Enna Osorio Montejo se ha consolidado como una de las voces más fuertes de la poesía contemporánea en México. Originaria de Oaxaca, ha forjado un camino literario sólido, destacándose por su capacidad de transformar la memoria y la experiencia en versos de gran intensidad emocional. Su formación en Humanidades en la Universidad de las Américas, Puebla, junto con su especialización en Escritura Creativa en la Universidad Veracruzana y NOX Escuela de Escritura Creativa, han sido la base de una trayectoria que la ha llevado a figurar en antologías y revistas literarias.
Desde sus primeras publicaciones hasta su libro, La edad terrible, Enna Osorio ha explorado temas que atraviesan la intimidad, la identidad y los vínculos familiares. Su obra ha sido reconocida con distinciones como la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en el Programa Jóvenes Creadores y el premio Voces Nuevas 2021 de la editorial Torremozas. Con una escritura que oscila entre la poesía y la autoficción, su trabajo se ha nutrido de experiencias personales que, lejos de limitar su alcance, le han permitido construir una obra universal y conmovedora.
En esta entrevista, Enna nos habla sobre el proceso de creación de La edad terrible, un libro que nació de una necesidad profunda de entender la fragilidad de la familia, el peso de la memoria y los derrumbamientos emocionales que marcan la existencia. Nos comparte, entre otras cosas, su perspectiva sobre la escritura como un acto de resistencia y de exploración interior, así como la importancia del lenguaje poético para dar sentido a lo vivido.
A continuación, la entrevista completa:
1.- ¿Cómo surge La edad terrible, tu nuevo libro?
Hay temas que son obsesiones crónicas en nuestra vida. De niña escuché pláticas de adultos por entrometida y porque varios familiares maternos hablaban de lo que fuera frente a los críos. Me formé una idea radical de lo que era la lealtad en la familia. Hasta la adultez, o lo que sean los veintitantos años de edad, crecí con una fe ciega en mi padre. Pobre, lo convertí en un héroe, aunque él abonó a esta imagen con la exaltación romántica de los valores familiares y de pareja; además, le gusta ser jefe. Pensé que a mi familia no le tocarían los derrumbamientos por amores clandestinos, solo periodos económicos rudos –de vez en cuando, pues papá es muy trabajador–, la salud menguante en la vejez y la muerte. Durante la adolescencia juré que escribiría la historia de la familia de mi mamá. La vi llorar, enojarse, alejarse de su padre. Presencié el desmoronamiento de su apellido. ¡Alguien tenía que hacer justicia! Pero la vida nos ocurre a todos. En mi familia tampoco duró el amor para siempre. En ese lapso, a mamá le diagnosticaron esclerosis múltiple y sucedieron más cosas como terremotos contra todo lo que pensé cierto y seguro. Después de lamerme las heridas hasta la anhedonia escribiendo versos, el poeta Francisco Hernández, en un taller que impartió en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), me dijo que identificaba en mi trabajo un hilo para escribir un libro y no solo poemas sueltos, me obsequió consejos, algunos libros y me recomendó aplicar para una beca. Comencé a escribir La edad terrible con el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), Jóvenes Creadores, en el 2011, bajo la tutoría de Héctor Carreto y José Eugenio Sánchez. Trabajaba mis textos también en el taller de la Biblioteca Pública Central de Oaxaca “Cantera Verde”, coordinado por Julio Ramírez.
Durante el proceso de escritura ayudé a mi mamá a mudarse de casa, y a Julio, a limpiar el ropero de su madre recién fallecida. Encontré objetos con una carga sensible de significados en esos espacios narrándome la historia de su gente, y exploré también mis tesoros guardados. En La poética del espacio, Bachelard estudia la casa como un territorio vivido, y dentro de ese lugar, los cofres, cajones y armarios son espacios de secreto, intimidad, orden y recuerdos. Emprendí el viaje inmóvil de la memoria en busca de mi identidad. Para ello, me hice algunas preguntas bastante serias: ¿Qué de todo lo vivido y amado era verdadero aún en mí? ¿Qué de mi vida sería lo suficientemente importante como para escribir un libro y dejárselo a los demás? Así nació La edad terrible, cuyo título tomé de un periodo que identifican los psicólogos en la infancia entre los dos y los tres años de vida. Es cuando hay una crisis de identidad y las criaturas retan los límites, berrinche tras berrinche.
