La historia a veces se escribe en despachos improvisados, al calor del café y de las decisiones audaces. Ocurrió así en la Hacienda de Bustillos, donde se afinaron las estrategias que, semanas después, abrirían las puertas a un nuevo país. Fue ahí, en esa propiedad chihuahuense ubicada en el municipio de Cuauhtémoc, donde la Revolución Mexicana encontró un respiro, un cuartel, y sobre todo, un rumbo.
La primavera de 1911 traía consigo la tensión de un país al borde del cambio. Luego de la derrota sufrida en Casas Grandes el 6 de marzo, Francisco I. Madero y sus seguidores buscaron refugio en la hacienda de San Diego, desde donde fue proclamado presidente provisional de México. Sin embargo, sería en la Hacienda de Bustillos donde el proyecto revolucionario alcanzaría una dimensión colectiva e irreversible.
Un punto de encuentro y una estrategia
A finales de marzo de 1911, Francisco Villa llegó a Bustillos con poco más de 200 hombres. Venía desde el desierto, curtido en batallas, pero dispuesto a abrazar una causa que ya no era solo de armas, sino de principios. Días después, Pascual Orozco se sumó al encuentro. Allí, entre las paredes centenarias de la casa grande, se celebró la primera reunión estratégica entre los tres jefes revolucionarios.

Bustillos no fue una elección al azar. La hacienda, propiedad de Pedro Zuloaga y administrada por Alberto Madero, tío del líder revolucionario, ofrecía condiciones de seguridad y simpatía. Zuloaga había intercedido años antes por Villa, evitándole la pena de muerte tras un episodio de bandolerismo, por lo que el Centauro del Norte mantuvo siempre respeto y gratitud hacia la propiedad.
Ese respeto se convirtió en estrategia. En los salones y comedores de Bustillos, se delineó el plan para tomar Ciudad Juárez, la plaza clave para fracturar definitivamente el régimen de Porfirio Díaz. La salida fue acordada para el 7 de abril de 1911. Los revolucionarios avanzaron, enfrentaron obstáculos —como la batalla en Estación Bauche y tensiones con grupos magonistas— y finalmente llegaron el 20 de abril a Juárez, donde semanas después lograrían la victoria más simbólica del movimiento armado.

Bastión antes, durante y después
La Hacienda de Bustillos ya había sido un punto de encuentro para Madero y líderes como Abraham González, incluso antes de la llegada de Villa y Orozco. Durante la Revolución, continuó siendo un punto neurálgico. Años más tarde, en diciembre de 1915, la hacienda volvió a ser escenario de decisiones críticas: allí se licenció una parte del ejército villista, aunque muchos de sus integrantes continuaron la lucha junto al Centauro.
Este lugar, discreto en la narrativa oficial pero fundamental en la realidad del conflicto, fue testigo de la transición de un movimiento disperso a una fuerza organizada y decidida. En Bustillos nació, literalmente, el ejército que le dio forma al proyecto maderista. Fue en sus patios donde se fraguó la caída del viejo orden político.
