DANIEL FREIDEMBERG
Abril (VIII)
El que escribió en lo alto una estrella, y ve
alta en la noche una estrella, ¿la misma?,
el que pronuncia estrella, el que pregunta
a qué escribir cuando todo está dicho, sabe
que no es verdad o se lo dice para
no enmudecer. Es-tre-lla, esa voz va tocando,
como quien da un paso y otro, las sílabas
¿para que no se apaguen? ¿para que
no se termine un mundo al que cantar?
¿Para tocar,
nada más, algo que, al ser tocado, cante?
Eslletra escribe estrull escribe esoquesigueahí.
Abril (IX)
No ser amado: la desdicha
dignificando el amanecer,
eco de pasos, de los propios pasos
al volver a casa (un absorto blues):
ese que,
desdibujado al fondo del tiempo, hablaba
de guerra y amor, el que
entre palabras en la noche entraba
–y eran palabras las que hacían la noche
y era en la noche que crecía el mundo–,
ese que ya no puede, con palabras, abrir
algún espacio en la noche o el mundo,
se ve volviendo ahora en la noche, y es
de nuevo la noche, y es otra.
Como si preguntara
por esta noche otra noche, volvés,
como quien vuelve de una noche ya escrita,
ya sin palabras en esta noche, volvés
como quien sabe que no vuelve más.
Como si escrito por lo que escribió, el
que ahora vuelve
vuelve y repite “nadie vuelve más”
en otra noche y
volviendo a otra casa:
viejas, perdidas, queridas, palabras.
Abril (X)
Hubo otra noche (otras noches), tus pasos,
la sombra móvil del cuerpo en los muros.
Pocas pala, escribiste, bras, las imágenes
dejaban paso a lo que llamabas las cosas
y ellas, las cosas, se dejaban nombrar
de a trozos, de a ratos, y después tornaban
a su lenguaje de no ser más que cosas.
Deseosa bestia de sentido, golpeás
tu mala conciencia contra vos: como quien
vuelve de una guerra, escribiste, y no hay guerra
de la que alguien vuelva, fue entonces fácil
poner juntas seis letras, guerra, poner
pie en tierra firme, las cosas
como residuos de lo que fue el mundo, duraban
como por milagro. Bello el silencio
de las cosas, golpeás
su duración, cada una en su pequeño tono, y no basta.
Pero no, gritó el pájaro, es que nada basta:
tus golpes se dicen nada más a sí mismos. Golpeá.
De “Abril” (Barnacle, 2016)
****
He visto ángeles y obispos levitar,
he visto autos último modelo,
he visto gentes de ropas oscuras
entre las luces de un salón de baile,
(todo lo cual me hace feliz
por un motivo que no entiendo).
He visto a las
últimas grandes manadas
marchar hacia el crepúsculo despacio,
sabiendo, era evidente, la importancia de la escena,
y abrían un gran hueco en el aire, un sitio donde
me senté a mirar
el caer de las cosas en el alma,
y era el murmullo de una gran duración,
un brindis, por así decirlo, un silencio entre dos notas,
y era, en el reverso de la hora y el minuto, el estar,
y era el moverse acompasado de los pastos al viento,
y las partículas de la materia, y las galaxias y etcétera.
He visto un pentagrama, un mantel a cuadros, un cruce de caminos.
(…)
III
Como fundando su lugar las palabras,
como resacas de lo que nunca ocurrió.
Como los frutos del árbol
del paraíso, pudriéndose
(¿cantos de cisne? ¿música de las esferas de acá?).
Y era como si el tiempo en esa escena empezara
o (¿no es lo mismo?) llegara a su fin
(algo en la escena iba llegando a su fin, o empezaba,
entre otras cosas que no entiendo).
He visto alas oscuras en un campo amarillo.
He oído pasar largos trenes de carga,
como una música de las esferas de acá,
y un amanecer vi, y el temblar de unas hojas
(puedo decir que he visto temblar unas hojas).
II
Puedo decir que he visto el
temblar de unas hojas
y las marcas que deja
la lluvia en la pared
y aves oscuras en el cableado público.
III
He visto las páginas de un
diario, arrastradas
como pañuelos de la civilización
devueltos al orden de este mundo
(como recuerdos
de la civilización, devueltos
a su ser de cosas).
Hojas de diario, latas, raíces ya sin árbol:
lo que al fin, lo que está.
IV
He visto libros de historia subrayados
y una llama apagándose, y una foto que falta.
He visto libros
de historia deshojándose,
como si vueltos al orden de este mundo,
y almanaques vencidos
y sobre ellos el polvo,
y vi en el aire las
páginas de un diario,
y no era un ángel, era un diario nomás.
