Mohsen Emadi es un poeta, traductor, programador y cineasta iraní. Su vida es muy interesante, con todo y las tristezas que conlleva el exilio forzado. Tuvo que exiliarse por su activismo político en Irán, su país natal. Esto lo ha llevado a vivir en tres continentes y cinco países, adquiriendo con los años un concepto e idea de la vida enteramente universal, dominando varios idiomas desde muy joven.
“Yo salí de Irán vía aeropuerto normal, con la ayuda de mi padre. Pero la urgencia de salir inició en 2008 cuando llegaron a mi casa, robaron mis escritos y una de mis pertenencias digitales. En 2009 estaba muy activo en el Movimiento Verde, luego hicieron arrestar a unos amigos muy cercanos y me di cuenta de que si no salía rápidamente me iban a alcanzar. Cuando salí, cuatro días después arrestaron a cuatro amigos muy cercanos. Me dijeron que algunas empresas vendieron servicios de inteligencia al gobierno islámico, que no tenía más uso que el de espionaje a la gente normal. Yo tengo dos lados, por una parte, estoy metido en la computación y por otra parte estoy metido con la literatura. Y esa fue la razón, la política”.
Mohsen nació en Sari, en la provincia de Mazandaran, en el norte de Irán, un 29 de octubre de 1976. Cuando le pregunté qué era lo que más recordaba de su infancia en su país, me contó la historia de su abuela:
“Mi infancia siempre está. ¿Quién puede quitar algo tan cercano a las venas? Siento que siempre tengo una conversación con mi abuela, está muy presente en mi vida, en mi poesía, en muchas cosas, y mi ejemplo de poeta surge de su figura. Era una mujer muy especial y resistente. Mi abuelo materno (hablo de mi abuela materna) era un ser muy culto, tenía muchos libros y estaba muy metido en la política y tenía poder. Cuando se casó con mi abuela eran personas de pueblo, campesinos, pero cuando él se metió en cuestiones del poder, quería vivir en otros ámbitos, quería una vida diferente y traicionó a mi abuela con otra mujer. Y lo que pasó fue que mi abuela no podía aceptar a alguien que no cumple sus promesas ni la traición, y salió de la casa, con una tradición de sociedad islámica, y salió y se fue a vivir a una montaña donde tenía un terreno, herencia de su padre y con sus propias manos construyó su casa y desde entonces no volvió a ver a mi abuelo. Ella escribía poesía y cantaba sus poesías. Mi abuelo, como persona de poder, lo que hizo fue ponerla bajo mucha presión para que regresara con su familia, y para eso hizo cosas brutales, por ejemplo, hizo que mi madre y mi tía trabajaran como esclavas en los campos y no les dio permiso de estudiar. Les prohibió a sus hijos tener cualquier acceso a la educación para presionar a mi abuela, para doblegar su dignidad y que regresara, y poder convivir también con su otra esposa, pero mi abuela no aceptó y se quedó en la montaña por cincuenta años. Ella trabajaba en los campos. Cuando murió mi abuelo ella no aceptó ningún dinero, era una mujer muy independiente y no quiso ni un peso de mi abuelo…
¿Veía a tu mamá, veía a sus hijos?
Sí, a escondidas. Hasta que mi madre se casó con mi padre y la relación fue diferente. Cuando era niño pasaba mucho tiempo con ella, porque a mí me gustaba su actitud, su manera tan digna de ver la vida. Y además apoyaba a otras mujeres del pueblo para que fueran dignas, orgullosas y lucharan contra este tipo de machos. Por eso desde hace años, en todas mis entrevistas cuando me preguntan por mis maestros, primero menciono a mi abuela porque sin duda ella es lo más importante como figura en mi vida, tengo varios libros dedicados y escritos para ella, tengo grabaciones, documentales y cosas similares sobre ella y pues, está presente en mi vida.
Qué buena historia.
Sí, es la lucha de las mujeres en sociedades cerradas y tradicionales, es algo muy diferente.
