¿Qué hace la vieja aquí? La gorra, los lentes oscuros y la ropa ridículamente excesiva que trae puesta, no la encubren de mi agudeza. ¡Diablos!, estaba a punto de irrumpir furtivamente en el jardín de don Mario, coger unas manzanas y mitigar en algo el hambre que me angustia desde hace dos días.
Pero esa vieja ―su exesposa― tuvo que aparecer. ¿Acaso no tiene dignidad? Todo el barrio sabe que el señor Mario la dejó hace unos meses y que se vino a vivir aquí con su amante de toda la vida. No lo juzgo, si yo fuese él hubiera huido mucho antes de esa vieja que, como buena cristiana, es avara, egoísta, mojigata e irascible.
Personas así se merecen todo lo que les pasa. Supongo que yo también me merezco la miseria en la que he caído y la consecuencia es haberme convertido en un vil ladrón de manzanas.
La vieja parece titubear, mira a los costados con desconfianza, deja dos paquetes en la puerta, toca el timbre y sale de escena en el acto. ¡Qué rayos!, ¿no sabe que no hay nadie en casa?
Me acerco a la puerta sigilosamente, escudriño los paquetes: ¡son dos suculentos almuerzos!, llevan el rótulo: “El delivery del señor Mario”.
No resisto la tentación, cojo los paquetes, y huyo despavorido del lugar. El hambre apremia y en un parque cercano me apresto a devorar la comida, luego de unos minutos de éxtasis ya me encuentro engullendo el segundo almuerzo.
Pero de pronto, el ansia satisfecha es suplantada por un punzante dolor que me empieza a aquejar. Agudos retortijones me invaden y caigo al piso cogiéndome el estómago. Me retuerzo en el suelo mientras voy recordando que alguna vez le oí decir a la vieja que mataría a su esposo si es que la engañaba.
¡Maldición!, ¡quiero gritar!, pero la respiración se me dificulta, el vértigo me invade…
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M. Andrei Velit Casquero (1989). Administrador de empresas de profesión. Escritor y gestor cultural de la ciudad de Huancayo, Perú. Sus textos de poesía y narrativa han sido publicados en diversas revistas y libros físicos y virtuales. Está pronto a publicar un libro de relatos con título tentativo «La soledad de los vencidos».