Me tardé bastante en escribir este libro. No conseguía emerger del fondo indómito de la memoria. Pensé en abandonarlo. Los años 2018 y 2019 fueron los del cáncer. Antes, subsistí desafiando mis límites para sentirme viva entre la tristeza y la frustración. Decidí cerrar el libro y publicarlo. No quise quedarme en el grito, desde la autoficción, tomé el poder de la palabra para explorar y reflexionar en torno a la idea de la familia tradicional de la pequeña burguesía.
2.- ¿Qué ritmo marca este nuevo libro en tu vida?
La edad terrible es el primer libro que publico. Mi trabajo ha sido incluido en suficientes antologías en México y en algunas de España, pero antes no me sentía segura, por decirlo de algún modo, para lanzar el barquito de papel al mar. Varios son los motivos. Uno responde a la paciencia, pues considero el oficio de la escritura como una carrera de fondo y no los cien metros planos. En este libro trabajé con el material de mi vida, desde ahí era fácil caer en la sensiblería y repetirme, una y otra vez, mirándome el ombligo. Alí Chumacero dijo en una entrevista que las emociones y las ideas no son la obra de arte, es necesario el trabajo intelectual con el lenguaje, la maduración en el proceso creativo, para escribir un poema. También lo creo, y creo en la búsqueda de la poesía a la manera de Roberto Juarroz, es decir, aparece, desaparece, hay que provocarla. Otro tema es el de los reveses de la vida. Las dificultades nos sobran a todos, sin embargo hay cuerpos y cerebros propensos a la catástrofe. Tras una depresión severa que duró años y tres visitas al Tíbet o clínica de salud mental, me cuesta trabajo concluir proyectos. Me desordeno con facilidad. Tengo un hijo que nació pesando 1.150 kilogramos con paro respiratorio. Hoy está en la universidad, aunque en neurología auguraban un daño cerebral importante. Ha sido un camino de terapias, escuelas, médicos, dedicación, amor y buena suerte, a veces. Soy madre soltera y trabajo. Tuve cáncer de seno, ceniza en la boca, digo en un poema, y acepté la incertidumbre, el día a día. Esto me ha vuelto más tolerante, sobre todo, ha regresado mi voluntad de vivir como quiero. Catábasis y anábasis en La edad terrible. Algo más, no creo en los libros sin registro. Es como tener un hijo y no darle su acta de nacimiento. Entré a la Primera Convocatoria para Publicaciones lanzada por la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) en el 2020 y, bueno, en julio del 2024 salió del horno el libro en la Colección Perseo Vencido. Cristina Rivera Garza, en la Feria Internacional del Libro Oaxaca 2024, comentó que hay libros que parecen volverse autosuficientes y sorprenden al autor en los caminos que se abren. Mi libro les gustó a los del consejo editorial de Hasta Trilce Ediciones en Buenos Aires, Argentina. También tiene casa allá desde diciembre del año pasado. Nació terrible. Me parece maravilloso cómo encuentra sentido en lectores a los que tal vez nunca les estreche yo la mano. Sí, me ha abierto nuevas oportunidades.
A la fecha estoy terminando un segundo libro con el Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA), Creadores con Trayectoria. Mi relación con la escritura es más libre y comprometida ahora; también tomo otros riesgos escriturales.
3.- En tu proceso creativo, ¿qué es primero: una imagen, un ritmo o una palabra que suena en tu mente y pide ser escrita?
No tengo un solo camino para escribir. A veces es todo. A veces no encuentro ni por dónde entrarle a lo que me inquieta como un escozor adentro del cuerpo. Pero si no escribo, me pongo de muy mal humor. En otras ocasiones me dejan tarea, es decir, para algún proyecto bajo un tema específico me llega la invitación para escribir. En el 2012 entrevisté a Francisco Hernández para la revista de la Universidad de Guadalajara, Luvina. “¿Qué piensas de los poetas que esperan a que la musa los visite?”, recuerdo que con una sonrisa muy seria me respondió “Pues qué bueno que tienen el tiempo y la paciencia para esperar. Para mí, la poesía está ahí, pretextos sobran”. Con frecuencia me siento rebasada por la vida, nunca con el cerebro despoblado. Escribo a partir de lo que me involucra. Todo el tiempo estoy cazando: observo, escucho, huelo, toco. Es una forma de vida. Me gusta trabajar siguiendo un tema y sus derivas. Entonces me empapo de todo lo que encuentro relativo al asunto de mi interés. Dicha materia puede ser resultado de una emoción o idea fija, o algo externo que me afecte. Suelo rumiar lo que quiero hasta que empiezo con las palabras. Me suelto y comienzo a escribir.