Con su imperfecto español, Mohsen me cuenta que ha pertenecido a la Izquierda desde los 17 años, “y la Izquierda en Irán ha sido horriblemente oprimida. Han matado a muchos de Izquierda. Siempre he tenido un carácter revolucionario, y, además, aliado con figuras intelectuales. Han pasado cosas horribles. Por ejemplo, la obra de Ahmad Shamlú, mi maestro, fue prohibida durante quince años, y no se podía ni nombrarlo en público porque era un crimen.
Mucha represión…
Mucha represión. Y pensábamos que había cosas que podíamos cambiar, pero que el poder del dinero, es decir, del capital, del petróleo y muchas cosas más, es fuerte, y además el gobierno… el régimen de Irán, no el gobierno, es un régimen brutal, como hemos visto. En noviembre del año pasado mataron a mil quinientas personas solo por protestas, normal. Allá muchos escritores no pueden hablar, no pueden publicar lo que es necesario. Los que son poetas gubernamentales sí publican y tienen sus publicaciones en varios lados, pero los que no están aliados, de ninguna manera, no tienen lugar.
Eres traductor de poetas de iraníes, ¿no?
Yo veo el concepto de Irán un poquito más grande que la lengua persa. Yo estoy más concentrado en todas las culturas que construyen una identidad, porque yo pertenezco a esta identidad colectiva. Son varias tribus, que antes eran tribus y ahora son naciones que viven en conjunto. Mi lugar es allá, y pertenezco a dos idiomas, uno es el persa y el otro es mazandaraní, que es un idioma antiguo como el persa. También se habla kurdo, que es un idioma, no es un dialecto, nada de casta, es un idioma propio, y hay otros idiomas que viven allá. Por eso prefería, en lugar de dar tanta voz a la lengua central, del imperio, darle forma a las lenguas que forman esta identidad colectiva.
Su trabajo poético ha recibido diversos reconocimientos, como el Premio Internacional de Poesía de Miedo (Casa del Poeta, Trasmoz, España, 2010), la Beca FILI (Finnish Literature Exchange, Finlandia, 2010), la IV Beca Internacional Antonio Machado (Soria, España, 2011), la Beca ICORN (Red internacional de ciudades para escritores refugiados, 2012-2015) y la VI Distinción Poetas de Otros Mundos (Fondo Poético Internacional, 2015).
Publicó una antología de poesía kurda en español, “y para no ser egocéntrico no he trabajado primero en mi lengua que es mazandaraní. También está el árabe, pero para los persas, el árabe no es una lengua que ellos quieran aceptar como parte de su identidad, yo no lo veo así, la lengua árabe también tiene su impacto histórico, pero dentro de Persia se ve como la lengua de los colonizadores, muy parecido a ustedes como ven a los españoles. Alrededor de los 70s, la segunda lengua que enseñaban en las escuelas era el inglés, por eso la mayoría de los iraníes saben hablar inglés.
-Yo no veía la necesidad en mi trabajo personal, de traducir poesía inglesa al persa. Yo me dediqué a traducir poesía de lugares menos conocidos y menos leídos en Irán, por ejemplo, de la lengua española. Es una pena saber que la única versión traducida del Quijote es del inglés, no hay una versión al persa del castellano. Yo viví en la República Checa, en Praga, entonces traduje poesía checa al persa. Y ahí me di cuenta de que había una conexión de la poesía de Europa Central con mi región, vía Turquía, y Balcanes. También viví en Finlandia y traduje poesía finlandesa. Traduzco desde los 18 años y tengo un ritmo de traducir un poema diario.
Ha publicado los poemarios La flor en los renglones (Lola Editorial, España, 2003, trad. de Clara Janés), No hablamos de sus ojos (Goo Publishing, Irán, 2007), Las leyes de la gravedad (Olifante, España, 2011, trad. de Clara Janés), Visible como el aire, legible como la muerte (Olifante, España, 2012, trad. varios), Abismal (CrC, México, 2016, trad. varios) y Standing on Earth (Phoneme Media, EE.UU., 2016, trad. de Lyn Coffin); así como el libro de conversaciones con Clara Janés y Antonio Gamoneda, De la realidad y la poesía (Vaso Roto, 2010).
De los poetas mexicanos, ¿a quienes has leído?, ¿a quienes lees?
