editorial —proyecto que fundó junto al escritor Jorge López Landó— publica su primera colección de relatos en solitario: Los cuernos de Alewá.
Creció leyendo a Lovecraft, Poe y Stephen King; de grande cayó fascinado por la literatura de Rulfo y sus escenarios rurales, que se ven reflejados a lo largo de su obra: 17 cuentos que abandonan los límites convencionales para adentrarse en una visión modernizada y más cercana del Folk Horror, donde la Sierra de Chihuahua se vuelve cómplice a la hora de tejer sus densas atmósferas.
El escritor se dio tiempo para platicar con Poetripiados:
¿Cómo se te ocurre acudir a escenarios como la Revolución Mexicana para contar una historia? No es un lugar tan común para el género del terror.
Siempre me ha fascinado esa etapa del país y, combinada con el entorno rural, con la serranía, pienso que ofrece un marco perfecto para desarrollar historias siniestras, ya sea con un toque sobrenatural o que simplemente no terminen bien para el protagonista. En algunos poblados de la Sierra de Chihuahua todavía podemos hallar ecos de la época: desde objetos adornando los muros de algún restaurante, hasta leyendas que pueden funcionar como un detonante para la narrativa.
Y de repente te vienes al extremo de la modernidad. En tus últimos relatos hablas del Costco, de WhatsApp, de partidos de futbol del América. ¿Son saltos de tiempos y escenarios intencionados o son cosas que simplemente no te ocupan a la hora de formar una colección?
Fue involuntario. Para esta antología no consideré algún elemento que englobara los relatos. Si bien la mayoría de ellos tienen lugar en tierras chihuahuenses, hay otros que se desarrollan en Estados Unidos y otro más en una Europa prehistórica. Pero definitivamente es algo que me gustaría explorar: una colección alrededor de un solo concepto.
También llamó mi atención el mismo título del libro: utilizas una palabra rarámuri como Alewá. ¿Cómo llegas a integrar esta cultura dentro del género? ¿Hubo alguna experiencia o investigación de tu parte dentro de esta comunidad?
Mi tergiversado Alewá es un homenaje a Derleth y a Blackwood. La intención fue hacer un folk horror más cercano, más nuestro, y como resultado tenemos otra historia más de la Sierra de Chihuahua y Sonora. Busqué alguna entidad rarámuri que estuviera relacionada con el viento y me topé con Alewá. La tradición tarahumara sostiene que el viento es el espíritu de algo o de alguien (Alewá significa espíritu); si bien para los rarámuris no es algo siniestro, la idea es hacer dudar al lector, como también del origen de la danza del venado. Sí hice un poco de investigación, pero nada presencial; además, en la carretera 16 —al menos hace muchos años— existió un restaurante con las características que menciona el cuento, incluyendo los platillos.
Otra cosa: el lenguaje, los diálogos que se salen de esta solemnidad con la que se trata al género de terror, e incorporas anglicismos muy propios de la frontera o expresiones muy de barrio. ¿Intentas alejarte tal vez de estas líneas muy marcadas que dicta el género?
Sí. Intento que mis personajes sean muy realistas, y creo que los diálogos son clave para lograrlo. Por ejemplo, en Los cuernos de Alewá, Sergio se refiere a la Jeep Liberty como “carro” y Rogelio lo corrige diciendo “camioneta”; son detalles, pero dicen que el diablo está en ellos. Además, me cuesta más trabajo cuando la historia se desenvuelve fuera de México. Es muy fácil que, debido a esa formalidad en la “traducción”, termines con unos diálogos como sacados de un doblaje de televisión abierta, muy neutralizados.
Mucho del diseño del libro corrió por tu cuenta. ¿Cómo es tu proceso de selección de imágenes, por ejemplo? ¿Cuál es el fin de invertir tanto tiempo en la integración de estas ilustraciones con los textos, hablando como editor?
Las ilustraciones deben cumplir con alguno de estos objetivos: impactar al lector, generar intriga o bien, dar indicios de lo que se viene sin echar a perder la lectura. Si al final la imagen cumple con los tres, es un combo ganador. La finalidad es mejorar un poquito más la experiencia del lector, hacerla, de cierta forma, más inmersiva.
Se viene la presentación de tu libro. Tendrás grandes invitados, ¿verdad?
Cierto, el sábado 24 de mayo a las 7 de la tarde, en el Pabellón Exterior del Centro Cultural Paso del Norte, y voy a tener dos invitados de lujo: Rafael Leyva y Leticia Solares. Me hubiera encantado que la editora de esta antología pudiera participar y que, por cierto, nomás por el prólogo ya vale la pena que compren Los cuernos de Alewá, pero los tiempos no se dieron por cuestiones de agenda. Sin embargo, Lola Ancira estará presente en una mesa de diálogo muy interesante junto a Claudia Soto y Michelle Madrid, evento en el que Huargo Editorial tuvo mucho que ver.