GINEBRA, VERANO DE 1986
(Mínimo homenaje a J. L. B.)
Para Graciela Gliemmo
Un hombre se dirige al sur y espera
escuchar un silbato. Hunde los puños
en la tibia extensión de sus bolsillos:
un llavero de zinc, varias monedas
echadas al azar; dentro de un sobre
la efigie de una dársena y dos caras
difusas tras un vidrio. Una es la suya.
La otra es del que aguarda un tren. Al fondo
resplandece un fanal entre la bruma
(Edipo y los enigmas: Buenos Aires,
espadas, laberinto, Islandia, espejos)
y el hombre del andén. Sin él se pierde
el último esplendor. Se abre una puerta.
El hombre que la empuja es uno y otro
quien traspasa la luz bañado en sombra.
URBAN BLUES
No es la impureza de las calles
ni la mañana en que agonizas.
No es la ciudad lo que te mata.
La del amor que se corrompe
en las fachadas de neón,
la que violenta los latidos
del aire intoxicado. No
es el horror que tu silencio
trató de alzar en sus escombros.
No son sus plazas ni sus muros
o el puñal de la lluvia. Nada
tiene que ver con el desgaste
de tus pasos. No es la ciudad
ni el estertor de sus columnas
clavadas en el agua seca
y excluida del mar, la última
piedra de tus incertidumbres.
La evocación de su artificio
habita otro lugar. No es ella
la que te ve salir con vida
ni la que habrá de arrebatártela
un día más, un año menos.
La de la falda de serpientes
sabrá de ti cuando te duermas,
te ha de ignorar cuando despiertes,
cuando retornes, cuando partas
el aire indócil de tu espectro.
Tras de las máscaras del día
te muestra en vano su inocencia.
La de la rabia soterrada,
la del presente sin ahora,
la que fundó un imperio en otro,
con qué fragmentos de cual témpano,
de qué ficción o pesadilla.
No es tu ciudad la que tú crees
que aprieta el nudo corredizo,
o hunde el metal por donde pasas
ajeno a su esplendor, ausente
de ti, muriéndote de vida.
SOBRE MOJADO
Dame un poco de ti, llena mi copa
con la lluvia que ayer tocó tu pelo,
hilos de manantial, gotas de mayo
en la oscura pureza de su forma.
Deja que me acaricie la garganta
y esclarezca la voz para nombrarte
su cauce presuroso, el mar o el río
resonando hacia el fin. Escanciaré
el fondo de cristal con los destellos
del líquido que amolda su deleite.
En la orilla la sed serán los labios
nocturnos animales que celebren
el correr bermellón de nuestra sangre,
un hálito del bosque a flor del agua.
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Jorge Valdés Díaz-Vélez. Torreón, Coahuila, en septiembre de 1955. Ha publicado dieciocho libros de poesía. Los más recientes son: Parque México (Sevilla, Renacimiento, 2018) y Soledad en llamas (Torreón, Instituto torreonense de cultura, 2022).
Se le han otorgado el Premio Latinoamericano Plural (1985), el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1998), el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana (2007) y el Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado (2011). Ha sido traducido al árabe, francés, griego, italiano, portugués, neerlandés, rumano e inglés.
Está incluido en numerosas antologías de poesía mexicana e iberoamericana publicadas en México y en otros países de América Latina, así como en Bélgica, España, Reino Unido, Italia, Grecia y Marruecos. Es miembro distinguido del Seminario de Cultura Mexicana, miembro honorario del Sistema Nacional de Creadores de Arte y consejero editorial de diversas revistas universitarias.
Como Miembro de carrera del Servicio Exterior ha sido director del Centro Cultural de México en Costa Rica y del Instituto de México en España, países donde además fue Consejero cultural. También se desempeñó en las embajadas de México en Argentina, Cuba, Marruecos y Trinidad y Tobago, y en el Consulado General en Miami, Estados Unidos de América