Son varios los poetas mexicanos que yo amo. Por ejemplo, he leído a Octavio Paz, especialmente Piedra de sol, lo leí cuando tenía alrededor de 17 años. Dos personas construyeron este vínculo interior fuerte que tengo con México. El principal es Juan Rulfo, con Pedro Páramo, a los 16, 17 años lo leí y me llevó a otro mundo, y además sentí la cercanía de la vida de nuestros pueblos y los pueblos mexicanos. Los que han vivido en estas culturas saben que es la definición de la realidad. Y al lado de Pedro Páramo leí Piedra de Sol. Octavio Paz es muy importante para mí, pero poco a poco comencé a conocer a otros poetas, por ejemplo, José Gorostiza. Traduje Muerte sin fin al persa y es una gran obra. De los vivos y que ya traduje y que amo su poesía es Francisco Hernández, es un poeta mayor en profundidad y además de experiencias que tiene en sus obras. La poesía mexicana para mí es una gran poesía. Traduje a Jaime Sabines, aunque mi tipo escritura no está muy cerca de Sabines, pero sentí la necesidad de presentar que también existe esta voz en México, y además su poesía es muy tierna y era necesario que la sociedad persa lo conociera. Y hay varios, por ejemplo, Gloria Gervitz con Migraciones, me tocó profundamente. Pero la traducción de Gloria todavía no ha llegado a una versión final que pueda entrar a la sociedad persa, pero estoy trabajando en su poesía. Y además hay muchísimos poetas exiliados, como Juan Gelman. De Gelman traduje gran parte de su poesía, varios libros de Juan.
¿Cómo conociste a Gelman?
Juan fue amigo de amigos y nos conocimos casi durante el primer mes que llegué a México. Un día nos tomamos un café y después me invitó a su casa y estuvo genial, hablando, bebiendo, fue una noche fantástica, y se creó una amistad entre nosotros y ya, nos vimos. Una semana antes de salir de Irán, unos amigos que sabían que yo iba a salir, me llevaron… había la amenaza de que el internet iba a ser cortado totalmente por las protestas, y ellos tenían miedo de que ya nunca pudiéramos escucharnos y me llevaron a un estudio para que yo grabara algunos poemas que yo amaba, y dentro de esos poemas yo tenía dos poemas de Gelman. Entonces tenía que traducir a Juan. Pero al conocerlo, siento me dio el chance de conocer el ritmo de su ser y el ritmo de su lectura para saber cómo traducir su ritmo a mi lengua, a mis lenguas. También de Eduardo Millán admiro mucho su trabajo. México es un mundo.
¿Cómo fue tu contacto con el cine y los documentales?
Siempre he amado el cine y fue en parte por curiosidad. El cine y los videos eran controlados por el gobierno, y en Irán no existía una circulación normal de películas del mundo y cosas así. Pero había un programa de televisión nacional que elegía algunas obras de maestros del cine con censura. Ahí vi por primera vez a Tarkovsky, en este programa que cada jueves se presentaba en la noche. La censura allá era lo ideológico y lo erótico. Luego busqué amigos que tuvieran en su casa VHS, pero tenías qué verlas sin subtítulos, por ejemplo, Bergman, pero sin entender nada, conectar sin lengua, y te das cuenta de que no es sólo lo que dicen, también lo que hacen, cómo hace Bergman sus películas y allá aprendí de cine. Después me metí a aprender cine y conviví con grandes cineastas iraníes.
Emadi es Ingeniero en Computación por la Universidad Tecnológica de Sharif en Teherán, Irán. “Fue en el 2010 cuando sentí que quería hacer películas”, me cuenta vía telefónica desde Toluca, donde reside actualmente. “Todavía estoy aprendiendo, hice documentales, pero soy más un realizador. La pandemia me dio el chance de trabajar más en varios conceptos que tenía sueltos y ahora ya tengo una definición más clara de lo que se trata de mi voz en el cine”.
¿Cuál es tu proceso creativo? ¿Cómo te organizas para hacer tantas cosas en el día?
