Luis Alfredo Gastélum, nació en 1982, es originario del estado de Sinaloa y radica en Tijuana. Es Licenciado en Lengua y Literatura de Hispanoamérica y Maestro en Educación. Ha obtenido el Premio Interamericano de Poesía Navachiste, el Premio Estatal de Literatura en Baja California, entre otros. Su obra aparece en medios locales y nacionales, y en las antologías Tijuana es su centro (2011), Somos poetas y qué (2011), San Diego Poetry Annual (2012-2013), La ciudad. Encuentros y desencuentros (2016), Una fiera lentísima (2017) La isla de los poetas: 25 años del premio Navachiste (2017) y Voces reunidas. Entrevistas con poetas de Baja California (2017). Fue becario en PECDAS 2012-2013 (Sinaloa) y en PECDA 2013-2014 (Baja California). Desde 2008 ha participado en festivales literarios, lecturas, presentaciones y ferias de libro a nivel nacional, además de impartir en Baja California y Sinaloa, el taller de poesía “Bosque Madura”.
-¿Qué es la poesía?
Pensando en mi respuesta se me han ocurrido diversas definiciones de poesía y todas me parecen, hasta este momento, desorientadas y hasta forzadas. Incluso patéticas. Iba a decir que poesía es la belleza o una hoja que cae, algo que pasa volando; un atentado celeste; estaba a punto de escribir que es una militancia, un placer, un soplo divino, un no lugar, lo abominable, lo sucio, lo atroz, guerra y amor; poesía, iba a decir, es un concurso de epilépticos tratando de abofetear a la muerte o un mareo que sufren los eruditos al perder la razón. Iba a decir que poesía eres tú, y también que no eres tú. Iba decir que poesía es una canción de John Lennon o de Roberto Carlos, un aguachile con chile chiltepín, aquel gol de Van Basten ante la URSS, Jessica Biel, el cariño de un perro, una caguama aterciopelada, dormir soñando. Tantas cosas iba a decirte sobre lo que es la poesía, que a estas horas ya no sé qué es. ¿Ves lo que te digo?
-¿Cómo ha sido para ti ser poeta en Tijuana?, primero por ser una ciudad sui generis, y segundo por la lejanía con la Ciudad de México.
Yo, como muchas personas que vivimos en Tijuana, soy migrante. Llegué aquí desde adolescente y aquí hice mi vida hasta hoy. Cuando decidí que iba a ser poeta, es decir, a comprometerme con esa idea y con el oficio, era mucho más joven y no pensaba en geografías. Sólo leía y escribía. Aquí estudié la licenciatura en Lengua y literatura de Hispanoamérica y en ese periodo comprendí, pensando en mi país, que hay literaturas delimitadas por su territorio.
Leía bastante sobre la centralización literaria y me sentía lejano a las oportunidades de diálogo y aprendizaje. Leía poesía y narrativa producida por personas de otros estados (Jalisco, Chiapas, Nuevo León, Tabasco, Sinaloa, Sonora y el Distrito Federal de entonces), y no evitaba hacer comparaciones con lo que se escribía en mi estado. Los registros temáticos y estilísticos me parecían disímiles. Cada poeta o narrador era (es) abrazado por su entorno, por sus desiertos, por sus mares, por su selva, por su llano, por el cemento de sus ciudades y el polvo de sus pueblos, por la flora y la fauna, por lo visible y lo invisible.
En 2008, cuando publiqué Santa Maguana Motel, mi primer libro, ya sabes, quería destacar en el ámbito local. Quería que todos leyeran mi propuesta, misma que por ahí clasificaron de neobarroca. Algo que hasta hoy cuestiono. Y así continué mi periplo literario con los poemarios Heredad de Piedras, Señor Couch Potato, Caza Mayor, Yo superhéroe, Suicídante Jisei y el libro de cuentos Esos seres extraños. Ya pasaron los años. El tiempo que abarcan todas estas publicaciones, fue también uno de madurez personal en muchos sentidos. Así he madurado, según yo, como poeta y como persona. Pero en este tiempo, y hablando nuevamente de territorios, me asenté en el norte del país. Sé que en el centro y sur del país me conocen poco, quizás algunos amigos que tengo por ahí. Me publicó Tierra Adentro, Cuadrivio, el ISIC dos veces, pero no sé en realidad hasta dónde ha llegado mi escritura. Vivo en la esquina, acá donde está muy buena la comida y la vida nocturna, no calculo cuál hubiera sido mi experiencia si como poeta me hubiera formado en el centro del país. Cómo saberlo.
-¿Crees que los concursos literarios signifiquen algo en cuanto a la calidad de los escritores?
Los concursos literarios son para ganar dinero, diplomas, estatuillas y flores. Y claro, para publicar libros. En ese sentido les funcionan a los que escriben. Para quienes apenas empiezan su camino escritural son útiles para dar a conocer su obra y por consiguiente, a ellos mismos. Para quienes tienen un recorrido más amplio, supongo que los consolida. En ambos casos se leen sus semblanzas biográficas, y la palabra “premio” es como una medalla olímpica que estará ahí, colgada para siempre. Porque los premios eso tienen: son eternos. Al menos en la memoria y semblanza del ganador.
