Eduardo Antonio Parra nació en León, Guanajuato, en 1965. Ha sido ganador de varios premios nacionales de cuento, entre ellos el Premio Internacional Juan Rulfo en el 2000, convocado en París por Radio Francia Internacional; en el 2013 se reconoció su trayectoria con el Premio a las Artes de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Ha sido becario del Sistema Nacional de Creadores de Arte y de la John Simon Guggenheim Foundation.
-¿Cómo fue tu infancia y tu juventud? ¿Tu primer encuentro con la literatura?
Mira, mi encuentro con la literatura fue un poco tarde, no fui un lector precoz. Viví mi infancia en un pueblo que se llama Linares, Nuevo León; bueno, era una ciudad muy chica; hasta los diez años viví ahí, me fui a Monterrey a los diez y estuve ahí hasta los trece. Más o menos a esa edad comencé a leer. Estábamos en Nuevo Laredo, Tamaulipas, ya nos habíamos cambiado. Bueno, en la casa había muchos libros, mis papás eran lectores, pero nunca nos dijeron que leyéramos, nunca nos… nunca nos empujaron, pues. Una vez estaba haciendo la tarea, estaba en secundaria; mi hermano y yo teníamos unas literas y en la piecera de la litera mi papá tenía un librerito y ahí tenía una colección de Salgari. Terminé la tarea y todo eso y me quedé viendo los libros y de repente dije: “Ah, chingao, pues estos libros están aquí para que alguien los lea”, ¿no?
-O sea que tu papá, estratégicamente, se los dejaba a la mano, pero no les decía: “Póngase a leer”.
Exacto. De hecho, mis hermanos no leían. Y bueno, dije: “Voy a leer un libro”. Y fue una decisión muy extraña. Y empecé a recorrer la colección hasta encontrar el libro más delgadito, obviamente, jajaja… Y agarré Invierno en el Polo Norte, y la leí y fue una experiencia impresionante. Me gustó la lectura y seguí leyendo otra de Salgari que había ahí, y luego me fui a otro librero de la casa donde mi papá tenía los clásicos juveniles, y había algo de Julio Verne, Robinson Crusoe y empecé a leer; no creas que mucho, pero sí leía ya constantemente, a partir de los trece años. Y así fue como me enrolé en la lectura.
-¿Qué estudiaste?
Estudié Letras, pero yo iba para Física, me gustaban las matemáticas, lo que es algo raro, ¿no? Pero en el último semestre de prepa, (esto lo he contado ya varias veces), mi mejor amigo era un fósil, y los maestros le dijeron que ya no lo querían en la prepa y sólo le faltaba la materia de Literatura Latinoamericana, entonces el maestro le encargó un análisis literario de una novela, y este wey no leía ni en defensa propia, ¿no?…jajaja… Entonces le dije que me comprara el libro, que yo lo leía y le hacía el análisis, ya para que saliera de prepa, el cabrón; y el libro era Cien años de soledad; eso me cambió la vida. Cuando terminé de leerlo, ya sabía lo que quería hacer en mi vida. Entonces ya no fue Física, sino que entré a Letras.
-¿Qué piensas de los escritores de tu generación? ¿A quiénes lees?
Te voy a ser bien sincero, yo los leía muchísimo cuando empezábamos todos, leía todo lo que salía, ahora leo un poco menos, como que ya me sé su universo; pero sí, como quiera sigo leyendo a Fadanelli, por jemplo; Álvaro Enrigue me gusta mucho; me gusta Mario González Suarez; me gusta Rosa Beltrán, algunas cosas me gustan mucho de ella; no sé, son varios a quienes sí he seguido leyendo, no a todos, te digo. Al principio, cuando empiezas, pues sí, estás viendo qué publican, pero ya ahorita, como que me quedo con los que me gustan más.
-¿Entonces qué lees ordinariamente?
Fíjate que sigo buscando las grandes obras maestras, las grandes obras maestras que faltan en mi catálogo personal; y releo bastante, ¿eh? Novelas que me impactaron muchísimo hace años, las vuelvo a leer y cosas así. Pienso, por ejemplo, en Vargas Llosa, pienso en Dostoievski, Faulkner. Regreso mucho a ellos.
-Siendo tú un escritor tan importante, ¿qué tan difícil consideras que es publicar en buenas editoriales en nuestro país?
