Trucidario
Sobreviví a Pompeya
a la lluvia de lava que cauterizó mis sentidos
Hiroshima me dejó
cicatrices radioactivas en la psiquis
Contemplé bajo las ruinas de Cartago
mi alma trucidada
Enfermé de cobardía
de envidia
y escorbuto
En Babilonia forniqué con una prostituta
Robespierre sostuvo mi cabeza
y antes que la guillotina cercenara la suya
brindó por mi salud
Atravesé desiertos
Golpes de estado
revoluciones
dictaduras
corrompieron mi médula
Sufrí metamorfosis violentas
rupturas de mis huesos paquidérmicos
la herrumbre del tiempo
me arrojó ciego a mi suerte
sentí mi cartílago pulverizado
mi mirada biselada
sentí ganas
de querer
no despertar
Aprendí a vivir con una cabeza sin nervios
a caminar con el apófisis obliterado
a respirar bajo contracciones espasmódicas
y con el rostro contraído
nunca dejé de sonreír
psicofármaco
La cama es ahora mi enemiga
estoy intranquilo sólo escucho
el espasmódico sueño de mi madre
los perros ladran
afuera
adentro mi cuarto huele a residuos clínicos
timerosal
yodopovidona
y alcohol
mi dolor es orgánico
enfermizo
ojalá fuera un dolor emocional
un mal de amores
o un desengaño
llega una edad en que se siente
que se está muy viejo para eso
no hay antibióticos
en la tv no se habla de escasez de medicinas
se habla de soberanía
quizás tres cápsulas de soberanía
puedan resolver cualquier problema
con el riesgo implícito de una sobredosis
mi cuarto huele a alcohol
y a psicofármacos
estos no curan realmente nada
sólo me ayudan a conciliar el sueño
como los libros
me ayudan a sobrellevar la vida
no hay antibióticos
cuando tampoco haya psicofármacos
sólo nos quedarán los libros
y la soberanía
augurio
Cuando me siento a la mesa, alguien dice, la esperanza está ahogada en el agua, el insecto que debía traer un buen augurio, ahora está muerto en el agua, como si fuera un vulgar ortóptero.
La esperanza ya lleva mucho tiempo ahogada, pensé.
Desayuno con Julio Cortázar
Por qué Cortázar me mira como un pez, con los ojos perdidos en la tinta. Cortázar pez es un bolígrafo de humo. Cortázar hombre es un cigarrillo de poesía. Y va y comparte un desayuno con Lezama. Hoy no se bebe mate, porque es amargo, hoy se bebe café, a lo cubano, porque es amargo. Hoy me beberé la circunstancia. Escribir también debe ser amargo, pero escribir no es lo mismo que vivir. No te culpes, no todos pueden aspirar a ser poetas, yo mismo soy un pez de aguas metafísicas, un pez que en cualquier momento puede ahogarse en su saliva, pero tú no eres un pez, quizás un día puedas aspirar a ser un hombre.
Invitación a descrucificarse
Pudiera estar lo mismo en Roma que en Jerusalén, o en una desconocida cafetería de Holguín, sentado de frente a la calle, ensombrecido por el humo de un cigarro, tomando un café con Cristo. Son otros los tiempos, mas somos demasiado iguales, los dos fuimos crucificados, en circunstancias y motivos distintos es cierto. Yo no he muerto por nadie, pero fui crucificado. Son otros los tiempos, repito mientras Cristo se hunde en su cigarro. Nada cambia ni siquiera el tiempo. El tiempo es quizás demasiado inmutable como para provocar algún cambio. Veo su cara, imagino que se parece más a Caín que al primogénito de Adán. Cristo mira inquieto el reloj, sabe que pronto debe morir de nuevo por la humanidad. Sus pensamientos se disuelven con el café. Piensa en la posibilidad de rehuir de su destino. Le invaden las ganas de correr. Tal vez quiera que esta vez sea otro quien se sacrifique. Tal vez quiera que esta vez alguien dé su vida por él. De estar en su lugar hubiera escapado, no creo que él tenga la valentía de hacerlo.
Luis Carlos Sarduy (1990) Nacido en Cuba, provincia de Holguín. Escribe poesía desde los veinte años, motivado por la lectura. Ha obtenido menciones en diversos concursos locales. Actualmente tiene en proceso de edición su poemario La piedra rodó sobre Sísifo.