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En medio de un horizonte desierto

Tres poemas desde el extremo sur mexicano para navegar en la arena

Por Andrés Mijangos Labastida / 8 de diciembre de 2021

Azuláceos

Nos escondemos

                           a leer

en el ropero

esos versos que

un día garabateamos

en una hoja

                  amarillenta

nuestros rostros azuláceos

se impregnan de un poco de rubor

y brillan los ojos nuestros

luciérnagas de la noche

Cantamos una canción

                                   quedita

sin nombre

                 que viene a nosotros

desde las tinieblas

cantamos con los labios cerrados

para mantener el viento

en la barriga

y seguir adormilados

mientras en algún lugar del mundo

amanece

La muerte roja

Camino en negro

sobre un lienzo

bañado de sangre

tinta muerte

que abre mi costillar en dos

Me deslizo entre estertores

a través de calles

vacías

desde las ventanas rotas

me observan los ojos

de las ratas que se apilan por montones

Estoy en el centro

de un horizonte desierto

astroso

anémico

lleno de ira

todos a mi alrededor

son cuerpos

sin atisbos de vida

Todo es tan estúpido

cuando te quedas

sin motivos

¿A dónde ir?

Si todos los lugares dan lo mismo

no hay escapatoria

a lo que nos persigue

Es el beso de la muerte roja

el que nos

cubre

con

agonía

Corrupción y vida

Me llama la tierra

Lenta caricia ascendente

Lento susurro

En mis tobillos

Crece ya un retoño

Que se alimenta de mi alegría

Camina en mi

La madriguera de todos los males

Me siento entumecido

Al ver el sol esconderse

Mis ojos secos yacen en un rincón de la habitación

Esperando una gota de rocío

Para reverdecer

Me gusta habitar el mundo

Aunque no como animal furtivo

Soy así

Pardo

Arriesgo mi vida

Para ver un puño de arena brillar

En una mañana cualquiera

Arriesgo mi vida

Para respirar un poco de aire

Quizá viciado

Elijo acabar

Bajo mis términos

Todo lo consume el devenir

El cambio no se detiene

Movimiento cíclico

Lo que ha muerto alguna vez vivió

Lo que vive alguna vez ha de morir

Está casa alguna vez fue un montón de tierra

Y un buen día lo será de nuevo

Nuestros cuerpos se encuentran llenos de

                                                                   corrupción y vida

Danzamos al ritmo de la muerte

Una canción ya conocida

Andrés Mijangos Labastida nació el 14 de julio de 1996, en la ciudad de Comitán de Domínguez, Chiapas. Estudió Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha publicado cuento, en la revista digital Desenlace y Teresa Magazine; poesía en la editorial Capítulo Siete y la revista Escafandra.

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