Enrique Serna Rodríguez nació en la Ciudad de México, el 11 de enero de 1959. Es escritor, autor de cuentos, novelas y ensayos. Antes de ser escritor profesional, se dedicó a la publicidad de cine y escribió argumentos de telenovelas y biografías de ídolos populares. En 2019, la Feria Internacional del Libro de Yucatán le otorgó el premio José Emilio Pacheco por el conjunto de su obra. Algunos de sus libros se han traducido al francés, al italiano, al francés, al alemán y al portugués.
Haces investigación histórica, ¿cómo trazas la línea entre lo histórico y lo ficticio?
En términos generales, yo creo que la novela trata de llenar las lagunas que dejan los historiadores, no porque sean malos, sino porque aspiran a una verdad objetiva; o sea, todos los historiadores tienen una cierta línea ideológica y tratan de llevar agua a su molino, mientras que los novelistas históricos buscamos que haya una relación y tenga validez dentro de los límites de la ficción y, en general, yo creo que cuando estás con un personaje histórico, ya está documentado, y en ese sentido yo procuro seguirme a esa documentación, en todo lo que se refiere a la vida privada del personaje, amores, relaciones familiares y todo eso; entonces, los novelistas podemos tomarnos una licencia y hacer conjeturas y reconstruir cómo pudo haber sido esa vida a partir de las huellas que dejaron los personajes en su paso por el mundo.
Actualmente, ¿a quiénes consideras los narradores mexicanos vivos más importantes?
Bueno, mira, hay varias generaciones de escritores importantes que están en plena actividad, tengo algunos que me ha interesado seguir; de mi generación están Xavier Velasco, Juan Villoro, Mario Bellatín, Rosa Beltrán, Ana García Bergua, son los que más me interesan. De otras generaciones hay varios que han destacado mucho, como Jorge Volpi, Álvaro Uribe, actualmente Fernanda Melchor, Julián Herbert, que es muy buen narrador y además es un estupendo poeta, tiene un gran domino del lenguaje, y pues, esos serían los que más o menos me acuerdo.
¿Cómo era la vida nocturna de la Ciudad de México en los ochenta?, porque, por ejemplo, Fruta verde tiene mucho de esa vida cultural nocturna que había antes y que ya no existe.
Fruta verde sucede a finales de los setenta, justamente a finales de esa década, y yo creo que la vida nocturna de principios de los ochenta era una vida nocturna más segura, no había tanto riesgo de ser secuestrado o asaltado, pero tenía una cosa que era nefasta y veníamos arrastrando de tiempo atrás: no existían los lugares de reunión para jóvenes, no podía haber discotecas porque había un veto del sindicato de músicos, dirigido por un líder vitalicio que se llamaba Venus Rey y que había impuesto la norma de que en los lugares donde hubiera baile, debería haber un conjunto necesariamente; entonces, las pocas discotecas que había eran clubes privados para niños fifís, y eso hizo que muchos prefiriéramos los tugurios, que en esa época eran bastante divertidos, eran cabarets, burlesque, donde había variedad con algún cantante, que no sé por qué, pero casi siempre era gay; también había magos y mujeres que se desnudaban. Eso luego se transformó completamente y a mediados de los noventa empezaron los table dance, que a mí nunca me han gustado porque es un desplumadero del cliente.
Claro, entre muchas otras cosas y problemas, ¿no?
Pero ya a partir de los noventa, los jóvenes tenían muchos más lugares para ellos, ya no había este veto del sindicato de músicos, y la oferta era mucho más variada.
Sobre Genealógica de la soberbia intelectual, ¿crees que existe o ha existido una especie de maniobra, como se plantea más o menos en el libro, una maquinación para limitar el conocimiento al populacho?
Bueno, yo creo que siempre las castas divinas, desde la antigüedad, por supuesto, trataron de monopolizar el conocimiento, eso se fue heredando y no ha desaparecido del todo en la época actual. Yo creo que se trata de defender privilegios, y la idea de mis ensayos es mostrar cómo funciona el poder intelectual en el campo de la literatura, sobre todo. Es un ensayo polémico donde hago algunas críticas que seguramente no les agradaron a muchos escritores y eruditos, etc. Pero ese es el interés que debe tener un ensayo, arriesgarse a opinar, aunque vaya uno a contracorriente y en este caso a contracorriente del mundo académico.
Claro. Pero, ¿tú crees que existe algo real en ese sentido, dentro de la intelectualidad mexicana?