Nunca es igual el proceso, pero siempre que escribo, leo. La lectura es intrínseca a la voluntad de escribir. Me mantiene en un soliloquio constante sobre lo que me incumbe. Abre el horizonte y ayuda también a no caer tan fácil en los lugares comunes. Los temas son los mismos. Seguimos bajo la misma condición humana. El asunto es cómo expresarlos. En el cómo encuentro el reto escritural. En una plática, la pintora Siegrid Wiese me expresó que mientras más conocimientos técnicos y referentes a la tradición de un oficio se tengan, es posible resolver mejor una obra. Respaldo estas palabras.
También me ha pasado que no le encuentro razón de ser a lo que hago, todo me resulta absurdo y me siento sin esperanzas. Leer me ha sacado de esa barranca. Aunque sea para depositarme en una isla mientras vuelve la fe al cuerpo. Y la música, ah, sin ella mi sistema nervioso colapsa, aunque tampoco abuso. El ritmo es respiración, movimiento, porque la literatura necesita palabras vivas; pero también es sentido, logos. Hay que tener cuidado con los fuegos artificiales.
4.- México es un país de contrastes y simbolismos, ¿cómo se transforman sus paisajes, tradiciones o heridas en metáforas dentro de tu poesía?
Como cualquier persona, pienso que pude haber nacido en otra parte del mundo. No abrigo sentimientos nacionalistas. Sin embargo, quiero a este país y más a las regiones en las que he vivido. Es natural, forman parte de mi imaginario, de mi forma de estar en el mundo, desde los buenos hasta los malos tiempos. Por otro lado, las personas de un lugar compartimos experiencias, también siento a la gente con empatía. Ya estoy hecha, en gran medida, a México, y en este país, a Oaxaca. Además, soy ave de isla, disfruto del recogimiento en mi casa. Mis paisajes y atmósferas están en el mar, las montañas, la ciudad. He referido el nombre de algún lugar cuando es necesario para la historia, el sentido de un texto, de otro modo, evito la alusión.
A finales del 2024 un grupo de cinco escritoras en Oaxaca publicamos una antología con la Editorial Ultramarina, La tierra se levanta: Mapa geopoético. Anduvimos por el centro de la ciudad de Oaxaca, leímos libros como Caminar, de Henry David Thoreau. La tradición de caminar y escribir ha sido poco explorada por las mujeres, casi no hay registros del caminar por ocio y contemplación entre escritoras latinoamericanas. Es un acto político apropiarse de las calles y existir en ellas como mujeres libres. De pronto, algunas avenidas crecieron frente a mis ojos al conocer su historia y empalmarla con la mía. Tomé conciencia de ciertas tradiciones locales, sonidos, aromas y emociones, como el miedo o la alegría, en lugares que he transitado con la prisa y la costumbre de los días. Escribí, por ejemplo, acerca de una esquina del mercado 20 de Noviembre, donde un tipo me dio una nalgada siendo una adolescente mientras veía afiches de artistas de moda. Así, también he sentido al Istmo de Tehuantepec por el gran carácter de su gente, sus costumbres y la exuberancia de su geografía; a Veracruz, por mi madre; y al personaje literario que es la Ciudad de México. Los lugares entran en mí para ser destilados a partir de lo íntimo.
Hay mucho de México que me duele, pero no escribo desde los temas de gran visibilidad con fines de mercado. Escribo habitando los lugares, las atmósferas que me atraviesan los huesos. En La tierra se levanta finalizo un texto así: “He construido mis caminos en los entornos de la ciudad y sus cosas entornadas me tienen. Habito esta casa y me despierta el rumor de su patio”. Finalmente, tarde que temprano a todos nos toca una gran porción de realidad.

5.- Si uno de tus poemas pudiera convertirse en un mural en cualquier ciudad mexicana, ¿qué versos elegirías y qué emociones te gustaría que despertaran en quienes los leen?
