Se trata de narrar el fin del mundo palabra a palabra, ¿cómo puedo decirlo?, aquí hay una serenidad tras la tristeza.
Duele el verano, duelen las lluvias y el olor a muerte.
La pureza, lo inmaculado de la vida no sé qué puede significar.
En mi alma se instaló un peso con fecha y hora.
Van cuatro días sin ti, sin tu amor.
Nunca he rezado tanto, nunca había buscado tanto a Dios.
Busco a Dios lo mismo que la justicia humana tus restos.
El fuego, el hielo. Morir a manos de… él.
Caigo rompiendo todo, me hundo en mis lágrimas. Mis témpanos arrasan todo y a la deriva el mundo que parece ya no importa.
Quiero destruir todo, gritar, maldecir. Ya no queda tiempo. No sé a qué aferrarme.
Dicen que el mundo no se acaba, pero yo difiero.
Me consuelo pensando que me miras desde la cima de la montaña, que me abrazas.
Vamos, pues a desayunar y tomar café. Llegas tarde para el reloj. A mi te me fuiste temprano. Soy huérfana de abuelo a los treinta años.
¿Sabes qué? ¡a la mierda el calentamiento global y los polos y todo! Para mi el mundo se acabó cuando te asesinaron en esa iglesia. Todos mis relojes se pararon.
Quiero ser como una villana de esas lucrativas y que mis lágrimas se lleven todo.
Me asfixia el dolor. El borrador de un cuento donde en el mundo se hizo de noche, ahí donde en esa fiesta eterna había otra cosa, otra opción que para mi ya no son las drogas, el sexo y el alcohol. Estoy distraída y en fragmentos te recuerdo.
Mi abuela me contaba de esa noche eterna, las marcas, empresas y celebridades competían por hacer la más memorable de todas las fiestas o reuniones.
Pronto, no quedó nada. El mar estaba lleno de trajes de látex en trajes y condones basura.
Partimos a procurar nuestra carne, pues ahora la gente se alimentaba de otros mientras la energía durará para trasmitir en viva esa escena snuf del mundo.
La fe y la ciencia iban de la mano.
Se logró como un milagro un destello de luz solar.
Buscar agua era una misión suicida, pero sólo así la montaña daría algo.
En la escritura el sacrificio era parte de trascender. Podríamos salvarnos a nosotros y las próximas generaciones.
Orábamos.
Recitábamos a la ciencia.
Éramos libres, pero, teníamos una misión.
De ponto una criatura vestida de fiesta, pero desfigurada apareció destruyendo la solemnidad de los actos para justificar un milagro o narrar que la naturaleza seguía dando batalla.
<<¡Javier, nos encontraron! >> gritaba el vigía mientras él cultivaba con agradecimiento a la Ciencia y a Dios el primer cultivo de maíz.
La criatura lo mató.
Murió en paz.
Sobre la nieve las palomas blancas lo miraban partir mientras pudimos volver a llorar.
Santo Espíritu.
Nos guiarías a todos a las plantas, al agua, un milagro con un rayo de sol sobre estos suelos de hielo.
Te perdí a ti y a mi puto cuaderno.
Javier, ese era tu nombre. Me quemo, me ahogo, soy humo.
En el mundo donde tu estabas de verdad que el amor y la esperanza eran un milagro. Te lloro, te nombro, te extraño.
A lo lejos escucho el sarcasmo de quien dice “mira bien a éstos cabrones, hasta tienen sacerdote privado.”
Las nubes de hoy que no llueve me dicen tu nombre, a tu alma la debió recoger dios llorando. Así con minúsculas porque no hay nada propio en tu asesinato.
Ahora, más tranquila diré que usabas reloj, pero no recuerdo en qué mano.
Nunca tenías prisa, eso no era lo tuyo.
Me regalaste tanto de lo que soy que me niego a hablar de ti como si ya no existieras.
Javier, Padre Campos, Mi curita Gallo, Totori Owira …ABUELITO <3
Cantas como un gallo.
Te encantan las galletas que les ponen a los helados.
Movías la orejas y nariz como conejo.
Tienes el cabello blanco como tu sotana y tus canas, como las palomas frente a tu iglesia.
Llevas la nieve de la sierra donde naciste y moriste como clérigo, me habría gustado alguna vez decirte capellán.
Nunca creíste en la muerte ¡qué fortuna!
Tienes una nieta escritora, aficionada a las fotos.
Una nieta que tarda dos horas en caminar una cuadra porque se parece a ti. Va saludando al sol, la gente, al mundo. Me llaman por tu nombre y me abrazo profundamente a la fe que siempre me respetaste.
Te da igual a quien le rezo.
Me amas.
Traduces el alma a sus lenguajes con paciencia y amor.
Si el mundo se acaba que vuelen las garzas, las palomas… todas las aves, mientras cante un gallo, repiquen las campanas y todo empiece contigo.
Éste no es el apocalipsis del planeta, es cierto, pero si el fin de ese dónde yo tenía un abuelo sacerdote.
Perderte es mi desastre.
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Lyanne Acosta nació en Guachochi, Chihuahua. Participa en diferentes espacios literarios que abarcan desde el nivel local al internacional. Su trabajo ofrece desde microrelato, poesía, texto libre, cuento y novela.