A través de la literatura incursionamos en historias por sinuosos caminos que se bifurcan una y otra vez, en diégesis en las que nos hubiese gustado participar ya sea como personajes o como el último hálito de uno de ellos.
La literatura en sus inicios tuvo a su mayor aliada la lengua hablada, en la que relataba historias que iban y venían a través de la tradición oral, aún sin ser categorizada como literatura, y menos como Universal, pues muchas de esas historias no trascendieron como un Edipo Rey, de Sófocles, donde vemos la honestidad de un mandatario, al cumplir los castigos asignados por él mismo, al asesino de Layo (rey que le antecedía), quien por azares del destino era el propio Edipo.
Pues si bien es cierto, que la escritura garantizó su permanencia, hoy, en pleno siglo XXI, ha surgido otro formato que ha ayudado a difundir grandes obras de la literatura, el cine. Sé que esta afirmación, ha logrado que muchos de nuestros lectores hayan dado “un grito en el cielo”, pero es una de las maravillas del mundo que entra en la categoría de las Bellas Artes, que se ha vuelto un soporte para mostrar las narraciones depositadas durante mucho tiempo sólo en libros e incluso en audios (programas radiofónicos, radionovelas, audiolibros…).
El cine ha logrado desde su primera proyección el 25 de diciembre de 1895, cautivar al espectador ávido de historias, que sin querer compararlas con los textos literarios originales, cuando de adaptaciones se trata. Disfrutamos de los recursos que la narrativa audiovisual ofrece, con diálogos diferentes, en escenarios similares o totalmente opuestos, e incluso con desenlaces distintos, si sólo se inspiró en el texto.
Las adaptaciones literarias en la pantalla muchas veces han sido un acierto, pero con ello no olvidemos las que han destrozado el texto, y que significan un alejamiento de él, aún antes de haberse leído.
Pero hablemos de las primeras, de esas adaptaciones que nos hacen releer el texto, o nos conducen a leerlo por primera vez, como fue el caso de la excelente adaptación del cuento Idilio, de Guy de Maupassant, adaptación y dirección a cargo del Maestro Jaime Humberto Hermosillo, donde vemos que Génova se vuelve Atoyac de Veracruz, Marsella, la Ciudad de México (entonces Distrito Federal), pero la historia medular es la misma, una mujer que trabaja de nodriza quien deja encargados a sus hijos para alimentar a otro por el que cobrará, esto en la historia original, mientras que en la película vemos a una María Rojo que ha perdido a su hijo (quien nació muerto), y también trabajará de nodriza. Ambas en su escenario se encuentran en el tren a un joven escuálido. Los dos hombres ante el suplicio de la mujer que no ha dado de amamantar se ofrecen para ayudarlas, y le dicen exactamente la misma frase “Señora, yo puedo aliviarla”, y después de beber de sus grandes pechos, tanto en el cuento como en la cinta, las mujeres agradecen a los muchachos que terminaron con su dolor, y estos hombres responden “Soy yo quien le doy las gracias, señora, hace dos días que no había comido nada”, este desenlace sorprendente varía en el texto de Maupassant y en el de la película en los días, en ésta se habla de tres días, es decir, Hermosillo lo dramatizó aún más en su cortometraje.
El texto, en su traducción en español, nos llenó de aromas y texturas, con un lenguaje literario colmado de imágenes, en la propuesta cinematográfica del director y guionista nos muestra los rostros, sus rostros, su escenario rural no distante al que describió el autor francés, en su provincia europea. En el cortometraje nos despedimos con un tren, que a la inversa del de los Lumiere, se aleja, no nos impacta como el del arribo de los creadores del cine, pero desaparece después dejando un buen sabor de boca, después de contar una gran historia.
Cabe mencionar, que la mancuerna del Cine y la Literatura, ha fortalecido la propuesta de utilizar la narrativa audiovisual como una herramienta pedagógica. López Camacho (2001), señala en la antología Cruzando Fronteras cinematográficas, que la formación verdaderamente integral de un estudiante de bachillerato requiere de una ampliación del concepto de Literatura que se extienda a otras esferas de la realidad, con el fin de que pueda de la misma forma ampliar sus horizontes como lector y como ser humano.
Fuera de las aulas, el ciudadano desde el S. XX y el actual, disfruta de las grandes obras adaptadas de manera magistral, y hasta de las malas versiones, que obligan al espectador a revisar el texto una y otra vez para su disfrute.
Fuentes:
-López Camacho, O (2001). El cine en video y el trabajo en el aula con la literatura. En Mercader Yolanda, Cruzando Fronteras cinematográficas. (35-42). UAM-Xochimilco, Universidad de Texas en el Paso, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
-Armiño, M. (2011). Guy de Maupassant, Todas las mujeres. México. Ediciones Siruela.
Idilio, Dir. Jaime Humberto Hermosillo.
-Filminlatino.com https://www.filminlatino.mx/catalogo/?f[type]=film&p=1
Semblanza
Susana Ortega Luna es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM, especialista en crítica de cine y literatura, además de docente.