El pasado 17 de diciembre la pequeña pero belicosa escena literaria ecuatoriana fue sacudida por las declaraciones del poeta andino Agustín Guambo[i], quien publicó en su blog personal un artículo titulado “Alguna vez han tenido que reconocer un cadáver”. En el Guambo manifiesta que la última novela de la best seller guayaquileña Mónica Ojeda[ii] se basó en materiales –algunos versos torpemente alterados y, sobre todo, su imaginario particular, encuadrado en la estética del futurismo andino– de su poemario “Primavera Nuclear Andina” (2017, difusión a/terna ediciones, colección *Expansiva*). Guambo ha presentado pruebas, incluidos chats y audios de conversaciones con Ojeda, que respaldan su denuncia de que la autora tomó elementos de su obra sin otorgarle el debido crédito. Según él, este acto refleja un uso indebido de su obra literaria, así como falta de ética y respeto profesional, evidenciando un aprovechamiento que socava tanto su trabajo como su identidad.
Considero tautológico centrarme en categorías –apropiación y extractivismo cultural- que pueden parecer claves en el testimonio de Guambo, pues dicha terminología tiene una carga política que –dado mi propio sesgo ideológico- no me termina de convencer. Sin embargo, entiendo que Guambo plantee su reclamo acorde con su formación no solo como poeta sino como máster en Antropología y Estudios Culturales, disciplinas pertinentes para poner en discusión temas relevantes para él: la exotización y mercantilización de lo andino por parte de una autora perteneciente a la clase alta guayaquileña, la cual es un activo del conglomerado editorial más poderoso del mundo: Penguin Random House.
He optado por no reproducir en este artículo las capturas de pantalla de la conversación entre Guambo y Ojeda, ya que no me parece adecuado ni necesario que una tercera persona use dichas imágenes. Quienes quieran leer el desarrollo del intercambio epistolar entre ambos escritores debe remitirse al blog de Guambo.
Antes de proseguir, creo que es necesario dejar en claro que soy amigo del poeta Agustín Guambo desde hace varios años. Señalo esto para transparentar mi lugar de enunciación. No tendría sentido ocultar mi amistad con él, pues hemos compartido varios espacios sociales y laborales, lo que –al igual que mi opinión sobre su conflicto con Ojeda- ha sido público enmis redes sociales.
No he tenido el gusto de interactuar con la señora Ojeda, pero he leído dos de sus novelas, “Nefando” (2016, Candaya) y “Chamanes eléctricos en la fiesta del sol” (2024, Penguin Random House), la primera por genuino interés personal en su escritura y la última por un encargo laboral que recibí un mes antes de enterarme de la polémica que nos ocupa. En este momento no pretendo analizar la obra de Ojeda ni nada parecido, sino considerar la evidencia y la argumentación presentada por Guambo, contrastarlas con la respuesta de Ojeda, y, a partir de ello, enunciar algunos puntos que considero han sido obviados en el debate desatado en las redes sociales del mundillo literario ecuatoriano:
1.- Existe un axioma jurídico que reza: “A confesión de partes, relevo de prueba”. Esto implica que, al reconocer un hecho, la necesidad de demostrarlo queda eliminada. Ojeda, en su comunicado, reconoce que utilizó textos e imaginarios propios de la obra de Guambo, lo cual debería situar el foco del debate en la interpretación ética de dicha acción y no en la necesidad de aportar pruebas adicionales por parte de su interpelante, en este caso, Guambo.
2.-Considero que la ética y las responsabilidades individuales autoimpuestas no deben disolverse en discusiones bizantinas sobre teorías estructurales / estéticas como, por ejemplo, “cuestionar el rol del autor”. Remitirse a lo barthesiano para silenciar el reclamo de Guambo resulta muy útil para Ojeda y quienes defienden su tesis, ya que les permite evadir toda discusión sobre el evento que propició este entuerto: la laxa deontología de la novelista al apropiarse de textos e imaginarios del poeta andino para armar su libro.