Por otro lado, he conocido casos de escritores que obtienen un premio con su ópera prima. Y también casos de muy buenos bardos que nunca ganaron uno. ¿Mala suerte? ¿Falta de calidad en sus obras? Quién sabe. Habría que estudiar a fondo ese fenómeno. Cabe señalar que también hay golpes de suerte, es decir, aquel caso en que un autor obtuvo un gran premio, pero después nada pasó con su carrera. Otra cosa es consabida, en muchas ocasiones el libro premiado no es superior al que quizás quedó atrás en la deliberación. Te lo digo porque he comparado libros que participaron en cierto concurso y no ganaron, con el ganador de dicho certamen, y he encontrado diferencias considerables en relación a la calidad. Por supuesto, esta es mi percepción, subjetividad meramente.
Es que cómo saberlo. Ya sabes, hay estructuras, fórmulas. Los que ganan premios las conocen. Ni siquiera quiero meterme en el lío de los amiguismos. He tenido la oportunidad de ser jurado de premios literarios, y sí, leyendo 100 libros uno encuentra esas fórmulas, ese libro sostenido en la preocupación por la unidad temática, estilística, por la consistencia, por la escasez del riesgo. Luego, hay escuelas. Las de los jurados, y ahí es donde yacen las obras que no ganan y se quedan a esperar turno en otro premio o de plano, a la destrucción por parte de su frustrado creador.
Creo que los concursos son también una manera de construirse el prestigio. Creo que así se asume. Ganas el premio, el monto, la publicación, y tienes más posibilidades de obtener becas, invitaciones a eventos, amistades, adulaciones. Falta un aparato crítico que revalorice las obras premiadas. Ganar el Elías Nandino para los jóvenes, en mis tiempos de joven creador, era la cumbre, como lo es obtener el Aguascalientes, por citar uno. Hay concursos que tienen esta aura consagratoria que eleva al ganador y lo posiciona (hablando de México) en el olimpo de la literatura nacional, je.
La calidad literaria tiene bien delineados sus criterios; no obstante, la obtención de un premio, te lo juro, se da muchas veces de manera fortuita. Incluso, la diferencia entre el ganador y el finalista ha quedado entre uno o dos ínfimos detalles. Y uno es el favoritismo del jurado en turno, su visión particular de lo que debe ser un gran libro de poemas. Pero claro, no gana quien no participa. Así que…a escribirle, que si no es para transformar el canon literario mexicano sí será para ganarse unos pesos y pagar el alquiler o comprarles unas cervezas a tus amigos.
-¿Consideras que es válido el uso de las apps de inteligencia artificial para ayudarse a escribir?
No soy experto en el tema. Si me pides una opinión considero que es válido hasta cierto punto. Puede que como recurso bibliográfico o como apoyo a la creación. Así como se usan los buscadores. En relación con la escritura de poemas utilizando la inteligencia artificial, me parece deshonesto. La poesía es también un acto de honestidad. Pero me estoy inclinando al fondo y no tanto a la forma. Porque yo puedo dirigir la IA para que me haga un soneto, por ejemplo, con su versificación y métrica tradicional y saldrá perfecto; sin embargo, el tópico abordado es el que quizás no represente mi pensar o sentir de forma fiel. Creo que Chomsky ha dicho algo al respecto. Creo. Como docente estoy muy atento a que mis alumnos no incurran en esa deshonestidad al presentarme un trabajo escrito. He descubierto a algunos y he perdido la fe en ellos, así de drástico. No me lo preguntaste, pero yo no uso la inteligencia artificial para escribir, ni quiero.
-¿Qué se te ocurre hacer para que la gente lea más poesía? ¿Algún programa, táctica, proyecto?
La verdad nada. No soy un “activista poético”; sin embargo, desde mi propio espacio (el aula) promuevo la lectura de poesía entre mis estudiantes. Lo hago desde el hedonismo y a veces desde la didáctica. En clase leemos poesía conversacional, lúdica, más cercana al coloquialismo que al parnasianismo o a la poesía barroca (por decir algo). Sondeando y observando a mis estudiantes he visto que el acercamiento a la poesía los ofusca; la ven como un evento en pay per view, como un manto sagrado que no deben tocar. Yo quiero mostrarles que es palpable, que la pueden entender (uno de los principales obstáculos de la lectura de poemas) y que es múltiple en sus formas y fondos, que no sólo es verso y rima, muerte y naturaleza, soledad y amor. La poesía está en todas partes, cada objeto, ente abstracto, olor, sabor, sensación, cosa, reclama a un poeta, y cada poeta un lector.
-¿Cómo te llevas con la tristeza de estos días a nivel mundial? ¿Sirve de algo estar triste para un poeta?