¡Ah, esta pregunta! Hace tiempo un pintor de Oaxaca, Guillermo Olguín, me dijo entre tintos y mezcales, que le gustaría llevar poesía y obra pictórica a los muros de las colonias grises en Oaxaca. Allá, donde todo está sin repellar, sin color y los cuartos recién construidos lucen rotos. Como tantos proyectos alumbrados por el alcohol, no se hizo nada, pero yo sí pensé en algunos versos. Después, una funcionaria pública de algún municipio del valle de Oaxaca nos propuso a varias poetas del estado que le brindáramos versos para hacer murales en zonas públicas de su comunidad. Cerca de una semana estuve recopilando las aportaciones de todas. Tampoco se realizó esa propuesta. Me encanta Acción poética,el movimiento creado en 1996 por el poeta regiomontano Armando Alanís Pulido, a través del cual lleva a la calle la poesía, la acerca a la gente que no la busca y la vuelve parte del paisaje.
La segunda parte de Absurdos para Magritte, poema incluido en la antología Voces nuevas XXXIV Selección, de la editorial Torremozas, se llama Mononucleosis o los amantes y lo cerré así: “Hay que morir para volver a empezar, pues la enfermedad del beso es contagiosa y, como el amor, incurable”. Imagino estas líneas cerca de un juzgado de lo familiar. El amor es una fuerza que acciona la vida y la muerte, nos mueve –amor propio– hasta el final. El último verso de La edad terrible cae con todo su peso sobre la lengua: “El silencio es la sangre de los muertos”, y me gustaría verlo en muchas bardas donde el miedo nos calla.
6.- ¿Has tenido algún poema que se resistiera a ser escrito? ¿Cómo lo enfrentaste o aún sigue palpitando en tu interior sin encontrar su forma definitiva?
Me ha pasado con algunos poemas que entro en un incendio o desciendo a un abismo. Entonces algo me asusta o incomoda o duele demasiado y quiero regresar al inicio o llegar al final sin ver el camino. No es posible darle la vuelta a una situación así, porque no puedo engañarme cuando ya presentí o vi lo que debo escribir. En La edad terrible me sucedió con más de la mitad de los poemas. Ahora me río, pero en los tiempos de la escritura de ese libro hubo momentos en que anduve con un pie en mi casa y el otro en el desierto (con el libro que estoy escribiendo ahora, un pie sigue en mi casa y el otro está en la clínica de salud mental, qué cosas). Parafraseo algo que escribió María Zambrano respecto a su experiencia con el exilio: para superar el desierto hay que atravesarlo. Es así. ¿De qué otra manera podría ser auténtica mi voz frente a mi madre abatida en la cama, volviéndose una planta consciente por la esclerosis múltiple, y darle voz a ella? Tu nombre es el mío me dejó balbuceando varias veces. La escritura furiosa fluye con más facilidad al principio, cuando llega la edición me cuesta apagar el fuego. En Señales del desprendimiento por heridas medulares me sentí fuerte por nombrar lo que no es posible frente a mi padre, aunque para soltar el poema no encontraba la salida en el arrebato. La literatura es lenguaje y en ella se distingue la inteligencia, no es solo un río bruto de emociones. Voy a algún lado cuando escribo, quiero algo y prefiero descubrirlo, no estar dando vueltas como zopilote sobre el campo de siempre. Además, debo tener cuidado, porque muchas veces escribo en busca de algún tipo de resarcimiento.
He enfrentado las dificultades del bloqueo con la lectura de otros escritores. Hace tiempo no podía pronunciar la palabra “cáncer”. La poeta Araceli Mancilla Zayas me regaló el libro Neurología 211, de Rocío González, en el cual conjura a la muerte por el tumor en su cerebro. Ya he dialogado también con esa enfermedad y escribí algunos poemas sobre mi experiencia con el cáncer de seno. Con frecuencia me funciona bailar, caminar. De pronto me quedo tiesa y fría pensando demasiado, y para mí la sabiduría del cuerpo es indispensable, su memoria.
7.- La poesía es una forma de memoria. ¿Qué parte de tu historia personal crees que se esconde en los silencios y las pausas de tus versos?