Yo creo que existe en todos los ámbitos intelectuales, no nada más en el mexicano. Creo que es necesario denunciarlo porque solapa la mediocridad. Cuando hablo, por ejemplo, de la poesía actual, como es una poesía tan hermética, en lugar de que ese hermetismo sea un enriquecimiento porque haya poemas con una gran polisemia, es decir, con una pluralidad de significados, lo que puede ocurrir es que están ocultando el vacío, o sea, hay cosas que son difíciles porque están encubriendo la nada. Además, ha habido una tendencia que sí ocurre en todas las épocas de la historia, cofradías de mediocres que se elogian mutuamente y se auguran que van a ser clásicos, y que su obra será leída y estudiada por todas las generaciones venideras, etc., y la verdad es que, en muchos casos, mucho después de muertos, nadie se acuerda de ellos.
Sobre eso, muchos intelectuales, de 30 a 35 años para acá, empezaron a abrirse más a la gente; por ejemplo, a escribir en periódicos, ahora en redes sociales, hablando en un leguaje menos difícil para la gente de a pie; ¿ves eso?
Sí, pero no creo que eso haya empezado en tan poco tiempo, porque suplementos culturales hay en México desde hace 60, 70 años, digamos que siempre ha habido, dos maneras de… una es la academia, en donde hay una meritocracia, se trata de obtener títulos, etc., etc., y ese saber muchas veces se queda encerrado dentro de la propia academia porque no transciende al resto de la sociedad, entonces en los suplementos culturales, en las revistas culturales, hay un intento por cautivar al lector común y abrir esos cotos cerrados; eso existe particularmente desde que existe la opinión pública en Inglaterra y en Francia, a mediados del siglo XIX.
¿Y tú para quién escribes en lo personal, quienes son…? Bueno, sé que nadie piensa en eso cuando está escribiendo, pero…
Mira, yo escribo para cualquier lector que este dispuesto a hacer un esfuerzo imaginativo para complementar el significado de mis textos o mis ensayos; entonces, no necesariamente tiene que ser un lector culto, con una gran preparación literaria previa, porque por fortuna, cuando alguien trata de buscar la claridad, la precisión en el lenguaje, puede llegar a un montón de lectores, que no son necesariamente los sectores eruditos.
Leí un poco sobre tu biografía, tus comienzos, ¿tú escribiste Todas mis guerras de María Félix?
Bueno, le hicimos varias entrevistas, primero Enrique Krauze y luego yo, en las que ella habló de su vida, de su filmografía, de su gusto por el coleccionismo de antigüedades, y con todo ese material yo hice un trabajo de edición para armar todo este rompecabezas, pero no es un trabajo de autoría mía, sino de María Félix.
¿Entonces el libro lo escribió ella?
Sí, ella lo firma, no yo.
Bueno, claro, ella lo firma, pero, ¿no fungiste tú como escritor fantasma, no lo escribiste tú?
No, lo único que hice fue organizar el material para que tuviera coherencia, le di continuidad a los temas y eso fue todo.
¿Y lo de Jorge Negrete fue un trabajo de investigación?
Bueno, esa sí fue una biografía en la que yo soy el autor. Hice una tarea de investigación, recopilé muchos testimonios, el más importante fue el de su hermana Consuelo, ella tenía una muy buena colección de cartas y fotografías de su hermano. Vivían, por cierto, en la misma casa que él les compró a sus padres en la Guadalupe Inn, muy cerca de donde está la estatua de Jorge Negrete. Hice toda la investigación, fue una biografía que publiqué en el año 1993, el año en que nació mi hija.
¿Cómo crees que va a afectar la pandemia a la producción editorial? ¿Seguirán los libros impresos?
Bueno, esta pandemia ha sido un golpe muy fuerte a la industria editorial porque cayeron las ventas. Y las que más lo están resintiendo son las editoriales pequeñas. De hecho, hubo tres de ellas que lanzaron un SOS: Era, Sexto Piso y Almadía, pidiendo donaciones de lectores. Espero que sobrevivan a esta crisis porque sería muy triste que desaparecieran.
Sobre la desaparición del libro físico, Crosthwaite me decía que tenemos que resignarnos a perderlo, pero, por otro lado, Carlos Velázquez me decía que eso nuestros ojos no lo van a ver.
Curiosamente, creo que el único país donde el libro electrónico ha desplazado bastante al libro de papel es Estados Unidos, porque eso no ha ocurrido en Europa ni en el mundo de habla española, y en este caso es porque las editoriales que dominan esos mercados, Penguin y Planeta, tienen una política de no bajar mucho el precio del libro electrónico, y en Estados Unidos el libro electrónico cuesta la mitad que el de papel, entonces tiene un gran atractivo para los lectores, pero aquí, como nada más le bajan un 10 ó 20 por cierto, pues a nosotros nos da igual comprar el de papel que el electrónico; claro que el electrónico se compra por comodidad, muchas veces uno no quiere desplazarse a la librería, etc. Yo he leído muchos libros electrónicos, pero el libro electrónico tiene sus problemitas, pensando en estudiantes que subrayan los libros, o luego quieren buscar las citas para ponerlas en algún trabajo o algo, en el libro electrónico es más complicado.