Y ahí, en la música del ir y venir de todo
flotaba lenta una pluma de gorrión.
He visto gerentes y robots,
personal trainers y sombras chinescas,
y un irisar de agua estancada,
y un bicho negro
corriendo a ocultarse,
y basura electrónica.
He visto la paz del primer día de otoño
y oí el silencio de la sabiduría de Dios
(y era un silencio, nada más, ¿qué otra cosa?).
He visto cielo en un espejo caído
y el sol dorando, antes de ocultarse, las cúpulas,
y oí el silencio, nada más, de lo que hay.
He visto sombras en cámara lenta,
torres alzarse porque sí, y más y más torres
y oí los ruidos del
tránsito, al fondo
(iban al fondo los ruidos del tránsito).
II
Ruidos
oía
del
tránsito
ahí
(¿“tránsito”
—dije—,
“algo”—dije—
se fuga”?)
ruidos
cual mú-
sica in-
des-
cifra-
ble
llegaban.
III
Hojas
de fresno
en el aire
temblaban,
ruidos
llegaban
y llegaban,
y las
noticias
se enroscaban,
la tierra giraba
y algo
de mí
duraba
sin saber por qué.
He visto el reflejo de la luna en un charco,
y farolitos,
y estrellas pintadas,
y no fantasmas sino ropa colgada,
y mansas lápidas al sol,
y las calles desiertas del primer día del año
y la llegada de las aves migratorias,
y del encanto supe, y supe de la derrota,
y en un balcón había una flor.
Que no corté, que
no regué tampoco.
Nada más estaba
en el balcón, y era una flor.
(…)
IV
Me he visto subido al rodar de las palabras,
me he visto subido a las palabras, su speed,
afuera y adentro me he visto, y el alma
otra palabra era, era otra palabra y colgaba
de algo, no sé, como el ruido del tránsito.
Me he visto en el tránsito
(“soy”, me dije, “en el tránsito”).
Me he visto afuera del tránsito y del alma
“¿o no será eso”, me dije, como
quien se hunde, “el alma?”
Me he visto colgado de esa palabra, “el alma”,
como una música de estar adentro y no.
Y la desidia inmutable del asfalto he visto
sobre las contradicciones
de la materia reinar.
De “Esa materia que se fuga” (Barnacle, 2022)
Daniel Freidemberg (Resistencia, Chaco, 1945). Desde 1966 reside en Buenos Aires. Libros de poesía publicados: Blues del que vuelve solo a casa (Buenos Aires, 1973), Diario en la crisis (Buenos Aires, 1986), Lo espeso real (Buenos Aires, 1996), La sonatita que haga fondo al caos (antología personal, Santiago de Chile, 1998), Cantos en la mañana vil (Buenos Aires, 2001), Noviembre (cuadernillo, Buenos Aires, 2006), En la resaca (Buenos Aires, 2007-2021), Sonidos de una fiesta ajena (antología personal, Buenos Aires, 2012), Abril (Buenos Aires, 2016), Días después del diluvio (antología, Barcelona, 2018), Diario en la crisis (ebook, 2020), Un hilo naranja (Buenos Aires, 2021) y Esa materia que se fuga (Buenos Aires, 2022). Ensayo y crítica: La poesía del 50 (Buenos Aires, 1981), La palabra a prueba (Madrid, 1993) y Cómo se escribe un poema (en coautoría con Edgardo Russo, Buenos Aires, 1994). Compiló y publicó veinte antologías de poesía. Ensayos suyos sobre temas literarios fueron incluidos en quince libros. En 1986 integró el grupo fundador de la publicación trimestral Diario de Poesía, de cuyo Consejo de Dirección formó parte hasta su desvinculación, en 2005. Desde 1978 viene publicando textos críticos en revistas y suplementos culturales. En 2014 recibió el premio La Rosa de Cobre que la Biblioteca Nacional de la Argentina otorga a la trayectoria poética.
—————-
JUAN DESIDERIO
Buenos Aires es tensa y dulce
Un valiant azul estacionado
bajo una morera, en la calle
donde asoma la anciana horrible,
que mira a todos los que pasan
por su vereda de baldosas humeantes,
cordones llenos de caries.
raíces que asoman de la pared rota del jardín.
Buenos Aires es tensa y dulce
Sus noches de secretarias perfectas
desde el cuerpo al cuarto de atrás
donde discuten sus sueldos
y sueñan con hijos
para dejar de morir por un rato.
Buenos Aires en tensa y dulce.