Como soy ingeniero, las cosas para mí deben de tener una rutina y una definición, si pierdo mi rutina, pierdo donde estoy, y ésta se define por proyectos y según lo que estoy haciendo en un periodo de mi vida y las condiciones que tengo, establezco una rutina. Todos los días tengo un tiempo de lectura, por ejemplo, leo por dos o tres horas, como mínimo, a menos que un proyecto me lo impida. Y alrededor una hora, hora y media, escucho música. No pongo música todo el día, es música en la que debes concentrarte, son folclores del mundo, música clásica, pero también escucho música de la India, música de Japón, de los Balcanes, y ahí aprendo, y cuando escucho música, sólo escucho música, no hago otra cosa. Y también, cada semana tengo que ver dos películas, pero películas serias, no Netflix, ¿okey? (risas).
¿Cine independiente?
Independiente. Tengo un archivo de dos mil películas. Hay algunas que las he visto cincuenta veces, y vivo dentro de muchas películas, porque las veo como un libro fantástico de poemas que uno siempre regresa a leer, ¿quién va dejar de leer Pedro Páramo, por ejemplo? Para escribir poesía no pongo tiempo, es la única cosa que me puede pausar en todo; si estoy, por ejemplo, en una fiesta y de repente llega la poesía, dejo la fiesta. Entonces la poesía tiene privilegios sobre todas mis actividades, no importa dónde esté o cómo esté, si la poesía toca la puerta, siempre la abro. También me gusta cocinar, le dedico tiempo a cocinar, siempre cocino, desde hace muchos años, y me gusta experimentar con la comida, construir nuevas comidas, mezclar varias culturas. También, si hay oportunidad de pasar a ver amigos, me encanta, porque amo al ser humano. Cuando recién llegué a México, tenía sed de conocer más el ambiente literario mexicano, por eso andaba mucho con amigos en fiestas, pero me di cuenta de que la mayoría de estas fiestas son reuniones vacías, entonces me alejé, me fui a vivir fuera de la Ciudad de México, ahora vivo en Toluca y antes de Toluca viví en el pueblo de Malinalco. No me gusta pasar el tiempo emborrachándome. La borrachera puede tener algunos momentos bonitos, pero siempre andar de borracho, para mí no tiene sentido. Lo que me di cuenta es que, en lugares como México, principalmente la generación joven, era andar de fiesta en fiesta, y amistades que construyes sobre alcohol, no son amistades verdaderas, por eso me alejé. A mí me gusta beber, a los persas nos gusta beber, pero todo tiene su lugar. Dos años me la pasé así, no sabía que estaba pasando…
No sabías que la gente era tan borracha…
No sabía que México era tan borracho (risas). Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, pensé: “no quiero perder mi vida por cosas así, ir de fiesta en fiesta”, entonces me salí de ese ambiente. Yo siempre me salgo pacíficamente, no tengo problemas, “hagan lo que quieran, pero yo no estoy” (risas).
¿A qué hora te levantas?
Depende. Yo vivo en tres tiempos y trabajo en esos tiempos, Asia, Europa y América; si tengo un trabajo en Europa, me levanto según el tiempo de Europa. O cuando pasan cosas dentro de Irán, debo estar con el tiempo de Irán, que son nueve horas y media de diferencia con México. Depende del trabajo, porque el trabajo dicta las cosas.
¿En qué proyecto trabajas actualmente?
Son varios. Estoy haciendo un libro largo de ensayos sobre la identidad y la lengua. Cuál es la identidad que compartimos en mi región de nacimiento. Sobre una construcción fenomenológica hacia la definición de la poesía en las lenguas que han convivido por milenios, especialmente la lengua armenia, árabe, persa, y además el entorno histórico de la relación entre Irán y el Imperio Romano, Grecia, India y los árabes. Es un trabajo de investigación de años, se publica el próximo año. Es un trabajo que lleva mucha lectura y también escritura. Por ejemplo, cuando hablamos de la poesía japonesa clásica, sabemos de qué se trata, también de la poesía francesa, pero, ¿qué es la poesía persa? Es una región muy interesante de convivencias históricas y milenarias, y yo trato de proponer una teoría de cómo funciona esta dinámica y cómo nosotros vemos el mundo, porque de una manera la lengua define cómo ves el mundo, es el lenguaje del ser. El lenguaje español define como ves tú el mundo.