¿Consideras que hay suficientes lectores en México?
Hay muy pocos, y eso las estadísticas lo demuestran. En México se lee un libro al año, incluyendo los libros de texto. Entonces, realmente es muy poca la gente que lee, debe ser el 1 por ciento de la población. El tiraje, por ejemplo, de los periódicos, son bastante pequeños, los que más tiran deben tirar 70, 80 mil ejemplares; ahora, también los periódicos están resintiendo mucho la competencia del Internet, porque ya la mayoría de la gente lee periódicos en Internet, eso hace que bajen mucho las ventas, pero es pequeña la cantidad de gente que lee en México.
¿Existe el elitismo y favoritismo dentro de las capillas literarias en México?
Yo escribí en los años 90 una novela que se llamó El miedo a los animales, que es una sátira del medio intelectual mexicano. Mi crítica en esa novela iba enfocada, no tanto a las capillas, sino a la burocratización del medio literario, porque a mí me parece que lo más dañino es cuando, dentro de las instituciones, hay ese tipo de mafias, porque digamos que, dentro de una revista, son los mismos los que publican o que se elogian entre sí, si ese grupo es de escritores malos, van a hundirse junto con su barco, ¿no? (risas)… Pero digamos que es una revista particular, privada, tienen cierto derecho, pero en las instituciones públicas tienen que ser más transparentes y más plurales, ¿no? Y no lo eran en absoluto cuando yo escribí esa novela en la época de oro de la putrefacción del régimen del PRI. El régimen del PRI utilizó mucho a las instituciones culturales para captar intelectuales, eso es algo que ahora ya no sucede, pero veo que sigue habiendo esa tentación de abusos del poder cultural, porque acaba de ocurrir que la Secretaria de Cultura le dio, por sus pistolas, un premio a una productora de cine que se llama Bertha Navarro…
Sí, sí, sí…
Pero es un premio que no le dio el jurado de los premios nacionales, se lo dio ella. Eso es bastante grave, nos muestra que de nuevo vienen esas tentaciones de abusar del poder cultural, ¿no?
Yo creo que eso nunca va a desaparecer, sea la izquierda o la derecha quien gobierne, el ser humano así es.
Sí, pero yo creo que hay que transparentar esas decisiones. Cuando los jurados son los que deciden premiar una obra o a una persona por la trayectoria de toda su vida, es importante que esas decisiones sean tomadas por jurados muy calificados para emitir una opinión, no de una burócrata, en este caso la Secretaria de Cultura.
Claro, se debería de transparentar todo, se supone que es lo que se está buscando, pero, en fin. Sobre la crítica literaria en México, me decía Eduardo Milán que existen buenos críticos, pero que no hay dónde escribir esa buena crítica.
Pues tiene razón en parte, porque quedan muy pocos suplementos culturales y los que hay le dedican muy poco espacio a las reseñas. Cuando yo empecé a publicar en suplementos, había muchos más que ahora, y había dos en particular: el Sábado de Uno Más Uno y el semanario de Novedades, que incluían una buena cantidad de reseñas. Entonces sí se están cerrando los espacios. Ahora, yo creo que la crítica tiene otro problema, tiene un problema de credibilidad, y eso es muy grave porque el único antídoto contra la mercadotecnia editorial es la crítica. Cuando un crítico logra obtener credibilidad, puede ser un contrapeso contra la mercadotecnia editorial, pero el problema aquí en México es que hasta los buenos se dedican a hacer relaciones públicas, se dedican a elogiar amigos, a no meterse en problemas, etc., entonces, los libros se recomiendan de boca en boca, pero la crítica no influye mucho en el fracaso de un libro.
Hablando sobre tu creación, ¿cómo decides cuál es el siguiente libro? Tienes ya un proceso de cómo vas armando una idea, ¿o llega de pronto?
Yo creo que la gestación de las ideas es involuntaria, ahí sí no creo que intervenga para nada la voluntad, porque yo creo que además, las mejores ideas llegan en momentos, probadamente, de ocio, son ideas que el escritor no está buscando y que de pronto recibe por un milagro, eso yo creo que es la inspiración, pero después de concebir esa idea, el trabajo es de disciplina diaria, que consiste en tratar de plasmar la imagen ideal que uno tiene de la obra que quiere escribir, o de acercarse lo más posible a ese ideal, lo cual exige autocritica y eso es algo que se va formando con el paso del tiempo, no ser conformista, no creer que lo primero que uno escribió ya está bien, sino exigirse mucho.
¿Te siguen gustando los primeros libros que escribiste?
Me siguen gustando a partir de Amores de segunda mano, porque yo creo que, a partir de ese libro de cuentos, logré un salto adelante. De ahí creo que me he sostenido en calidad, más o menos parejo.
Platícame rapidito cómo fue tu infancia y tu adolescencia, cómo creciste.
