Moscas
Las moscan han tomado la casa
con el despliegue trivial
de sus alas estridentes
y las certezas que nos son ajenas.
Las moscas vienen y arman su alboroto
de negra osadía y risa fácil
insectos persistentemente jóvenes
que comen, regurgitan y defecan
mirando el mundo con el rosa cristal
de sus múltiples ojos virulentos.
Digo que las moscas sobreviven al calor
porque se resguardan en el cinismo
de sus cópulas exhibicionistas.
No les preocupa quedarse en la casa
con nosotros, tristes hombres terrestres,
porque nadie nunca las alcanzará
porque viven
bajo una ley más benevolente.
Hipoxia
La voz de la enfermedad
es la misma que la de su madre,
del doctor,
del monstruo en el armario.
Dice, la enfermedad,
irritante, imperativa:
hay que dormir
y el aire se agota.
Algo en la garganta no quiere rendirse,
algo desde los ojos pretende escapar.
No hay sueño que pueda llegar
ante la seca violencia que le vacía los pulmones
y la muerte disfrazada de remedio.
Memoria
Un cuerpo enfermo
apareció en el espacio blanco de mi memoria
su sonrisa de dientes escollados y sangrientos
era un amasijo
de carne rosada
cabellos plateados
fatiga
tierra
dolencia
pus
ojos que se volvieron vidrio al ver desfilar milenios
una lengua cruel que no alcanza a limpiar e insiste
un cuerpo abandonado
de animal herido
un cuerpo que me acompañó la infancia
pero al que nunca vi crecer
Y fue la alegría
de encontrarlo vivo
y también
súbitamente
el terror de la imposibilidad.
Pasionaria
Es este cuerpo que nace en tus manos
en el peso de tu cuerpo
en tus manos
en el límite de la piel y tus manos
en el hueco en que me siembro y espero
en el aliento en que me nombras y apresas
en tus manos que todo lo han tocado
pero que no eran manos hasta antes de mí.
Y tus dedos
animales curiosos son tus dedos
animales salvajes y exaltados
que yo sé que se mueven para mí
sólo en mí
que he nacido
en tus manos
en la palma abandonada de tus manos
en el círculo que se imaginan tus manos
en los secretos que se desvelan para ti
y para mí
que apenas nazco
después del vaho que alimentas en tus manos
en esa fuerza que dispones para mí.
Fantasma I
(fragmento)
Como un presentimiento
tu fantasma se instaló en mi casa
y un escalofrío me siguió por días
días en que tu ausencia fue la sombra
la noche permanente
donde su fluorescencia crepitaba.
¿Quién eras tú sin tu alma
por las calles de nuestra ciudad tan memoriosa?
¿Qué es este fantasma que me mira, molesto
desde los espacios tuyos imposibles
que deforman las habitaciones?
Yo trato de reescribirme ahora
con un pedernal sobre la carne
con mi propia sangre despreciada
con los ojos cerrados
y tu anticipado fantasma
que no calla.
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Arlette Luévano (Aguascalientes, Ags. 1976) Ha publicado los poemarios Casi verde, Tercera persona, Informe sobre trenes que llegan y desaparecen, Apostillas negras, Casa en ruinas, No basta con nombrar al llanto llanto, La maldición y la sangre y No. Forma parte del Colectivo Literario La Sangre del Muerto, del Colectivo Minificcionistas Mexicanas y de la Red de Escritoras de Microficción REM. Fue ganadora del Primer Concurso Internacional de Escritura Creativa de Skribalia, del Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta y del Certamen Histórico Literario de Aguascalientes.