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Tuvimos que recurrir al diurno y selectivo olvido

Comunicado urgente para la niña que fui Te tengo buenas noticiasjamás tendrás que volver a comer hígado encebolladoy la matona del colegio ya no te asusta (otras matonas sí)se casó con el hermano vago de una compañera.Has ganado unos minutos de ventaja respecto al llantoal menos la boca ya no se te hace para abajocuando […]

algunos rencores llevan mis iniciales / como los objetos perdidos

Por Lolbé González Arceo / 18 de mayo de 2025

Comunicado urgente para la niña que fui

Te tengo buenas noticias
jamás tendrás que volver a comer hígado encebollado
y la matona del colegio ya no te asusta (otras matonas sí)
se casó con el hermano vago de una compañera.
Has ganado unos minutos de ventaja respecto al llanto
al menos la boca ya no se te hace para abajo
cuando escuchas algo que te atraviesa el esternón
como la tijera a los pollos en la tabla de corte.
Sé que el mundo era una alacena repleta que se te venía encima
ahora no siempre se siente de esa forma
pero hay días, no seré yo quien te mienta.
También tú puedes dejarte el pelo largo
no hagas ningún caso a quien te diga que no.
Sí vas a tener novios, aunque no tengas los brazos lampiños.
Cuando no hay para dónde ir, la pasividad y la mentira son formas de resistencia
vas a entenderlo.
Eso que ahora piensas importantísimo, no es fundamental.
Eso que pasa y que no entiendes
te lo voy a decir de una vez y sin rodeos: no eres la favorita
puedes descansar
puedes dejar de esforzarte.
Luego tendrás todos los collares que quieras
nadie va a obligarte a regalar tus vestidos,
ropa de colores, un closet sólo tuyo.
No serás, te anticipo, reina del mundo
pero sí soberana en la decisión de qué ponerte cada día.
Puedes descansar
puedes parar de estar tan preocupada.
Al final descubrimos cómo.
Sale más o menos bien
pero ya no queremos eso sino otra cosa
y todo vuelve a empezar.

***

señores

Señores que usan el pantalón debajo de donde termina la panza. Señores que te dicen «claro que sí, preciosa». Señores que se comportan como si fueran tus padres. Señores provisionales esposos que contratas para que cambien un foco y te sugieren reubicar la
habitación. Señores que pierden el sueño o la calma por la noche. Señores porque algo pasa y punza y quema, pero no se sabe el qué. Señores a los que se les perdieron los diccionarios en donde estaba la palabra para nombrar el eso. Señores que dan el dato cultural posrevolucionario y decolonial. Señores capaces de resolver en un tris lo complicado, que abren la puerta o cierran el paso. Señores que dicen «buenas tardes» o no te contestan el saludo. Señores que te insultan si tú no les contestas. Señores estacionados a los costados de los parques porque esperan a alguien, quieren agarrar wifi o necesitan un respiro porque en la casa se asfixian y ninguna ventana se abre. Señores con monedas en los bolsillos olvidando las carteras y las llaves, pero no el celular. Señores dos o tres chistes repetidos en cada almuerzo familiar. Señores que no pueden parar de mirarte. Señores que no te ven aunque te dirijas a ellos para hacerles una pregunta acerca del producto que te están vendiendo; que te gritan cosas por la calle y se hacen pequeños niños cuando te quedas viéndolos fijamente. Señores dispuestos a empujar contigo el automóvil que se ha quedado detenido a mitad de la avenida. Señores que dicen «es muy sencillo» y en verdad es sencillo para ellos. Señores que son como llegar a un lugar en el que un rubro de inconvenientes vitales ya no va a existir. Señores a los que hay que descifrarles los silencios y señores demasiadas palabras. Señores que miran por la ventanilla mucho rato y piensan en cosas que no van a decirle a nadie. Señores buscando toda la vida a su madre. Señores generosos que te invitan un trago a ti y a todas tus amigas. Señores que se consideran diferentes de todos los otros señores del mundo, y los que te escuchan como nadie. Señores recién bañados y perfumados, a los que dan ganas de abrazar. Señores con camisa de cuello redondo. Señores con incipiente barba de tres días. Señores concentradísimos en cualquier tarea. Señores que no saben en dónde están las copas de vino de su propia casa. Señores con cara de niño, a los que provoca cuidar. Señores que llevan un adolescente adentro que no sabe si tirar la piedra o salir corriendo. Señores unidos a su padre por el futbol de los domingos y un mensaje que dice: «pinche árbitro culero». Señores última pieza de un edificio que está por colapsar. Señores muriéndose de hambre frente a la comida encerrada en los contenedores del refri. Señores conmovidos por su propio rostro reflejado en la pupila del hijo. Señores que cuentan cuentos antes de dormir. Señores que quieren algo. Señores con su deseo lejos de las manos intermediado por preguntas de toda clase.