Cómo no. Yo fui un niño de clase media, viví la mayor parte de mi infancia y adolescencia en la colonia del Valle, en la calle de Patricio Sanz. Nieto de refugiados españoles que llegaron a México después de la Guerra Civil. Mi abuelo paterno era director de un periódico en Murcia, El Liberal, y había sido magistrado de la república; mi abuelo materno fue consejero de orden público de la Generalidad de Cataluña, un personaje muy interesante, Eusebio Rodríguez Salas, escribí un cuento sobre él, se llama El Manco Rodríguez, que está en mi libro, La ternura caníbal. Entonces mis padres nacieron en España, llegaron de cinco años a México, se mexicanizaron muy rápidamente, pero la mayoría de sus amigos eran hijos de españoles y crecí en una familia más o menos españolista, pero eso por fortuna se me fue quitando en la escuela, por los amigos que hice. De modo que en la actualidad me siento absolutamente mexicano. Iba a estudiar periodismo y comunicación en la UNAM, recibí un adoctrinamiento marxista intensivo, pero abandoné esa carrera porque me gustaba más la literatura, estudié Letras Hispánicas, esa sí la terminé, pero sólo llegué a la licenciatura. Iba a hacer una maestría en Bryn Mawr College en Pensilvania, pero me fastidió demasiado la teoría literaria, y así fue cómo abandoné el mundo académico.
¿Cómo es un día normal en tu vida de pandemia?
Yo trabajo en las mañanas, escribo, más o menos, de 10 a 2 de la tarde; no siempre, porque no estoy escribiendo todo el tiempo, ahora sí porque acabo de escribir un cuento largo o novela corta, me salió un relato largo como de 89 cuartillas, y ya acabé, eso lo hago en las mañanas. En la tarde saco a pasear a la mi perra. Cuando no estaba la pandemia iba de compras. En las mañanas hago ejercicio, desayuno y me pongo a trabajar.
¿Tú crees en la meditación, el yoga, el poder las palabras, tienes algún interés en eso?
Un tiempo hice yoga y sí me gustó mucho. Yo he sufrido mucho de insomnio toda la vida, y gracias al yoga podía dormir bien sin pastillas, pero sólo duró esa felicidad durante dos, tres meses, porque luego recaí en la neurosis, y desde entonces he tomado antidepresivos, desde hace 25 años.
¿Tienes proyectos en puerta?
Quiero publicar un libro de cuentos, probablemente en el segundo semestre de este año, incluye el que acabo de terminar y otros más breves, y creo que me faltaría escribir uno que ya tengo en la cabeza. Seguramente para enero o febrero tendré listo ese libro.
Dos cositas ya para terminar, me quedé con una frase que viene en tu libro Genealogía de la soberbia intelectual, no sé que me puedas decir, dices que Nietzsche terminó convertido en un hediento best seller de la filosofía.
(Risas)… Bueno, es una ironía. Como Nietzsche creía que la única literatura importante, incluyendo la filosofía, era la literatura minoritaria, entonces es una paradoja que él se haya convertido en un best seller de la filosofía. Entonces, eso lo dije como una ironía, que este hombre que era tan elitista, resultó que le gusta a mucha gente; él se hubiera horrorizado, probablemente, de saber que actualmente tiene cientos de miles de lectores.
Cuando él en realidad no quería eso.
Probablemente no lo quería, pero lo que pasa es que como él y Schopenhauer eran grandes prosistas, eran personas que escribían en una línea muy depurada, eran estupendos escritores que seducían a sus lectores, ¿no?, entonces es un resultado hasta cierto punto lógico que cautiven tanto a los lectores. Los antípodas de ellos eran Hegel y Heidegger, que son escritores deliberadamente confusos, impenetrables, etc., pero es una impenetrabilidad que, como digo en Genealogía, muy probablemente oculte el vacío.
Bueno, ahora sí para terminar, ¿cómo ves el 2021? Dinos algunas palabras de esperanza a los lectores.
Ojalá que por lo menos, a mitad de este año, ya estemos libres de la pandemia. Tengo mis dudas porque este gobierno es terriblemente inepto, entonces no creo que vaya a ver una vacunación eficaz de toda la población, rápida, pero pues, ojalá se pongan las pilas para su propio beneficio electoral, porque si no logran hacer esa campaña de vacunación, probablemente eso les podría traer un alto costo político en las elecciones que van a ser a la mitad del año.
Espero que sí, por el bien de todos.
A mí me toca en marzo.
Pues, bueno, ojalá que a mediados de año ya podamos ir a la playa.
Sí, y que estén abiertas las librerías para que se pueda vender bien mi libro (risas)…
Tres de sus libros más importantes son: El vendedor de silencio (2019), Genealogía de la soberbia intelectual (2013) y La doble vida de Jesús (2014).