Pues, no sé, mira, yo creo que sí es más o menos difícil, porque hay editoriales más grandes, sobre todo los grupos editoriales, a donde mandas el original, (esto me lo han contado escritores jóvenes), y no les responden, a veces nunca, eso es terrible. Las editoriales independientes, las más pequeñas, sí leen y sí responden, se pueden tardar un montón, pero sí te responden. Yo creo que a las editoriales uno llega recomendado, es más difícil cuando llegas por tu propia cuenta, que te lean y que te acepten, pero se dan casos; por ejemplo, ese fue mi caso, yo no conocía a nadie y fui a llevar un original y les gustó; pero sí, la mayoría de las veces llegas recomendado por tu tallerista, por amigos que ya escriben, lo que sea, y eso para lo único que sirve es para que en realidad te lean, ya después deciden ellos, ¿no?
-¿Y qué editorial era esta con la que publicaste por primera vez?
Era, precisamente, Ediciones Era.
– Muy buena.
– Sí. Llegué ahí sin conocer a nadie, dejé el original y me hablaron en un par de meses, algo así, para decirme que les había gustado mucho y que lo iban a publicar.
-¿Qué libro era?
Era Los límites de la noche.
-Siguiendo un poquito con el tema, ¿crees que haya elitismo en la literatura mexicana en general?
Pues, mira, por un lado, sí, y, por otro lado, no; yo creo que más bien hay amiguismo, ¿no? El elitismo no sería tan malo si se publicara o se diera preferencia a quien escribe mejor y todo esto, pero creo que se da preferencia al amiguismo. También se le da preferencia a lo que va a vender, que no necesariamente, o casi nunca, es lo mejor. Eso es lo que pasa, y bueno, pues ahorita hay una tendencia de género bastante fuerte.
-¿A qué te refieres con esa tendencia?
Por ejemplo, hay editoriales que ya sólo están publicando a mujeres, o están publicando un gran porcentaje de mujeres. Pienso, por ejemplo, en Sexto Piso, que son independientes, y pienso en Almadía, que están publicando una gran mayoría de mujeres.
-¿Y la narconovela ya pasó de moda o se sigue publicando?
Pues no sé, la verdad, creo que sí sigue publicándose. Ha tenido muchas críticas desde el principio, pero lo que pasa es que no hay un acuerdo entre la crítica sobre a qué se le debe llamar narconovela, quizá nada más sea la que aborda los problemas del narco. Creo que al principio se le criticó mucho porque se agarraba a los capos como protagonistas y cosas así.
-Como héroes, ¿no?
Exacto, sí. Y creo que con el paso del tiempo ya se ha cargado más hacia el lado de la gente común, hacia el lado de las víctimas, ¿no? Cambiaron la visión desde el punto de vista de la gente común y ya no son los súper héroes los narcos, se empieza a ver la problemática que hay. Yo creo que va a prevalecer un tiempo todavía, mientras dure toda esta violencia que vivimos en el país.
-Pero se siguen haciendo series, ¿no?, por lo menos en México.
Se supone que ya no tanto, las que andan por ahí en plataformas creo que tienen cuatro o cinco años, yo no he visto series nuevas de narcos; se hacen documentales, eso sí, mucho más documentales. Pero, por ejemplo, Narcos México, Narcos Colombia, ya son viejonas, la de El Chapo también ya tiene varios años. No sé si hayan respondido las plataformas a esta petición del gobierno, no sé si fue Marcelo Ebrard quien les pidió que ya no filmaran ese tipo de series. No creo que hayan desaparecido, pero sí creo que han disminuido.
-¿Cuál crees que sea el futuro de la industria editorial en México y en el mundo?
Yo creo que el e-book va a tardar mucho en sustituir al libro. Todavía mucha gente prefiere tener libros o mucha gente que incluso lee en e-books, si el libro que leyó le gustó, va y lo compra físicamente. Yo creo que esta cuestión de que se abandonará el libro va a tardar bastante.
-Por lo menos unas dos generaciones más, ¿no?
Sí, algo así, porque, bueno, yo me acuerdo en los noventa cuando ya se comenzaba a hablar de esto, hubo una defensa del libro muy padre, no recuerdo qué revista, creo que era Vuelta, pero estaban defendiendo al libro como un invento maravilloso, y es cierto, ¿no? Lo que pasa es que estamos acostumbrados a verlos desde que nacimos, pero si ves esta cuestión de acomodar las páginas y todo este asunto, fue un invento maravilloso cuando se inventó, y físicamente sigue funcionando muy bien. A mí me sigue gustando el olor del papel nuevo, el olor de la tinta, y llevar el libro a todos lados, y me gusta rayar y subrayar. Yo no tengo de esas madres, de esas pantallas, pero dicen que en las nuevas también puedes subrayar y puedes hacer un montón de cosas, ¿no? Pues no sé, supongo que sí va a ir ganando terreno el aparato este, las tablets, pero todavía será poco a poco.
