De cuerdas y memorias
Lo antiguo está hecho de cuerdas y raíces,
entre úteros que tejen trasmallos
frente a la primera luz marina.
Los ojos de sal salpican
las manos de los abuelos que enseñaron:
los peces saltan al profundo eco de la memoria
y el resplandor del sol arruga a ese niño de mar.
No hay relojes frente a un océano de futuros
ni brújula más exacta que la mirada de Dios,
la madre de todas las madres que mece serena
a todos los hombres que misteriosamente se hunden
y luego vuelven sanados
a alimentar los monstruos ocultos
en los arrecifes del alma.
Soul food
A doña Doria
Danzan las ollas de las diosas migrantes
encendido está los fogones de los hambrientos,
se sazonan los huesos de la ofrenda
los secretos son susurrados;
son las burbujeantes voces de las tías abuelas
quienes nos hicieron comer el verano
con rondon entre cacerolas
la familia era un pueblo
y las manos los libros de todas las recetas.
Respiramos los surcos aromáticos de las hierbas
para habitar eternamente en las memorias del paladar.
Miró a la diosa
de pies descalzos posarse
sobre los corales de fuego
rompió la jaula de sepias
camufladas en el nacimiento.
Brotaron monstruos
en el avistamiento
del inconsciente,
se devoraron a un niño cubierto de plancton
deseos lunares anclados a bordes muertos
Rasguñó las paredes en busca de acertijos,
frente al malecón
lo encuentran contemplando
sus manos de pólipos,
sus brazos como focos submarinos
frente a un computador.
Rompen sus sueños
los cordones de la marea
tentáculos furiosos de Poseidón.
Maleficio oportuno
Hija bastarda,
contrariada desde que hacía trazos,
pequeña insolente
con bajas en conducta,
extrovertida por oficio
atropellada desde generaciones pasadas,
observada desde el ojo del macho acosador.
Mal vivía entre los rumores de las señoras pudorosas
y los rincones conservadores pueblerinos del no mundo.
Joseline siempre en la nada,
en la otra,
la extraña.
En las listas negras de la religión,
En las listas rojas de la economía.
Tan puta,
flagelada por las buenas esposas recatadas de todo escándalo.
Exiliada en el efímero alivio de las sombras etílicas.
Regocijada en los umbrales de la literatura y el orgasmo.
Soy la recolectora de huesos de todas mis ancestras.
Y como dice el aquelarre;
que contra mi madre y la iglesia
soy la mujer de las tormentas.
Venus
Brotan las mariposas de las paredes,
son de musgo los tejidos,
mueren las sombras entre las carnívoras uñas,
las vidas giran sobre la corteza uterina,
son de salvia los ovarios que parieron toda la luz,
las vulvas se inflaman frente a las lunas,
los senos abren su vuelo como gaviotas
sobre el enigma de los cuerpos.
Frenesí noctambulo
El animal tomado por el maleficio devora su presa,
sumerge su hocico en el agua de las cavernas,
navega en su pecho de magma
después de lambucear sus fluidos.
Otra vez la pulsión es un rugido
y toca a la puerta.
Tumba la muralla,
roba las llaves a la cordura,
el instinto que carcome la culpa.
El animal salvaje está al acecho,
su ritual es devorarme
como si fuera el banquete de la Santa Cena.
—————————–
Karina Obando González, 1994, Limón, Costa Rica. Socióloga, gestora sociocultural y poeta del Caribe costarricense. Productora en Wolaba Productions.
Ha publicado en (2020) Antología Desacuerdos, (2020) Antología Nueva Poesía Costarricense, (2021) Libro DiscrimiNaciones, Afrodescendencias.