La poesía desnuda. Hace bastante tiempo le pregunté a mi padre por qué ya no iba a mis lecturas. “Me da un poco de vergüenza, luego andas hablando de nosotros, de la familia”, me respondió murmurando como si alguien más pudiera oírlo. La verdad es que no cuento todo y no todo lo que refiero es cierto. ¡Qué aburrido sería! Escribo de lo que conozco, y si recurro a la autoficción o me calzo zapatos ajenos, es porque es más fácil abordar ciertos asuntos tomando un poco de distancia. Lo que me propongo es exponer las ideas, emociones y situaciones que experimento en todos los ámbitos de mi vida a partir de distintas voces líricas, no solo en primera persona, con la intención de explorar la condición humana; la mía, por principio. Realmente me intriga cómo los individuos nos espejeamos y contradecimos desde las diferencias y convergencias en busca de nuestra felicidad; la manera en la que nos hacemos daño los más cercanos en el silencio; aquello que configura nuestra identidad única e irrepetible, la cual existe a la vez que todos somos en potencia el primer ser humano. Más hondo todavía, quiero enunciar lo que no he podido al ser escuchada desde prejuicios, porque he recibido suficientes comentarios hirientes y muestras de poder sobre mí que me han invalidado.

A la memoria me asomo cautelosa, especialmente en el momento de la edición, pues se recuerda tal como se siente, como se interpreta una vivencia y no como sucedieron las cosas. La memoria es flexible, y así, también las historias. Mis recuerdos son el referente de experiencia con el que cuento para explicarme el mundo y en el mundo. De mí hay suficiente en los silencios, ya que elijo qué decir y qué guardar para provocar en lugar de dar explicaciones o sermones. La poesía, cuando aparece, nos revela.
8.- Si pudieras conversar con una poeta mexicana del pasado, ¿quién sería y qué le preguntarías sobre la musicalidad y la esencia de su escritura?
Me encantaría hacer una reunión de un verano entero en un lugar con mar, montaña, campo, lejos lejos de cualquier ciudad. En una casa con varias habitaciones decoradas de acuerdo a cada época de cada siglo desde el periodo precolombino –todo un parque temático–. Música, comida y silencio. Libros, los de todas las mujeres, hasta los no publicados en su tiempo. Invitaría a varias amigas poetas vivas (como aún rondamos en la Tierra con el cuerpo puesto, no diré nombres). Invocaría a tantas almas que ese verano se convertiría en un encuentro literario, año tras año, hasta morir. Macuilxochitzin, Juana Ramírez de Asbaje (sin el hábito), Josefa Murillo, Laura Méndez de Cuenca, Enriqueta Ochoa, Rosario Castellanos, Dolores Castro, Griselda Álvarez, Guadalupe Amor, Carmen Alardín, Cecilia Zadi, Margarita Michelena, Concha Urquiza, Rosa Carreto, Rita Cetina, Catalina de Eslava, Amparo Dávila, Thelma Nava, Gloria Gervitz, María Enriqueta Camarillo, Margarita Paz Paredes, Aurora Reyes, Carmen Toscano, Helena Beristáin, Minerva Margarita Villarreal, Rocío González, Guadalupe Ángela…, me faltan tantas. Desconozco el resultado, pero empezaría preguntándoles a todas ¿cómo forjar una lectura horizontal y crítica de la poesía escrita en México, cuando el canon y los asuntos de mercado han condenado a los márgenes y hasta el olvido a un gran número de poetas que no desmerecen frente a los privilegiados? Como esto ha ocurrido siempre aquí y en todas partes, sería interesante conocer la respuesta a lo largo de los siglos desde las mujeres poetas, grupo sometido al silencio sistemático a través la historia.
Comprendo que en una sociedad patriarcal, para no ser devaluadas, muchas mujeres todavía tienen por destino el cuidado de otros, cazarse, criar hijos. Le pediría a Amparo Dávila que me respondiera de manera extensa y profunda, por qué en sus cuentos y en algunos de sus poemas las mujeres no pueden hacerle frente a las consecuencias de sus decisiones y se fugan a través de la locura para sobrevivir. Hay quienes dicen: Ay, no te fijes, hazte la loca, aún sucede, y si confrontamos, hasta nos matan.
Es común asociar el tono intimista a la escritura de mujeres. Aunque no todas escribamos desde ese nicho siempre, sí lo hacemos desde el espacio de nuestro género con todas las tensiones que esto implica. Inevitable, a Rosario Castellanos le pediría su instrucción: ¿qué estrategias plantearías para dejar de encasillar el trabajo de las poetas mexicanas como “poesía femenina o escrita por mujeres” y dar el paso necesario para que seamos leídas en toda nuestra complejidad, fuera de juicios sobre la vida personal y nuestras motivaciones?