3.- ¿El quehacer literario tiene su propia deontología? La respuesta no es tan fácil como podría parecer a priori. No podemos obviar la importancia de la influencia, de la reinterpretación, de la producción en serie e incluso de la vindicación del plagio dentro de la historia de la literatura universal, pero considero que cuando se interviene sobre la obra de un autor contemporáneo que se halla plena en actividad –como el caso de Guambo-, debería primar el respeto hacia la persona y su obra por sobre la supuesta libertad creativa de un tercero. Me parece absurdo y desubicado pretender cotejar el uso que hizo Borges de las obras de maestros universales muertos hace siglos como Cervantes, Dante o Shakespeare con lo que Ojeda ha hecho con Guambo, tal como han querido posicionar quienes apoyan a la novelista guayaquileña en redes sociales. No hay punto posible de comparación.
4.- No quiero entrar en el espinoso y reduccionista debate woke de quién es más víctima per se: si una mujer o un hombre indígena. Las categorías género y raza, si bien son necesarias en otros debates, en este caso específico llevarían esta discusión hacia un lado demasiado subjetivo y virulento, y este caso merece un análisis centrado en los aspectos éticos y literarios. Lo que sí resulta innegable es que, en el contexto de la relación entre una novelista de renombre como lo es Ojeda y un poeta indígena como Guambo, este último ocupa una posición claramente subalterna: Ojeda es respaldada por el mayor grupo editorial del planeta y cuenta con la devoción de importantes medios de comunicación globales como The New York Times y diario El País de España, así como de una revista “cultural” quiteña perteneciente a una tarjeta de crédito. El poeta solo cuenta con su blog de guerrilla, aunque, a raíz de la difusión que ha tenido este caso, han aparecido un par de artículos de opinión, el uno del académico ecuatoriano radicado en España, Mario Campaña, y otro del escritor peruano Giacomo Rocangliolo, quienes, tras leer el testimonio de Guambo, esgrimen razones objetivas para apoyar al poeta en su reclamo
5.- Y no solo desde el plano editorial Ojeda cuenta con respaldo masivo: además de ser una escritora multiventas con amplios espacios en la prensa internacional, ella es toda una personalidad de redes sociales con aproximadamente 23.600 seguidores en Instagram y 18.100 en X. La única cuenta activa en redes sociales de Guambo cuenta con apenas 812 seguidores. Aunque la verdad no depende de un recuento de likes, esa frívola y superficial estadística termina distorsionando el debate. Cuando estalló el conflicto, Ojeda recibió el apoyo casi unánime de colegas, periodistas culturales, influencers de la literatura y de sus lectores, los cuales son legión, mientras que Guambo fue atacado con particular dureza y maldad.
6.- No debería detenerme en esto, que hacerlo implica bajar al albañal, pero varios de los agravios más grotescos que recibió Guambo provinieron de burócratas culturales, poetas que hace pocos años escribían textos laudatorios sobre su obra y libreras de nuestro pueblito. Eso dice mucho sobre lo insalubre del ecosistema cultural ecuatoriano. A Guambo se le atacó sin fundamento alguno, recurriendo a falacias ad hominem al tildarlo de resentido, aprovechado e irrelevante, entre otras estupideces que me niego a repetir.
7.- Quienes hemos seguido la trayectoria literaria de Guambo sabemos que todo eso es falso. Sabemos que sus principios y su obra siempre han estado guiados por un profundo respeto hacia su oficio y su identidad. Su obra poética abarca cinco poemarios en solitario, reconocimientos a nivel internacional, traducciones al inglés y presencia en prestigiosas antologías de poesía en el extranjero. El académico Mario Campaña considera que “Guambo es el más poderoso poeta andino. En aquel mundo cultural, quizá no haya otro con la fuerza, la penetración y la ambición irradiante y totalizadora de Guambo”. Ningunear la carrera literaria de Guambo para respaldar a Ojeda es burdo y evidencia la ignorancia supina y/o maldad de quienes emitieron dichos comentarios. No creo que Ojeda necesite de ese tipo de paladines de “tecla brava” y electroencefalograma plano. ¿Ojeda apoyó o incitó dichos comentarios? Quisiera creer que no, pues, de ser así, sería una bajeza que entraría en franca contradicción con la profunda admiración que la propia Ojeda –tal como consta en las capturas de pantalla ya citadas- decía sentir sobre la obra de Guambo.