Minada de sótanos con poetas suicidas
y músicos al borde de la pala
que los llevará otra vez al asfalto,
para electrificar la calle
con cantos densos, visiones bajo el agua
fijos en las piernas
de la vedette del Maipo
que toma junto a su hijo
y lee un cuento de Jack London.
Buenos Aires es densa y temible.
La hecatombe debiera ser en Plaza Pueyrredón,
los profetas existen y la luz
del último vagón
se pierde entre ventanas azules.
Nos ofrece chatarra a cambio de afecto.
Buenos Aires regala sus joyas.
Siete maniquíes, el hueso de un psiquiatra
durmientes en vías muertas
restos de hamburguesas en bolsas de arpillera
cien bolsas de arpillera sin hamburguesas dentro
un buitre con cara humana…
vi su dibujo en la tapa
de un libro de mitos urbanos.
También estaba la mujer alada
de manos y rostro cubierto de musgo
o el perro con patas de plástico
y celular en vez de lengua.
Pero el que me sofocó fue un viejo
su cuerpo estaba hecho de efectos naturales.
Ciclones, temblores, plantas quemadas,
edificios de paredes de vidrio…
Al regresar, contemplo el incendio de un banco
imagino monedas fundidas en manos de los avaros.
El edificio se derrumba, su inteligencia
forma un cerebro con chispas y rayos.
***
Joaquín el pelahueso
trabajaba en el cementerio
de Flores.
Las tardes eran
de interferencia portátil
y sus ojos congelados
perdidos en los yuyos.
Joaquín lavaba
una docena de huesos
por día
luego sus manos
en un dibujo impreciso.
Joaquín
cuidaba a los muertos.
Un olor eterno
a galpón quemado
distraía a Joaquín.
A veces se lo ve
mover sus brazos
bajo los chispazos
del premetro,
ponerlos en tierra
y quedarse horas
ardiendo bajo el sol.
Las noches de Joaquín pasan
y un bar de la avenida Cruz
lo declara exquisito
patear una mesa
arrasar a la mujer de un
prójimo
que meta palo
y a la bolsa
y a Joaquín
la mano de los siglos
bajo un flash de olor
a galpón quemado
la soledad de un viejo
encendedor a bencina
y alguna que otra adicción
a un chico
sin muslos
ni piedad
entre sus pechos
que acaricia Joaquín
vendiendo su bragueta
a la muerte.
Si
una vieja deuda
esa de acariciar huesitos
y pelar
los últimos vestigios
de tendón
porque la vida de Joaquín
es como un gran
descanso.
***
Ahí está la catedral.
Cimientos de luces duras
chorros de piedra caliente
apuntando al ojo que está en el cielo.
Estoy listo a inyectarme
a través de torres góticas
en las venas de Dios.
***
Carcajadas de locura, manantiales de ira
tu lamento se repite, tu hado ya se fue
gestos de luz eléctrica chocan en las calles
humo de aceites quemados por la fatalidad.
Rebanadas de pan viejo, culpas en las manos
tanto trueque en falso, miseria por nada
ojos potentes, duros vigías
inútiles recetas sin chance.
En sueños te desangran y te instruyen
en las artes del deseo y del temor
mordazas que caen, vientos que traen
nuevas melodías, mentes en trance.
Signos con flores al final, dudas y angustia
el sabio fuma su hierba y proclama
la santa madre alimenta los retoños, después.
***
Ángel de cuatro alas
bien dispuesto para amar
pero solo irisa los ojos
del que pasa.
Y es cuando el ruido callejero
se afina y son
guitarras españolas en trance.
Al atardecer el tren pasa
repleto de almas
envuelto en luz azul.
Juan Desiderio (CABA, 1962). Bibliotecario de Oficio, desempeña su profesión en El Templo. Como músico, ha compuesto y lo seguirá haciendo, unas cincuenta canciones desplegadas en grupos musicales, como Hippie Rabioso, Cardioflash, Jardineros y Mosaico. En cuanto a las palabras, ha editado libros de poemas y una novela. Actualmente escribe estampas y proyectos variopintos.