–Cambiando de tema, ¿crees que, de alguna manera muy sutil o de una manera distraída, quienes escribimos o quienes escriben, padecen de alguna enfermedad mental no detectada o diagnosticada?
Jaajaja… no, yo creo que más bien es una especie de toque medio místico, medio misterioso, que de repente te llega, pero te llega por imitación, porque todos los que escribimos comenzamos como lectores. Llega un momento en el que tenemos alguna experiencia fuerte con algún libro, me refiero a emocionalmente fuerte, y es donde decimos: “Pues, órale, vamos a entrarle también a esto”.
-¿Para qué sirve la crítica literaria?
Yo siempre he estado a favor de la crítica literaria porque te señalan tus errores. Cuando es una crítica objetiva, sincera y todo eso, que no es desde las tripas, sino desde el análisis, te pueden señalar tus errores, y ya cuando escribes lo siguiente, tratas de evitarlo; y también te señalan las virtudes del texto. Así lo vi desde el principio. Cuando escribí mi primer libro me sirvió mucho la crítica para afinar lo que estaba escribiendo. Repito, cuando se hace objetivamente, porque hay muchos críticos que escriben por rencor o porque “me cae gordo este wey” y cosas por el estilo, pero creo que sí funciona. La crítica académica es la que les da de comer, ¿no?, jajaja, yo creo que por eso le meten tanto. A mí me da una poca de flojera la crítica académica, pero igual la leo y a veces descubro interpretaciones interesantes de libros que he leído, incluso de mis libros.
-Me decía Jorge Fabricio Hernández que no hay espacios para la crítica literaria, que no se publica mucho porque no hay dónde.
Sí, es cierto, no hay, todos los sabemos, los suplementos se han adelgazado muchísimo, no dejan espacio para eso; las revistas tienen muy poco también. Yo creo que la crítica se lleva a cabo en la academia, precisamente por eso, y también en espacios de redes sociales, que yo no me interno en ese mundo todavía, pero me dicen que hay muchos críticos, muchos comentaristas, muchos reseñistas, pues.
-Porque la palabra crítica ya contiene muchas cosas, y la gente piensa que tiene que ser necesariamente algo malo, pero puede ser una crítica buena o mala.
Claro, la crítica te tiene que acercar al texto.
-Exactamente, porque no tiene sentido hacer una crítica mala a un libro malo, ¿qué sentido tiene eso?
Decía Margarita Yourcenar que la crítica debe ser un acto de amor… jajaja…
-Jajaja… bueno, un poco extremista…
Sí.
-Y de todos los libros que has publicado, ¿cuál ha sido el que más te ha gustado o que más satisfacciones te ha dado?
Fíjate que eso cambia con el tiempo, normalmente cuando publico un libro nuevo, tardo mucho en quererlo, jajaja, más bien me provoca desconfianza y luego, poco a poco, se va ganando mi aprecio. Yo creo que el que más me ha gustado es el menos conocido, se llama Parábolas del silencio.
-No había escuchado ese título.
Lo que pasa es que fue mi cuarto libro de cuentos, pero también salió en mal momento; ya ves que hay malos momentos para publicar y todo eso y yo lo saqué en noviembre del año en que salió, entonces para las librerías fue difícil porque ya habían comprado todo lo de Navidad y se iban a surtir hasta febrero.
-Y ya estaban las ferias del libro sucediendo, ¿no?
Exacto. Pasó un poco desapercibido, pero sí se ha vendido, porque además viene en los cuentos completos, pero yo creo que es el mejor libro o al menos al que más cariño le tengo ahorita.
-¿Cómo es tu día a día? ¿A qué hora te levantas, a qué hora escribes?
Mira, normalmente me levanto tarde porque me acuesto tarde, diez, diez y media, once de la mañana, y me vengo al estudio a trabajar. Leo muchísimo, trabajo en otras cosas, y bueno, para escribir le saco tiempo al día, cuando puedo sacarle tiempo, pero básicamente escribo en la noche; por eso digo que me acuesto tarde. A veces empiezo a escribir a las diez de la noche y escribo hasta las tres, cuatro de la mañana.
-¿Por qué escriben los escritores? ¿Tú por qué escribes? ¿Te interesa la trascendencia?