8.- En ningún momento Guambo intenta erigirse como dueño o único portavoz del mundo andino en la literatura. Cualquier autor de cualquier etnia puede inspirarse en el mundo andino para sus textos. Lo que Guambo reclama es el usufructo por parte de Ojeda de materiales y de un imaginario muy específico que se comienza a ser trabajado por él en su poemario “Cenizas de Rinoceronte” (2015), continua en “Primavera Nuclear Andina” (2017) y es llevado a su plenitud en su último libro “MachineHead” (2023): el futurismo andino. Lo que se omite deliberadamente, y con evidente mala intención por muchos, es que Guambo busca defender no una supuesta “propiedad” sobre lo andino, sino su legítimo aporte al desarrollo y construcción de este imaginario cultural.
9.- La señora Ojeda en ningún momento ha sido “funada” o vilipendiada ni acusada de «plagio» en el texto presentado por Guambo, menos aún en otros espacios en los que él se ha expresado sobre este caso. Esto es algo que puede constatar cualquiera que haya leído su blog o visto la brevísima entrevista que concesió a una radio quiteña. Considero que pedir que Ojeda y Penguin Random House respondan por su engañoso proceder no califica como “linchamiento mediático” ni como nada parecido.
10.- Tanto Ojeda como su editorial conocieron el reclamo de Guambo desde, al menos, inicios de septiembre de 2024. Ojeda tuvo tiempo de sobra, más de tres meses, para intentar enmendar su error. Ella habría podido contactar a Guambo y explicarle su punto de vista del porqué ya no consideraba necesario citar públicamente a su obra, o, sencillamente pedir disculpas, reconocer que debió haber cumplido con su palabra y ofrecer –de forma oportuna y no oportunista, como lo hizo en su comunicado- el incluir la referencia a “Primavera Nuclear Andina” en las próximas ediciones de su novela. No le dio la gana de hacerlo y por ello cualquier intento de victimización de su parte me parece doblemente deshonesto.
11.- Cuando leí “Chamanes eléctricos en la fiesta del sol” tuve la impresión de que, más allá de la trama –un road trip clásico donde los personajes emprenden un viaje iniciático para enfrentar a sus demonios y darle un nuevo sentido a su existencia-, lo que sostiene y le da fuerza a la novela es ese imaginario tan específico del que se apropió Ojeda. Por ello no me sorprende que en las entrevistas de Ojeda con la prensa internacional la mayoría de preguntas y respuestas se centran en ese imaginario -tomado de la obra de Guambo- y no en la trama o en Noa, la “heroína” y personaje central de su novela.
12.- La respuesta de Ojeda, emitida el 19 de diciembre a través de sus redes sociales, me parece poco convincente. Para escribir este texto revisé a fondo decenas de entrevistas recientes a Ojeda –en formato prensa y videos de conferencias presentes en YouTube– y en ellas nunca encontré mención alguna a Guambo, pero sí a autoras andinas emergentes como Samay Cañamar y Yana Lucila Lema; así como a laureados escritores que ya pertenecen al canon literario occidental como Raúl Zurita, Joseph Campbell y Thomas Merton. No puedo afirmar que nunca lo haya mencionado, pero parece poco probable que lo haya hecho antes de la denuncia. Supongo que de aquí en adelante no le quedará otra opción que mencionar escuetamente a Guambo en las próximas entrevistas y charlas que ofrezca sobre su exitosa novela, pues así lo promete en su comunicado. Algo que -antes de enterarme de este caso- me llamó la atención es que Ojeda dejó de emplear en sus redes sociales el término “gótico andino” con el que ella promocionaba sus charlas y publicaciones. Que ese término fuera reemplazado por “gótico del manglar”, justamente en el mes en el que Guambo presentó su reclamo a Penguin Random House, ¿es una mera coincidencia o consejo de la casa editorial de Ojeda?