A Mohsen le parece extraño que haya una necesidad de lenguaje inclusivo, que los hablantes del castellano estemos discutiendo en esos términos, pues en el persa todo es neutro. “Creo que a las lenguas romanas les interesaba esta separación de entornos entre los masculino y lo femenino”.
Su poesía ha sido traducida a varios idiomas, y es fundador y editor de la Antología persa de poesía mundial. Como realizador, ha dirigido varios documentales poéticos entre los que destacan Querido Antonio, sobre la influencia de la Guerra Civil en la poesía de Antonio Gamoneda; La única patria, que contiene la última entrevista de Juan Gelman, y Un poeta y su exilio, acerca del exilio de Luis Cernuda en México.
Otra diferencia marcada que ve entre su cultura y la cultura europea y mexicana es que, en estas últimas, la gente vive en forma lineal, y en la suya viven de forma circular; “por ejemplo, cuando en México hay una canción nueva, todo mundo quiere escucharla, nosotros preferimos lo viejo, lo viejo es más bonito, la antigüedad es un asunto que puede sobrevivir en la historia, algo valioso, como un poema o una canción que puede pasar de siglo a siglo sin morir. Tenemos culturas que quieren preservar. La memoria es parte de la cultura y parte del momento, y tenemos culturas que quieren olvidar, culturas del olvido, la cultura norteamericana es una cultura del olvido, justamente porque no tiene historia. Y cuando nos vemos con ellos desde ese punto de vista tenemos graves problemas para entendernos. Tenemos diferentes conceptos del amor, por ejemplo, ambos podemos utilizar la misma palabra, pero sin entendemos. Para nosotros el amor se entiende dentro de una épica personal, toda persona nace dentro de una épica y elige qué épica representa su ser. Y la muerte de la épica es la muerte del amor.
¿Hay un futuro para la poesía?
Yo no veo un fin para la poesía, la poesía muere cuando muere el ser humano y ya. La poesía no es un género literario, eso es una falsedad. Pensamos que el lenguaje nos comunica y no nos comunica si no está la poesía. Yo hablo de las enfermedades hechas por el lenguaje. Y la poesía nace del vacío o del silencio del lenguaje. Yo pienso que, a diferencia de muchas personas que dicen que la poesía no es traducible porque la meten dentro del lenguaje, yo la meto en un lugar, ontológicamente, al mismo nivel y una categoría igual que el lenguaje. Porque no es solamente en el lenguaje donde la poesía se manifiesta, se manifiesta en el cine, hasta en el acto del amor. Por ejemplo, para mí el Che Guevara es un poema en el lenguaje de lo político, de su tiempo. La poesía no es un género literario para que muera. Sí, la novela puede morir, pero la poesía no (risas).
¿Y la tecnología no podría destruirla?
La tecnología es otro lenguaje. Por ejemplo, los hackers, su definición es “curiosidad juguetona”, los que destruyen los crackers. Los hackers son otra cosa, su actitud es de libertad, de resistencia. Qué bueno que las redes sociales nos están comunicando, pero todo es espionaje, desde el Estado hasta grandes empresas y nos están manipulando.
¿Crees que la pandemia sea una manipulación?
No, es un virus, eso ha pasado muchas veces en la humanidad. Lo que sí lo es son las noticias falsas que utilizan las grandes empresas para manipular, pasó en Brasil y pasó en México. Ellos saben que las noticias falsas se transmiten seis veces más rápido por las redes que las noticias verdaderas. Muchas empresas están ganando dinero con la construcción de noticias falsas. La revolución nunca será digital, la resistencia está en las calles.
Me cuenta, ya con más confianza y de manera informal que también está haciendo dos documentales históricos y un libro de poesía que se llama Paisajes, “que son paisajes desde antes de nacer hasta la fecha”. Días antes habíamos intentado vernos en persona por el rumbo de la Condesa, cosa que no logramos por algunos inconvenientes de última hora, así es que le refrendo la invitación a ir por una cerveza artesanal la próxima vez que venga a la Ciudad de México. La entrevista me deja un agradable sabor de boca y muchas ideas en la cabeza. Ha resultado una experiencia sumamente enriquecedora y refrescante. Le doy las gracias y colgamos el teléfono cerca del mediodía.