Por lo regular la filosofía universitaria es una farsa,
cuyo verdadero fin es dar a los estudiantes,
grabándolas en lo más profundo de su pensar,
las tendencias espirituales que convengan
a los propósitos de quien otorga las cátedras en el ministerio.
Arthur Schopenhauer
Desde los inicios de los tiempos, el hombre se ha empeñado en buscar, de manera constante, cambiar el rumbo del mundo para bien —según su propia concepción del bien y el mal—. Todo lo quiere encuadrar dentro de su lógica, a todo le busca un sentido y una explicación. Los llamados intelectuales dentro de la academia, denominados así por su decisión de dedicarse al estudio de los diferentes autores que, de alguna manera, han interpretado una parte del mundo en el que vivimos, son quienes se encargan de ello. Por “academia”, nos referimos al grupo de cientificistas que forman parte de los estructuradores de la lógica. En el último álbum de estudio de la banda Héroes del Silencio, ya encontrábamos en “Iberia sumergida” atisbos de cómo, tanto en la juventud como en la edad adulta, existe una particularidad que no encaja en la lógica universal. No es casualidad que dijeran descreer de la razón de la mayoría.
Así, Enrique Bunbury nos regala una joya musical que abre su álbum Expectativas, con la cual hace una crítica a lo que conocemos como las reglas de la academia en los trabajos de investigación, o en cualquier tarea a la que nos dispongamos a realizar.
En el presente análisis de la melodía, se describirán las ideas expuestas por el autor, para posteriormente encauzar su interpretación bajo las directrices explicativas, así como los elementos teóricos que fundamentan lo ya expuesto por algunos autores y las obras que nos han sido legadas.
La cientificidad en el trabajo intelectual
La melodía comienza con una estrofa que nos muestra cómo los organismos reguladores de la gramática y las buenas costumbres del discurso han convertido la investigación en un constante ir y venir de suplicios intelectuales. Es decir, los encargados de la revisión de los trabajos de investigación han centrado más su labor en hacer una crítica feroz y rapaz a las formas, dejando de lado el fondo, la esencia misma de las investigaciones.
Un hervidero de pensamientos
Alimento para los leones
El cerebro como un laberinto
En un nido de especulaciones
(Bunbury, 2017)
Sería bueno preguntarse: ¿por qué y para qué sirve encasillar los pensamientos en una lógica? O, ¿es esa lógica la que yo tengo, o se pierde la esencia de mis pensamientos en las formalidades de la academia? El cerebro humano nunca descansa, ni en la vigilia ni en el trabajo onírico (Freud, 1991). Todo aquello que no sabemos expresar en nuestra realidad lo llevamos a nuestros sueños de manera condensada o desfigurada, pero nunca se queda en nosotros por siempre. Sin embargo, la academia se ha empecinado en que los pensamientos deben seguir un orden bien estructurado, sin caos, con ataduras intelectuales y con ideas previamente fabricadas.
Las especulaciones, como se muestra en parte de la obra del austriaco Sigmund Freud, por dar un ejemplo, son una de las maneras más eficaces de romper con lo establecido, con el orden que algunos autores han impuesto como verdades universales. Nos abre una visión diferente del mundo. Podríamos poner un millar de ejemplos sobre cómo este tipo de actos han cambiado el rumbo de la historia y las visiones que, en el día a día, se derrumban, tal como se nos muestra en las teorías de la ciencia ficción.
La instrucción academicista
Nos han vendido la idea de que todo ya está dado. En todos lados nos marcan la manera en que se deben hacer las cosas. El Estado, en su organización, tiene sus leyes, mismas que nos adentran en un comportamiento apropiado y aceptado para toda la sociedad (típico), pero también nos enlistan las sanciones a las que seremos acreedores al momento de salirnos de su lógica, logrando con ello un sentimiento de miedo, una angustia paranoica. Por su parte, la religión tiene las sagradas escrituras, las cuales rigen las formas que, para el creador omnipotente y omnipresente, tienen sentido. Aunque también enlistan las sanciones y premios por el comportamiento mostrado en el plano terrenal, tal como lo describe el poeta florentino Dante Alighieri en su Divina Commedia (1922). Así también, la academia tiene sus reglas y restricciones. La sanción, cada investigador la sabrá a su debido tiempo, pero se puede avizorar una amonestación por no haber comprendido este tipo de preceptos inquebrantables, por osar salirse de un marco cuadrado, con fronteras más cerradas que aquel “bello” muro que ha imaginado el magnate norteamericano Donald Trump.
Educación para la programación
Paradigmas de armas tomar
(Bunbury, 2017)
Desde pequeños, estamos expuestos al arbitrio de la sociedad. Nos transmiten lo que consideran correcto, nos ideologizan de tal manera que, dentro de poco, seremos nosotros quienes tengamos que ideologizar a nuevas generaciones. Entramos en un proceso de naturalización de las cosas, estamos tan involucrados en ellas que no somos capaces de ver otros caminos, otros senderos. Somos seres programados para la repetición de las costumbres, desde la familia hasta la escuela, pasando por la radio, la televisión y, hoy en día, los medios en boga conocidos como redes sociales, instituciones que nos forman para comportarnos tal y como se nos pide.