13.- El tono de la respuesta de Ojeda me parece condescendiente, autocomplaciente, paternalista e incluye un sutil ninguneo hacia Guambo: la escritora exitosa que exhibe su amor hacia la literatura andina, amor que la conmueve hasta las lágrimas cuando lee el poemario de una autora andina y que –solo una vez que ha estallado el escándalo, no antes- “magnánimamente” se ofrece a insertar una suerte de bibliografía de influencias en las próximas ediciones de “Chamanes eléctricos en la fiesta del sol”. Es más, creo que la respuesta de Ojeda azuzó –de forma ¿involuntaria?- a su fandom a que ataquen de forma sanguinaria a Guambo en redes sociales, algo que ya señalé en el punto 7 de este texto. Mi lectura puede ser errada, hubo gente que consideró la respuesta de Ojeda como una muestra irrefutable de la “generosidad” y “delicadeza”, pero yo no soy el único que arqueó la ceja al leer la respuesta de Ojeda. Citaré en extenso al escritor peruano Giacomo Rocangliolo, quien en su ensayo “Daltonismo, puntos ciegos y otras negligencias literarias” señala:
“¿De qué manera habría tenido que articularse el descargo de Ojeda para no provocar un cargamontón en contra de Guambo? Ello, en mi opinión, encarna la duda más importante. En las palabras de la narradora, percibo puntos ciegos bastante atendibles. Leo en ellas la urgencia de afirmar la ética de sus procesos, pero al mismo tiempo falta de empatía con el malestar del escritor andino que protagoniza la polémica. Más allá de lamentar no haberle comunicado que cambiaría el capítulo que Guambo revisó en 2021, no hay en su descargo una disculpa. Habla de «cuidado» y «respeto» hacia las lecturas que tomó como influencia, pero continúa su actividad en internet compartiendo publicaciones de personas que la apoyan, una de las cuales señala que la denuncia de Guambo fue una «falsa acusación», y otra, que esta se enmarca dentro de una sistemática falta de validación masculina a ciertas escritoras ecuatorianas. A ello se suma que, apenas quince minutos después de su comunicado, Ojeda hiciera pública su nominación a los Premios Finestres de Narrativa con un texto que comienza de la siguiente manera: «Y una vez aclarado todo, vengo a celebrar que…». Pasa la página. Clausura el debate. Aquí no pasó nada. Yo me pregunto: ¿es su argumentación la que triunfa? ¿O es su voz y testimonio los que se imponen sobre los de Guambo?”
14.- Quiero finalizar este texto comentando la postura que han asumido algunos de los periodistas culturales ecuatorianos más visibles en redes sociales. No creo necesario citar sus nombres, pues todas las publicaciones a las que aludo –al igual que las mías en Facebook– son de acceso público y se pueden rastrear en X. Sin embargo, resulta crucial destacar que muchos de ellos han omitido transparentar su íntima amistad con Mónica Ojeda antes de pronunciarse públicamente sobre este tema. Esta falta de claridad compromete la percepción de imparcialidad en sus análisis, dejando en el aire la duda sobre si sus opiniones ¿responden a un juicio profesional o a lealtades personales? El diminuto mundillo cultural ecuatoriano es altamente endogámico y nadie que pertenezca a esa esfera desconocía la excelente relación entre los periodistas culturales a los que hago alusión y Ojeda, con quien han compartido espacios –ferias del libro, reuniones sociales, etc.,- e intercambiado halagos durante años, lo cual no tiene nada de malo. El problema, a mi entender, es que cuando surge una polémica que involucra a dos actores culturales relevantes como Guambo y Ojeda, los periodistas culturales deberían trasparentar su red de relaciones y lealtades antes de pontificar sobre el asunto. Es eso o renunciar a emitir juicios de valor palmarios como -cito textual desde sus post en X– “falsa acusación”, “acusación hecha sin ningún argumento válido” para referirse al texto de Guambo o “lúcida y conmovedora” para ensalzar la respuesta de Ojeda.
