Platón y Homero al ring
El debate entre filosofía y poesía es de origen político y no estético o gnoseológico. En su libro Dónde se encuentra la sabiduría, Harold Bloom retoma el famoso debate (que es eso debate, no combate) entre estas dos caras de esa moneda etérea llamada logos personificándolas en Platón y Homero. Sin embargo, en dicho ensayo se buscan afanosamente los orígenes de dicho altercado en la estética o la gnoseología, cuando los orígenes de este debate están en otro lado.
El esqueleto del Estado
Me explico: las cosmogonías, que luego devinieron en religiones, fueron lo que hoy son las leyes para nuestras modernas democracias: un esqueleto intangible del Estado. Entendido éste último como una forma de organización social. Así pues, ese esqueleto hecho de leyes o ideas, según el caso, creó una jerarquía entre los primeros seres humanos.
El primer esqueleto ideológico que creó una nueva forma de convivencia entre los seres humanos primitivos fue el animismo (todavía más cosmogonía que religión), mismo que empoderó a los magos-chamanes que conocían la manera de lidiar con los caprichos de la naturaleza (ya primitivamente deificada en dioses que personificaban a los fenómenos naturales), quienes al paso de la historia, llegaron a gobernar al lado de los reyes-faraones, como en el caso del Antiguo Egipto.
Entonces, apareció la religión politeísta, que empoderó a los sacerdotes como nuevos intérpretes de los designios celestes y defenestró a los magos. Los sacerdotes llegaron a gobernar al lado de los reyes. Como en el caso de Sumeria o bien, más actualmente, del cristianismo en Europa. Recuérdese, en este último ejemplo, el pleito entre la religión y la magia encarnada en La Inquisición contra las brujas.
La serpiente de Dios
Estas etapas de la vida humana no han estado exentas de cismas entre los distintos paradigmas (cosmogonía, religión, ciencia) que se han sucedido a lo largo de la historia humana. Recordemos algunos momentos icónicos: Moisés se presenta ante Faraón (Génesis) para pedirle que libere al pueblo hebrero, en nombre de su nuevo Dios.
Faraón lo reta a demostrar el poder de Jehová: Moisés toma su cayado y lo tira al suelo coviriténdose al instante en una serpiente. Ante ese acto retador, los magos que flanqueaban al Faraón, hacen lo propio convirtiendo sus báculos en serpientes, las cuales, tras una breve riña, son devoradas por la sierpe de Moisés. Acto simbólico que representa el dominio de la nueva religión monoteísta sobre el viejo politeísmo. Esta reyerta proverbial derivó en la sustitución de los magos por los sacerdotes-profetas como nuevos adláteres de Dios, al menos en el naciente pueblo hebreo.
Alejandro Magno va a la guerra con Homero
En la Antigua Grecia, donde se inventó una nueva forma de Estado: la democracia, dicho cambio de orden político no estuvo exento de su respectivo cisma al interior de la jerarquía social de Atenas, donde se originó este cambio.
Así, en el viejo sistema monárquico-aristocrático, quienes se hacían cargo de la educación del pueblo (como también lo menciona Harold Bloom en su texto) eran los poetas. Todavía para el siglo V a.C. Homero era parte de la educación formal de los atenienses. Recordemos que en sus correrías por Medio Oriente Alejandro Magno nunca se desprendió de la Ilíada de Homero, con que lo instruyó su mentor Aristóteles.
Aristóteles contra Homero y Protágoras
Con la instauración de la democracia, los poetas, van perdiendo su sitio de privilegio en la sociedad ateniense para darle paso a los nuevos maestros de la plebe: los sofistas. Pensemos lo siguiente: en un mundo donde el rey tenía un poder absoluto el pensamiento crítico no le era útil a nadie, ya que si no estabas de acuerdo con los designios del monarca eras desterrado, encerrado o enterrado. Es por ello, que ante la necesidad de saber convencer (pensamiento crítico) para hacerse con un cargo público, que antes era hereditario, surgen los sofistas, quienes prometían convertir a los jóvenes en ciudadanos victoriosos en el ágora.
Junto a la democracia (y antes que los sofistas) surgió otra bandada de pensadores, sin fines prácticos ni monetarios como los sofistas: los filósofos. Inmediatamente estos hijos-padres de la democracia entraron en pugna con los poetas y los sofistas para encumbrarse como los maestros de la plebe: imaginemos un momento a Aristóteles y Protágoras, filósofo aquél sofista éste, con una pléyade de jóvenes tratando de seguirles el paso sin desoír ninguna de sus enseñanzas en algún sitio público de Atenas: ésa era la nueva forma de educarse.
Es aquí, en el terreno político, donde se gesta la proverbial disputa ente filosofía y poesía (también entre dialéctica-lógica y retórica), la cual trasciende hasta los diálogos de Platón, concretamente: La Republica, quien hace decir a Sócrates de la poca valía de Homero como pedagogo de Grecia. Posteriormente este debate político resulta en la expulsión de los poetas de la República ideal de Platón. Lo demás son sabrosas conjeturas para deleite del lector desocupado.