Si los poetas no trabajan para la muerte
quiero decir que
si no ejecutan sus órdenes
o ayudan a tensar sus hilos
¿para quién trabajan?
Ya que la Muerte
no es una entidad autónoma
y nos necesita
como el capital
necesita al obrero.
Por voluntad o
coerción
trabajas día y noche
para satisfacer las entregas trimestrales
que la Muerte espera
de tu persona.
Sin ti ella
quedaría en el más abyecto
abandono.
La Muerte es tu abuela entonces
y tú le debes todo.
Si te mangonea es solo porque
no conoce otro modo.
Eres su burro,
servicial esbirro
lleno de vida
y las demás confituras
que ella
prepara con amor
en la estufa de tu memoria.
(Hablando de zombis recuerdo
era persa
o hindú o tal vez
china
da lo mismo
porque en la muerte hay un solo color
y un solo acorde
pero era una fábula
sobre el destino
de un noble que era jinete
y huía del poema
porque el poema
anunciaba su muerte
pero la Muerte
iba tarde
por ser vieja
y cuando topó al jinete
a medio camino
le dijo m’ijo
qué bueno que viniste a buscarme
ahora ayúdame
con las bolsas)

———————————————–

Eduardo Padilla (Vancouver, 1976) es autor de Zimbabwe (El Billar de Lucrecia), Minoica (escrito en colaboración con Ángel Ortuño, publicado por Bonobos), Mausoleo y áreas colindantes (La Rana), Blitz (filodecaballos), Un gran accidente (Bongo/3pies), Hotel Hastings (Cinosargo) y la antología Paladines de la Auto-Asfixia Erótica (Bongo Books). Su libro más reciente es Zwicky (Cinosargo).