—————————-
MARÍA MALUSARDI
FRAGMENTOS
harán una película con mis sábanas vendrán
mis sierpes mis serpientes a despedirme
harán una película con mis piernas
mis poemas y mis sábanas y el talco del ensamble
rociará con cada cuerda cada gesto la
mediocridad sintonizando alrededor harán
una película con mis sábanas (habrá silencio y
terciopelo) y yo estaré de pie volátil
expectante asistiendo a la ceremonia
***
harán una ceremonia con mis poemas creerán
que mis poemas son mis hijos asistirán como
mariposas tuertas a una película sobre mi
incendio y se alojarán tímidamente bajo mis
sábanas sabrán despedirme sin llorar (los
poemas no tienen ojos ni pañuelos
los poemas son almendra untando la oscuridad
del alma) no habrá espectáculo no correrá
sangre sólo tierra sólo tierra y deshabitarme
***
harán una película con mis ojos medirán el
temblor de la tristeza (de los ojos de mi
tristeza) harán llover sobre un público frágil la
sequía
***
será una película emotiva cursi de lágrima
fácil delatará la ingratitud de los instantes los
amores prohibidos los amores que no fueron
los que fueron y dañaron (son los más) los que
nunca llegaron a saldarse será una película
sobre lo que no tuve eso que pesa universo
(oh ungaretti) derrame en el poema
***
harán una película con mis roces recogerán
los desgastes uno a uno y expondrán como
diamantes en el barro la soledad
***
harán una película con mis huellas con las
pisadas de los otros sobre mi cara con mis
propias pisadas sobre las caras de los otros
harán con los relojes que he descartado y roto
una composición frívola del tiempo un tiempo
descalzo sin arrugas un tiempo detenido en la
indiferencia de la materia el tiempo de la
putrefacción en los ojos de los viejos harán
con la mirada de los viejos mi propia mirada
anciana y detenida
***
Artista del hambre
hubo un día y no recuerdo si el temblor de la palabra o el
relámpago en la lengua empastaron mi boca con muertos hubo
un día ese día el hambre traficó y cayeron huesos como panes
hubo ese día y sollozaba entre añicos quería matar afilar el
vidrio ese borde eficaz para darle un envión un vuelco a tanto
error a tanto desamparo
***
hubo un día en que nací entre artistas del hambre para
(estilísticamente) inmolarme en el delito
***
los filósofos anuncian el ser de las heridas los poetas escarban
arrastran cortan de raíz más tarde duelo y mato porque sí
porque me dejan porque me empujan porque el mundo se ha
enredado en mis tobillos mato porque no puedo dirimir en esta
jaula ni entender en este sueño el éxito de mi condición
***
no soy ese niño que mira desde el otro lado de la ventana de un
bar ojos de brea hirviendo las huellas del encierro y sus reptiles
y aunque no soy ese niño mastico mis dedos para que alguien
me brinde un sorbo de su mirada no soy ese niño sino un
animal que arrancan del harapo los poetas exégetas de la compasión
***
en medio del poema una vaca muge y deja correr su leche
contra mi ojo aprieta sus cualidades ácidas el párpado arde
gotea diluye los barrotes alimenta la vaca me alimenta me
engorda me sacrifica me ofrece en el mercado
***
desde que el hambre es una religión una región una
enfermedad de los muertos el hambre un modo de tejer desde
que el hambre es el poema en esta jaula puedo soñar con
ciervos: degollarlos
***
esta jaula es una calle abierta al público que pasa y no aplaude
quien no ve no desampara (y muerto está) quien se asoma a mi
dolor huele la carne la salud del alma disecada quien renuncia y
corre traga un vendaval de cuerpos los desechos de la historia
coágulos de basural
***
puedo soñar con ciervos porque sí porque maté porque mis
muertos de vuelo amplio y cuernos impetuosos porque maté
porque parí en el renglón de los que hacen que la guerra estalle
cada vez debajo de mis uñas
“harán una película con mi entierro” .
(Editorial El desenfreno, 2023)
María Malusardi (Buenos Aires, 1966). Escritora, periodista cultural, docente y tallerista. Publicó catorce libros de poesía: ruinas perfumadas, harán una película con mi entierro, artista del hambre (Segundo Premio Municipal de poesía 2018-2019), el desvío y el daño, el sastre (Mención especial del Premio de Literatura Casa de las Américas 2015, de Cuba), la música, trilogía de la tristeza (Finalista del Concurso Nacional de poesía Olga Orozco 2009, organizado por la Universidad de San Martín), diálogo con pescadores, variaciones en la niebla, la carta de vermeer, entre otros. Y tres libros de prosa: Una madre es un piano triste, Nadie sabe qué hacer con los poetas y Todo cicatriza menos la infancia. Rescató la poesía de Raúl Gustavo Aguirre (Obra poética). Y recibió en 2018 la beca del Fondo Nacional de las Artes por Asamblea permanente. Diálogos para una hermenéutica, sobre la obra y vida del poeta argentino Alberto Szpunberg. En 2022, llevó adelante la Escuela de Poesía Argentina en la Biblioteca Municipal Evaristo Carriego en la Ciudad de Buenos Aires, un proyecto de enseñanza y difusión por el que obtuvo la beca de Mecenazgo en 2020.Coordina talleres y clínicas y escribe sobre literatura en la revista Caras y Caretas.