Por ejemplo, al principio decía que yo escribía para nombrar las cosas con las que no estaba de acuerdo, el sistema del mundo y todo ese tipo de cosas, las injusticias, todo eso me llamaba mucho la atención. Y por supuesto, sí me interesa mucho la trascendencia. Yo digo mucho, y lo digo incluso en mis talleres, que cuando yo empezaba a escribir, los escritores viejos nos decían que el escritor tenía que tener las tres D, el Duro Deseo de Durar… Me gustaba esa idea, que, por supuesto apuntaban a esto, ¿no? El objetivo tiene que ser que te sigan leyendo después de muerto, es decir, no es un oficio nada más para vivir, sino también para transcender.
-Para después de morir.
Exacto, sí, y eso siempre lo tengo en mente a la hora de escribir, por eso trato de que salga lo mejor que pueda todo esto, lo que se acerque más a lo que sería una obra de arte.
-Me decía Armando Alanís: “Ahora que me jubile voy a escribir otro Quijote”, una obra así de importante, que trascienda todos los tiempos…
Jajaja… sí, yo creo que es el sueño o el objetivo de todos los que escribimos, en el fondo, aunque no lo digamos abiertamente.
-Sí, jajaja… Oye, ¿y qué piensas que le falta a la literatura mexicana? ¿Se está escribiendo bien en México?
Yo creo que no le falta nada, por supuesto que se publica mucha literatura muy mediocre o muy mediana. Recuerdo una frase de Emmanuel Carballo de cuando empezaba a escribir que decía: “México es un país de tercer mundo, pero tiene una literatura de primer mundo”, y estoy de acuerdo con eso, si le buscas, en México hay grandes obras. Yo creo que en todos los países debe ser igual, el noventa por ciento de lo que se publica al año, se va a ir a la basura en los siguientes años, pero algo va a quedar y va a ser un porcentaje muy pequeño, pero ese porcentaje pequeño siempre nos sirve de guía o de vara para medirnos un poco.
-¿Y crees que la literatura mexicana ha influenciado o dado pautas en la literatura latinoamericana, incluyendo a España?
Por supuesto. Si hablamos de obras como Pedro Páramo, por supuesto que sí; incluso hace diez, quince años, Pedro Páramo era literatura obligatoria en bachillerato en España, lo cual es bastante interesante, pero yo creo que, en general, la literatura mexicana pone ciertos ejemplos y ciertas tendencias. Ahorita, en la actualidad, creo que es más fuerte la influencia de los españoles y probablemente de los argentinos, pero siempre está la influencia mexicana detrás de todo eso.
-¿Qué tan satisfecho estás con la administración cultural de la 4T?
Bastante insatisfecho, porque ha recortado todos los programas; el dinero se ha recortado bastante. Por ejemplo, esta cuestión de que la Secretaría de Cultura no tiene presupuesto, y también que ya no le otorga recursos a los Estados, a las entidades federativas; todo eso ha bajado mucho el movimiento, pero esperemos que en algún momento tomen conciencia de que la cultura es bastante importante.
-Por último, ¿qué proyectos tienes en puerta? ¿Qué estás escribiendo?
Pues mira, siempre tengo cosas a medias. Ahorita estoy tratando de completar un libro de cuentos nuevo y también estoy montado en dos novelas que traigo. Entonces siempre ando haciendo el paso de la muerte, en cuanto a escritura, me cambio de un proyecto a otro y así; es como la comida, según lo que se te antoja comer hoy, así me siento yo, a qué novela le sigo o sigo con un cuento, y de repente pasa que uno de los proyectos me agarra durísimo y ya me concentro en eso hasta que sale y dejo los otros para más adelante.
-¿Más o menos en cuánto tiempo escribes una novela?
Mira, la última me tomó poco más de tres años, pero nada más la escritura; la pensada fueron muchos más, fueron como ocho años que estuve dándole vueltas a la historia. Y, por ejemplo, la de Juárez me llevó como seis años, porque fue mucha investigación y todo eso. La primera me llevó como un par de años.
-¿Qué te gustaría hacer que no hayas hecho aún?
Una historia de amor.
-¿Nunca has escrito una historia de amor, ni entre velada?
Entre velada sí, pero una más directa.
Algunos de sus libros publicados son: Sombras detrás de la ventana (cuento, Era 2013); Ángeles, putas, santos y mártires (Era, 2014); Norte, una antología (antología de cuentistas norteños, Era, 2015); Laberinto (novela, Literatura Random House, 2020) y Bajo el estigma de Dionisio (cuento, Los bastardos de la uva, 2020), entre muchos otros títulos.