***

El río suena, decíamos las niñas
los adultos pensaban que era la frase de una ronda
“a cruzar, ¿quién dijo miedo?” nos contestaban

yo veía a mis primas volver
la ropa chorreando de agua
el río hacía un ruidal tremendo
tal vez por eso las tías no nos podían escuchar

un día dejamos de decir

nos exprimíamos la ropa antes de llegar a casa
entre nosotras lo hablábamos con los ojos
había miradas que significaban si el río suena es por algo
o anoche por poco me ahogo

un puente habría bastado
en cambio
tuvimos que recurrir al diurno y selectivo olvido
hacernos amigas de la desmemoria

algunas todavía soñamos con que el río nos va a llevar
otras amanecen de vez en cuando con miedo a la regadera

melancolía, mal carácter, caso perdido
las tías nos dicen de muchas formas
ahora somos nosotras las que hacemos como que no oímos
el río suena, les dijimos
pero nadie quiso escuchar

***

Razones para tener un matrimonio de hermanos:

“el nuestro,
simple y silencioso
matrimonio de hermanos”

Julio Cortázar

No hay celos. Aunque a veces sí hay.
No hay que depilarse con tanta frecuencia.
No importa si uno se olvida de lavarse los dientes.
Una puede dedicarse a hacer sus cosas célibes sin problema.
Puede argumentarse falla orgánica. Pero no se habla de eso.
Puede argumentarse la liquidez de los afectos. Pero no se habla nunca de eso.
Como no hay afanes de posesión, se incrementa el espíritu de equipo.
El acento está en la armonía de la forma.
importa poco lo que pase a puerta cerrada.
A puerta cerrada todo es armonía.
Excepto por la cocción lenta de un veneno en microdosis.
Excepto por aquello que no duerme sino aguarda
Excepto porque en la noche las sombras toman forma de obstáculo
de conveniente pared, al otro lado de la cual, espera un paraíso prometido por nadie.

***

Nunca he escrito un poema de amor
sí sobre afectos deslavados
o despedidas anticipadas
también sobre asuntos parecidos al amor
rencores antiguos enterrados como vellos

en la cúspide de la fantasía total
del éxtasis
de esa droga dura que es creer
que se encontró lo que no existe
que fue afortunado el malentendido
que todos son unos imbéciles
menos nosotros, claro
porque tenemos esto

ni siquiera en ese punto he podido
nunca

debo de tener la lengua afilada
quizá por eso pienso en el dragón de komodo
presiento entre nosotros un leve parentesco
desde que supe de él, no lo pude olvidar
se dice que saquea tumbas humanas
que gusta de comerse los cadáveres

la lógica de esa voracidad la entiendo
regresar por lo que está muerto
hacerlo desaparecer
hasta que no quede más
sólo una bola de uñas y pelo para escupir en el bosque
luego asquearse de la propia saliva

quizá sea esa la única manera de parar de darle vueltas en la boca
a un bocado en plena putrefacción

no juegues con la comida, nos decían
mejor haz del rencor tu alimento, concluyo
luego
dislócate la mandíbula
y ayúdate de lo que sea necesario
para que pase el cadáver

***

 
algunos rencores llevan mis iniciales
como los objetos perdidos
en la escuela primaria
el sacapuntas
rodando por todo el salón de clases
hasta que alguno grita
¿de quién es esto?
y yo lo veo
levanto la mano
y digo «es mío»

más que por valentía
porque alguien tiene que dar la cara
por ese tajador oxidado
con el tornillo flojito
medio roto
con el que hay que saber cuándo dejar de tajar
o destruye la punta
abre en dos el lápiz
acaba con todo

yo soy
la que recuerda
a la hora del recreo
las monedas olvidadas
sobre la mesa de la cocina
en una casa en la que nadie prepara lunch
la que observa a los demás comer
y a nadie le pide «¿me invitas?»
porque sabe
de alguna forma
a modo de presentimiento
que los actos tienen consecuencias
y ese recreo
ese día
la única opción realmente suya
es no comer

pero el hambre
esta vez
es también
otra cosa.

_____________________________

Lolbé González Arceo. Mérida, Yucatán, 1986. Poeta. Maestra en Psicología Clínica por la Universidad Autónoma de Yucatán, obtuvo el título de Técnico en Creación Literaria por parte del Centro Estatal de Bellas Artes. Colabora en la revista literaria Tranvía, proyecto del cual surgió la antología de cuento La disolución del cuerpo (2020). Es autora de Quiscalus mexicanus (2022) e integrante del taller de poesía de la revista Grafógrafxs.

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