Es complicada la respuesta a esto. Pienso que la tristeza es una consecuencia y como tal tiene muchas procedencias. No es como la felicidad, la que considero la aspiración humana cardinal, en cuya búsqueda constante siempre estamos. Eso condiciona nuestra existencia, pienso. Con tu pregunta, si te refieres a este auge actual en relación a la salud mental, a la paz interior y a la preocupación generalizada por resolver estos problemas mediante la ciencia, dígase la Psicología, por citar una, creo que estamos, a nivel mundial, en una etapa de reconocimiento, de asimilación, y eso es muy positivo. Luchar contra lo que nos sacude y lastima desde adentro es querer ser feliz. Creo que la tristeza nos acompaña también en nombre de otras emociones como la frustración, la envidia, el egoísmo; y de sensaciones como la ansiedad, la baja autoestima, entre otras. Así funciona en la poesía. Por ejemplo, en mi obra he utilizado el tema de la muerte en el 90% de mis libros. La tristeza ha estado ahí en forma de verso, de palabra, de ritmo. Ha tenido otras caras, otras pieles. La tristeza es la entrañable amiga que sea hace invisible cuando nos miramos en el espejo.
-¿Cómo llevas tu día a día, tienes alguna rutina?
Vivo en una rueda de la fortuna que no se detiene. Creo que muchos andamos así. Ser adulto sí que es exasperante. Soy docente en una universidad (CUT. Universidad de Tijuana) y en una preparatoria (Cecyte). Además, estudio un doctorado en Educación. Tengo mucho trabajo siempre. He dejado la escritura un poco, mejor dicho, un mucho. Sé que volveré, pero no sé cuándo. También estoy desmotivado en relación a la escritura, no sé, algo me falta. Quizás solventar lo que la vida adulta me reclama, quizás tranquilidad, espacio, tiempo. Ya me estoy desahogando. Te decía, todo el tiempo en el que me mantengo ocupado es también un acto de pasión y entrega: lo dedico a mis estudiantes. Soy muy comprometido con el acto de educar, de enseñar. Soy un romántico de la vocación docente. Doy el máximo a mis alumnos y soy honestísimo con ellos al leer hasta la última palabra que escriben, al darles retroalimentación, motivación y apoyo. Cuando no estoy leyendo estoy revisando tareas, cuando no estoy en clase estoy escribiéndoles unas palabras constructivas. Estoy enfocado en eso, además de mi tesis doctoral. Mi rutina es así. En los últimos tres años he dejado de escribir, aún no me encuentro (volví al tema, je). Trabajo y trabajo es mi rutina. Tengo la esperanza de que volveré a escribir, tengo dos ideas, un poemario y otro libro de cuento, a ver.
-¿Quiénes han sido los escritores, vivos o muertos, más importantes en tu vida?
Es una larga lista que debo acotar. Empecé a leer desde muy pequeño y la cantidad de autores, al margen del género literario, es variada y relativamente amplia. Conservo, claro está, una predilección por cierta poesía, ciertos narradores y algunos ensayistas. Se me vienen a la mente muchos, y seguramente olvido a otros. Un ejemplo: Poetas mexicanos: casi todos los de la generación de Contemporáneos. Mi ídolo juvenil Xavier Villaurrutia. Poetas españoles, franceses, japoneses, chilenos, gringos; narradores británicos, rusos, gringos otra vez. No sé. Quizás, en medio del carrusel de escritores, puedo ver a Neruda. Lo dejé hace mucho tiempo, pero mi pasión adolescente por el chileno nunca se apagó. Es como ese amor de secundaria que nunca olvidaste, como una roca que no desprende la corriente del río. Nunca se va, nunca se ha ido. A veces, cuando me canso de leer textos académicos o de ver memes, acudo a él para encontrar una sensación de alivio, para volver a ser aquel adolescente que leía y se emocionaba con las lentas, lágrimas, sucias.
-¿Cómo visualizas los libros físicos en unos diez años más, con todo el auge de los libros electrónicos?
Vuelvo a mis estudiantes, pero la opinión está dividida. Algunos prefieren leer en sus dispositivos, otros en un libro que huela bonito. Pero me preguntaste a mí. No creo que haya un cambio drástico de hoy a diez años. En lo particular, veo versiones electrónicas de libros y/o revistas y aún observo una resistencia al cambio en muchísimos lectores. Creo que somos más los que disfrutamos de tener el libro a la mano sin la necesidad de una conexión, por ejemplo. O de cargar el dispositivo en cada oportunidad. No sé si en el ámbito editorial piensen igual. Hay revistas que antes eran en físico y ahora son digitales en su totalidad. Eso ha reducido gastos, procesos. Pero como no soy editor, no me incumbe. Soy lector y sí, el cambio está ocurriendo, a cuenta gotas.
-¿Cuál es tu mayor sueño en la vida que aún no has realizado?
Comprarle una casa a mi mamá y poner una escuela que no sea la escuela del diablo.
Es autor de los libros de poesía Santa Maguana Motel (Chuparrosa/UABC, 2008), Heredad de piedras (ICBC, 2011), Señor Couch Potato (FETA, 2012), Caza Mayor (Cuadrivio, 2016), Yo, superhéroe (ISIC, 2017), Suicídante Jisei (ISIC, 2018) y el libro de cuento Esos seres extraños. Actualmente es docente universitario.