15.- Repito que Guambo jamás utilizó la palabra plagio en su artículo ni en sus escasas publicaciones en Instagram sobre el tema. Subrayo este punto porque dicha palabra ha sido introducida de manera engañosa, con el evidente propósito de posicionarlo como “el villano de la película”, en los textos escritos por varios periodistas culturales del Ecuador. Esta estrategia no solo tergiversa los argumentos de Guambo, sino que también distorsiona el debate, desviándolo de las cuestiones de fondo hacia una narrativa simplista y malintencionada.
16.- Asumo que los periodistas culturales alineados con Ojeda leyeron a fondo el blog de Guambo y entiendo que ellos bien pueden haber llegado a conclusiones diametralmente opuestas a las mías, están en su derecho, pero la defensa a ultranza hacia Ojeda desde la prensa cultural ecuatoriana me huele más a espíritu de cuerpo y a una especie de “blindaje mediático”. Solo diré que, pese a los hechos y a las propias palabras de la novelista –las ya citadas hasta el hartazgo capturas de pantalla en el blog de Guambo-, el periodismo cultural ecuatoriano no planteó ningún cuestionamiento público a Ojeda, más bien la colmó de halagos.
***
En resumen, y a modo de conclusión personal, la falacia que sustenta Ojeda recae en lo siguiente: ningún escritor necesita o debe pedir permiso a otro para ser influenciado por su obra. Pedir permiso, tal como Ojeda hizo con Guambo, solo corresponde cuando se toma -de forma literal- partes de otra obra para reutilizar textual y directamente ese material. La defensa de Ojeda se basa en la afirmación falaz de que ese material, al ser adulterado, ya no pertenecía a Guambo sino a ella misma, pero es claro que el material base fue disuelto y desprendido de su origen, buscando invisibilizar la obra madre para así no tener que dar crédito alguno al trabajo del poeta.
A diferencia de mis colegas, no creo que lo más grave de este caso haya sido la supuesta “ingenuidad” de Ojeda de no comunicar a Guambo que ya no iba a reconocer su trabajo –o de haberse comunicado en primera instancia con él, idea también esgrimida por el bando ojedista. En ambas opciones queda tácito que consideran a Ojeda como una bondadosa ingenua que ahora sufre las consecuencias de no haber o de haber hecho algo que ellos juzgan totalmente innecesario: contactarse con Guambo. La propia Ojeda refuerza dicha percepción en su comunicado de red social.
Es aún más sorprendente y preocupante la absurda afirmación de que Guambo habría generado un escándalo con el fin de lucrar del éxito comercial de Ojeda. ¿Dónde, en el blog o en cualquier comentario de Guambo, se encuentra algún indicio de que haya solicitado un reconocimiento económico? Lo que parece pasarse por alto es que Guambo, de manera legítima, emprendió un proceso legal en busca del reconocimiento ético de su trabajo literario. En ese contexto, la comunicación entre los dos escritores fue reconocida por Penguin Random House, editorial que, en su afán por evitar posibles reclamos, justificó la exclusión de los créditos de Guambo bajo la premisa de que la novelista realizó “ajustes creativos”. Que algo sea legal no significa que sea ético. Es curioso que Ojeda no mencione nada sobre la respuesta de su casa editorial en su comunicado.
Es fácil calificar el actuar de Ojeda como ingenuo, cuando ella misma admite tácitamente que su único error fue no haber «limpiado» adecuadamente la «escena del siniestro». Sin embargo, la realidad es que, más allá de la visibilización de este asunto, lo único que ha ganado Guambo, hasta ahora, son ataques furibundos en redes sociales por parte de los seguidores de Ojeda.