Anette Kolondy afirmó que las escritoras estamos obligadas a desafiar la autoridad si queremos sobrevivir, pues dicha potestad determina qué puede escribirse y cómo debe leerse. Con Rita Cetina platicaría sobre su valiente poema A nuestro sexo y le propondría publicar su primer libro.
Sobre la musicalidad no haría preguntas. Bueno, tal vez solo a Pita Amor y sin su bastón: es clara la influencia de Juana Ramírez de Asbaje, Luis de Góngora y Francisco Quevedo en tu poesía; no obstante, fuiste una mujer transgresora en una sociedad conservadora, tu escritura es intensa, filosófica y profundamente vivencial, ¿por qué te decidiste por las formas clásicas de la lira, la décima y el soneto, y nunca por el verso libre?
9.- ¿Cómo ves el futuro de la poesía en un mundo donde la inmediatez digital choca con la profundidad de la palabra escrita?
No creo en las fatalistas sentencias sobre la muerte de la poesía. Hablamos con imágenes. Inscritas en el lenguaje cotidiano hay metáforas que hemos vuelto lugares comunes. Hacemos chistes y nos gusta el doble sentido, en todos los idiomas nos ponemos creativos. De niños jugamos desde la simulación. Lo nuestro son las historias y nos gusta cantar. Esto es el lenguaje poético en uso. Además, a lo que no entendemos pero percibimos: la vida espiritual y la muerte, por ejemplo, también le queremos comprender y lo ponemos en palabras que no tienen un referente inmediato en la realidad empírica. Seguimos alimentando los mitos. El mito toma el lenguaje poético como vehículo porque requiere de la palabra viva, es decir, la que apela a la experiencia como si estuviera sucediendo una y otra vez, y no a la explicación de la misma desde un discurso lógico de lo pasado.
Las formas cambian. El padre de la lingüística moderna, Ferdinand de Saussure, dejó claro que el lenguaje es una convención social y un animal vivo en constante movimiento entre los hablantes. Habrá otras maneras de expresar y abordar la poesía. Muchos escritores han trabajado como publicistas: García Márquez, Onetti, Salvador Novo, Guillermo Fernández, Jomi García Ascot con su dinámica frase Coca Cola, la chispa de la vida. Ya se han hecho poemas brevísimos con metáforas de uranio, como un eslogan, e imágenes directas al subconsciente. Ahora se maneja con frecuencia un lenguaje fragmentado. El tiempo de la realidad virtual es brevísimo, casi efímero. Prima la imagen sobre la palabra. En su gran mayoría, los usuarios desechan las publicaciones con textos que demandan tiempo y atención para su lectura, pero les gustan las historias. Y aún siguen naciendo los que quieren leer y escribir.
10.- La infancia suele ser un territorio lleno de asombro y primeras revelaciones. ¿Hay algún recuerdo o imagen de tu niñez que siga habitando tu poesía?
En la película británica Hilary and Jackie, basada en la biografía de la violonchelista Jacqueline du Pré, quien murió de esclerosis múltiple a los 42 años de edad, Hilary le dice a su hermana en una crisis de la enfermedad en su etapa terminal: “Cuando amas, descubres que las imágenes de ellos se quedan todo el tiempo en tu corazón. Imágenes de cómo los recuerdas. (…). Cuando piensas que ya perdiste a esas personas, comienzas con una imagen y después los vuelves a encontrar”. Hilary recupera a su hermana en la imagen que guarda de ellas cuando niñas en la playa. A mí me da por buscarme desde los sueños para la poesía y siempre aparecen dos imágenes. Una ya la exploré y la escribí en el poema de largo aliento que finaliza La edad terrible: “…aparezco en un río. / Papá tiene piernas larguísimas, / terminan veinte centímetros arriba de mi cabeza. / Mamá, en cuclillas, / me sujeta como a un jarrito por la barriga. / La sonrisa de la niña tiene dos puertas”. Siempre vi a mi padre hacia arriba y a mamá protectora, nerviosa, o son las sensaciones que aparecen con este recuerdo. La segunda imagen me descompone, recién la estoy trabajando. Es fugaz y confusa. En la noche estoy escondida en un lugar de paredes blancas entre la sala y el comedor, identifico que es el departamento donde viví con mi familia en Acapulco cuando tenía tres o cuatro años de edad. Vuelan ceniceros de vidrio y hay gritos entre mamá y papá. También me gusta recordar que jugaba con mi hermano a armar una casa dentro de la casa con sábanas y nuestros muñecos de felpa. Esa memoria me protege, abrazo sin tiempo.

