ESPEJO DE CENIZAS NUESTRO CUERPO
Un prisionero en fuga de su engaño
confunde negaciones al ignorar sentencias,
con nubes clandestinas
se define
como pájaro sin el rumbo fijo.
La remembranza nunca es el apremio:
hoguera de la culpa no antecede al olvido,
es el temor insignia
del silencio,
oscurece y deslumbra los mañanas.
Por ser lo impronunciable de tu vida
en las plumas del ave se forja la ventura,
la turbiedad derrite
los abismos
con irrealidades pretendidas.
Al desgastar el llanto no permites
instantes reprimidos con un murmullo seco,
para que no disuelvas
sacrificios
con la sombría luz de las aceras.
Dibujas las derrotas y el naufragio,
profanas la clemencia de infértil agonía,
encubres los rincones
marginados
que esparcen la estrechez de una caricia.
Derriba al emisario de vergüenza
con hiel y a quemarropa confronta su maldad
y desvanece el duelo
desquiciado
para no desnudarte ante la flama.
Verdadero lamento es lo sentido,
espejo de cenizas sin alguien reflejado,
ensoñación perpetua
disecada
sobre la turbiedad de su memoria.
Bajo la seducción se da el refugio,
con los instintos secos no se consagra el agua,
con una mano rasgas
pedernales,
con la que queda ocultas el incendio.
Desdicha es el semblante que percibes,
al ras de tu reflejo la errática mirada
allende la mentira,
un recuerdo
es pronunciar poemas por quien sufre.
No se acalla el dolor con el consuelo
mientras queden respuestas sobre la culpa ajena,
la inquietud por abrazos
suspendidos
al evitar la brusca cercanía.
Se niega lo doliente de la intriga
a la animada apuesta: vencer a los infames.
Se humedece el rescoldo,
lo que sobra
bajo la oscuridad temida en llamas.
Ya se nombra la sed por la llovizna
para salvarnos todos después de los diluvios.
El juego es ironía
por pensarnos
demonios despojados del edén.
Partidario del llanto puedo ser
y emprender mis batallas desde lo inacabado,
la posibilidad
fue perdida
al sufragar el miedo clandestino.
LA MUERTE
La no materia carcomida:
artificio natural
devorándose a sí mismo.
RETORCIDAS TENTACIONES
En las violentas sucesiones de lo oscuro
se manifiesta el miedo con la tentación por ser
la mano diestra que al nudo aprese.
Las retorcidas tentaciones de la luz
comprimen lo insurrecto de un cuerpo coagulante
cuando lo verdadero se cuelga de la angustia.
Y la esperanza del suicida permanece
con lo expectante de los rostros vacuos
que sin compasión y mucho menos alabanzas
prejuzgan en los espacios con dogales absolutos.
LA BONDAD DE LOS ACASOS
En agonía recuperaré las alas
para ir contigo al otro lado de mi tiempo,
es tanta luz que escurre de tus ojos
que no hay caminos más allá de la mirada.
Darás a los desfallecidos una flor
y una barca,
pues quedan grandes ríos de memoria
para arrojar recuerdos aun muriendo.
No partiré sin preservar el sueño de mi voz
me iré de aquí como quien libera
una gaviota o un poema al fuego.
Es culpa o bondad de los acasos esta muerte.
EN RUINAS ENCONTRAMOS ESA IGLESIA
Al añorar atrevimientos burdos
por la tenaz tensión de lo divino
se aferran las insignias cercenadas
como el destiempo de la fe
de la profana humanidad que grita.
Una estatua de aladas pretensiones
extiende sus pedazos sobre el suelo,
como el mármol antiguo su esplendor
radica en la blancura y en sus grietas
que difieren con la promesa dada.
Todo será mejor que ver su rostro
con los ojos perdidos por la duda
al ser agobio de la flor impía
que niega la certeza del perdón
por pensamiento mal correspondido.
El firmamento impune se nos niega
en el ritual perdido de la noche
y en la memoria queda la inconciencia
del más nostálgico temblor de arcilla
que modelaba el ídolo no hallado.
El habitante que bifurca el suelo
revuelve las historias no contadas
ya que la pesadumbre es ornamento
de la belleza torpe y pretendida
del sacro juramento conjurado.
A contra muros permanece el rito
pues el hallazgo de la estirpe nueva
precisa la simiente para darse.
Mientras la ceremonia no me habite
las tinieblas del día son fracaso.
Afuera todo el pánico nos nombra,
adentro no hay silencio ni vacío,
en nadie se arropa el pudor vorágine
para no erosionar los sentimientos
al caer desahuciados, sin ritual.
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Rodolfo Novelo Ovando (1976). Nació en Chetumal. Maestro en Educación. Becario del PECDA en 2001 y 2005. Ganador del concurso de publicación de obras del Fondo Editorial del Instituto Quintanarroense de la Cultura en 2001 y 2002, y del Premio Juan Domingo Argüelles en 2007. Mención de Honor en el Concurso de Cuento Corto Juan de la Cabada 2011 y finalista del XI y del XIII Concurso Literario Internacional “Ángel Ganivet”, en su edición de poesía, celebrado en Finlandia. Ganador del concurso de publicación de obras en 2019, convocado por el Instituto de la Cultura y las Artes de Quintana Roo. Diplomado en Narrativa, en Literatura Europea Contemporánea y en Literaturas Mexicanas en Lenguas Indígenas por el INBA y en Fomento a la Lectura por la UAM.
Libros: Alegoría de un Instante, UAEM/ La Tinta del Alcatraz, Toluca, 2001 || Tras el exilio de mis alas y En alguna parte de esta soledad, Fondo Editorial del I.Q.C. en 2003 y 2005, respectivamente || Callar desde el silencio, Secretaría de Cultura de Quintana Roo/ CONACULTA, 2009|| La Salvedad de los Negados, Gaceta del Pensamiento, 2012|| Olivos para una tarde de luna, UQROO/Porrúa, 2015|| La última oración del miedo, Instituto de la Cultura y las Artes de Quintana Roo, 2020