A pesar de ello, considero que Guambo ha logrado una pequeña e invisible victoria: al decir su verdad y exponer el atropello cometido en su contra, puede estar tranquilo consigo mismo. Es probable que haya sido consciente de las escasas posibilidades de éxito de su pedido. No creo que haya esperado que Penguin Random House se sensibilizara con su demanda ni que Ojeda admitiría su equivocado proceder: Ya desde la segunda edición de su novela –digamos que en la primera edición “se le olvidó”- y en las múltiples entrevistas que ha dado desde entonces, quedó en claro que Ojeda disfrutaba mucho el rol de “creadora” del rico imaginario andino empleado en su novela. Mi conclusión personal es que el reclamo de Guambo está plenamente justificado como defensa legítima ante las malas prácticas editoriales por parte de una autora reconocida a nivel internacional y de su editorial multinacional, quienes, abusando de su poder y prestigio, han lucrado -de forma poco ética e irresponsable- con la obra de un poeta andino, obra que -en el comunicado de redes sociales de Ojeda y en el silencio de Penguin Random House– ha sido nuevamente despreciada e invisibilizada
—————————–
[i] Agustín Guambo (1985, Ciudad Páramo). Psicólogo Clínico (Universidad Central del Ecuador). Máster en Antropología (FLACSO) y en Estudios de la cultura con mención en Literatura Hispanoamericana (Universidad Andina Simón Bolívar). Miembro fundador del proyecto anarkoeditorial Murcielagario Kartonera y director del extinto Festival Internacional de Poesía de Quito “Kaníbal Urbano”.
Ha ganado del II Premio Hispanoamericano de Poesía “Rubén Bonifaz Nuño” (México-2014) y la convocatoria (junto al artista visual Carlos Moreno) Poetry in translation de Ugly Duckling Press (New York, 2018). Ha publicado “POPEYE’s Sea” (La Apacheta Cartonera, 2014); “Ceniza de Rinoceronte” (La Caída, 2015); “Primavera Nuclear Andina” (Ediciones A/terna, 2017); Andean Nuclear Spring (Ugly Duckling Presse, 2019); “Cuando Fuimos Punks” (Editorial Kikuyo feat. Todos tus crímenes quedarán impunes, 2019; Los Zopilotes, 2022); “MachineHead” (Sol Negro, 2023; Grafrografxs/UAEMex, 2024).
Forma parte del libro homenaje a Roberto Bolaño, “266 microdosis” (La Conjura, 2024). Incluido en las antologías: “Sangre de Spondylus” (selección a cargo de Luis Carlos Musso y Mario Pera; Vallejo & Co., 2016), “País Imaginario. Escrituras y transtextos. Poesía Latinoamericana 1980 – 1992” (selección a cargo de Maurizio Medo, Mario Arteca y Reynaldo Jiménez; Ay del seis, 2018), “Nuestramérica es un verso. Antología poética, 1968-1989” (Fondo de Cultura Económica del Perú, 2022).
[ii] Mónica Ojeda(1988, Guayaquil). Estudió Comunicación Social con mención en Literatura en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. También cursó un máster en Creación Literaria en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Su producción la componen cuentos “Las voladoras” (2020), poemarios “Historia de la leche” (2020) y novelas “Nefando” (2016), “Mandíbula” (2018) y “Chamanes eléctricos en la fiesta del sol” (2024). En 2017 Ojedafue incluida en la lista Bogotá39-2017 como una de los 39 mejores escritores latinoamericanos de ficción de menos de 40 años. También ha ganado premios como el Príncipe Claus Next Generation y el ALBA Narrativa. (Reseña bio bibliográfica de Ojeda tomada desde lecturalia.com)
————————————-
EFRA PÁEZ (Fernando Escobar Páez, Quito, 1982) Cuidador y rescatista de gatos gordos. Devoto seguidor del Barcelona Sporting Club y de El Monstruo del Espagueti Volador.
Ha publicado los poemarios “Los Ganadores y Yo” (2006), “Escúpeme en la verga” (2013) “Tu retorno con aliento a biberón, peluche y verga ajena” (2018), y el libro «anfibio» (microrrelatos + prosa poética) “Miss O’ginia”, el cual ha sido publicado en Ecuador, España (ebook), Chile, Argentina, Bolivia (edición cartonera) Francia y México.
Su obra poética ha sido traducida parcialmente al inglés, alemán, portugués, ruso y francés. Colabora regularmente con varios medios impresos y web en las secciones de cultura, política y esoterismo.
Textos suyos constan en una veintena de antologías de poesía y crónica periodística, tanto en Ecuador como en el extranjero.