11.- Si pudieras susurrarle un poema a la niña que fuiste, ¿qué palabras elegirías para acompañarla en su camino?
Le sigo hablando desde mis lecturas y mi escritura. Pese a que a veces parece solo un constructo psicológico, creo que es la más vital de mis formas. No creo en un decálogo personal todavía, aunque por biblia le he regalado Los papeles salvajes, de Marosa di Giorgio, y ahí le subrayé líneas, bastantes, con el estambre de mi voz: “Niña, tienes los huesos de miel”. “Quiero que te vuelvas pequeñita, que quepas en una medalla, en un coral, para llevarte siempre conmigo”. A razón de lo salvaje que es la vida, le mostré el fuego y lo que puede hacer con él: “El fuego era una canasta de mariposas. Yo tomé una astilla y saqué una mariposa colorada. La puse sobre el hombre. Saqué una mariposa verde y la posé sobre el hombre. Y luego, otra mariposa colorada. Las mariposas revolotearon y proliferaron”. Lo veo todo con claridad. En definitiva, hoy la mantengo lejos de las princesas y esos cuentos.
12.- La mirada infantil transforma lo cotidiano en magia. ¿Cómo crees que la poesía nos ayuda a recuperar esa forma de ver el mundo?
En mi libro la infancia es el momento al que voy para redimir el amor, enfrentarlo y transformarlo. Mi nombre y lo que dicen que soy no me ajusta. Entonces sigo hacia atrás el hilo de mi historia y encuentro muchas versiones de mí, siendo la de la niñez la más auténtica y libre, porque está llena de sueños, imágenes luminosas, otras sombrías, marcas imborrables, primeras veces. Es como un campo de figuras en ruinas que puedo armar cuantas veces quiera. Ahí recupero mi voluntad primitiva, pues ante la manipulación de los discursos de lo que es y no verdadero, en los días de la edad adulta pocas situaciones tienen coherencia y suelo sentirme bastante desilusionada. Regreso a Gaston Bachelard, ahora a La poética de la ensoñación, donde sostiene como tesis que en el alma humana persiste un núcleo de infancia siempre viva, que los demás desconocen y contamos como una historia que llega a ser real en los instantes de su existencia poética.
Desde la infancia puedo (re)crear y nombrar el mundo. Yo dije un día “casa” y ese espacio fue mi lugar seguro. Dije “familia” depositando mi fe en el amor. Se grabó en mi carne el miedo cuando vi a mis padres pelear. Construí mi primera idea del universo a partir de ese microcosmos. Comparto uno de los poemas de La edad terrible:
Mar de arena
Tengo una playa
donde mezclo los hábitos del mar
con rigores de tierra.
Lugar íntimo,
cofre para guardar la infancia.
Sus caracolas
aligeran la pobreza de mis días.
13.- ¿Dónde pueden los lectores conseguir tus libros?
En las redes sociales (FaceBook, Instagram, X) y de forma física, pueden conseguir publicaciones mías en las librerías de 1450 Ediciones, en Ático Librería, La Jícara y con la Editorial de la Universidad Autónoma de Sinaloa, la cual ha llevado a La edad terrible a todas las ferias en las que ha participado, hasta Frankfurt anduvo mientras yo no conozco esa ciudad de Alemania; de igual forma lo pueden conseguir en Argentina y Chile con Hasta Trilce Ediciones. Ahora, si desean el libro con dedicatoria, les respondo en FB e Instagram como Enna Osorio Montejo, así, sin complicaciones. Estoy también con la Editorial Ultramarina y con el sello madrileño Torremozas. Pueden echarse un salto al Google y leerme en Poetripiados, Periódico de Poesía, el suplemento cultural Laberinto de Diario Milenio, Círculo de Poesía, Blanco Móvil, Luvina (Revista Literaria de la Universidad de Guadalajara) y otros rincones de la red.