Pero, ¿cómo podríamos romper con esos paradigmas? Esas realizaciones científicas universalmente reconocidas (Khun, 1971). ¿Sería solamente bajo la perspicacia de la indiferencia metodológica, hacer de los paradigmas un simple ejemplo y decidir levantarnos en armas contra la estructura previamente establecida? Romper la visión universalmente aceptada y fundamentarla en la cotidianidad, en los hechos, y, ¿por qué no?, en la intuición del investigador. En la conceptualización del mundo dada como representación (Schopenhauer, 2016), se han consumado errores que perjudicaron y reprodujeron costumbres milenarias, de las cuales nos inunda el temor de desafiar, como lo deduciría Freud de forma implícita: el Tótem y tabú solo han cambiado de nombre o rasgos mínimos de esencia, hasta la muerte metafórica de Dios, dada a conocer por Nietzsche, cuya tradición fue milenaria.
Lo dicho fundado y la experiencia como sustento
La teoría de los positivistas enmarca una serie de elementos que toda investigación debe contener para ser llamada ciencia. Fundan su razón en las ciencias naturales, todo aquello que sucede y puede ser predecible al reunir los datos específicos de ciertos fenómenos. Todos tienen una secuencia. Pero, ¿cómo interpretar a través de textos y discursos?
Teorías como maniobras
De despiste o de superstición
La religión de la fabulación
Y la medicina como acto de fe
(Bunbury, 2017)
Varios siglos vivimos atrapados en el mundo encantado, bajo las pautas de la religión “universal”, donde los poderes divinos dictaban el camino a seguir. La religión, como tipo ideal de organización del mundo, basaba todo en lo impreso en la Biblia como libro sagrado.
La estructuración de la misma es tan completa que, bajo un estudio hermenéutico, podemos explicar lo que ocurre en el mundo actual basándonos en alguno de los múltiples pasajes o evangelios contenidos en sus textos.
Como ejemplo, podemos observar, respondiendo a la pregunta de: ¿por qué las serpientes se arrastran? Según el capítulo tres, verso catorce, del Génesis, estos animales fueron destinados a arrastrarse sobre su vientre a causa de la maldición que Dios les impuso, condenándolas eternamente a comer polvo por todo lo que habían hecho (2009).
La ciencia, por su parte, se ha comportado de manera tan estricta en ciertos aspectos que la gente ve con mejores ojos el pragmatismo. No perciben una correlación, ni un trabajo dialéctico, entre las elucubraciones y galimatías de los científicos y la aplicación de estos postulados en la vida cotidiana.
Otra arista de este sentimiento se observa en el humor del mexicano, cuando, a manera de mofa, hace memes donde expone: “Un día más sin utilizar el trinomio cuadrado perfecto”. Tanto las ciencias duras como las diversas disciplinas que han luchado por ser llamadas “ciencias”, si no son palpables en el día a día, carecen de sentido para un gran número de personas, tal como lo ha demostrado incluso la neurología, con la poda neuronal que ocurre en la adolescencia o con la propia plasticidad neuronal y cerebral.
Lo encantado del mundo aún persiste. Incluso Nietzsche, según algunos biógrafos, vio la necesidad de encomendarse a Dios en su lecho de muerte. Las escrituras muestran pasajes en los cuales este ser, creado a la imagen y semejanza del hombre, daba muestra de cómo la fe es más poderosa que la misma medicina y los avances tecnológicos. Ejemplos de esto son la resurrección de Lázaro en Juan 11:38-44, o bien, la mismísima resurrección de Jesús en Lucas, capítulo 24.
La mitología cristiana ha creado en la conciencia de la sociedad la percepción de Dios como el ser poderoso, omnipotente y omnipresente, quien puede sanarlos. La salud de los individuos está en sus manos y no en las de los médicos. Paradójicamente, algunos médicos toman esta aseveración como una verdad irrefutable, lo que hace que ellos mismos se encomienden a este ser superior para realizar eficazmente su trabajo. Quizás desconozcan que Dios ha muerto (Nietzsche F., 2001), tal vez no sepan que estamos a la espera del superhombre. Nos emancipamos de una doctrina solo para enajenarnos en otra, lo que conllevaría destruir un santuario para poder edificar otro (Nietzsche F., 2016).
El consejo y sus determinaciones científicas
Existe un organismo encargado de determinar cuál de todos los modos de investigación presentados puede ser considerado “ciencia”. Para ello, según los distintos criterios de los científicos, se rescatan algunos rasgos que deben cumplir para que este organismo regulador determine si pertenecen o no al campo de la ciencia.
Podemos ejemplificar lo anteriormente expuesto con lo teorizado por algunos autores, como Karl Popper y la falsación como elemento fundamental de la cientificidad (1980), Imre Lakatos y sus criterios de heurística positiva, negativa, cinturón y núcleo duro (1989), o bien, Thomas Kuhn y sus anomalías (1971). Este último, en alguna ocasión, mencionó que la cientificidad se daba más en el organismo por mayoría de votos y razón que en una requisición de criterios.
La opinión a mano alzada
La intuición, la sospecha, la corazonada
(Bunbury, 2017)
Así, estos y otros autores han tratado de descalificar otros tipos de postulados teóricos que han intentado introducirse como ciencias, como es el caso del psicoanálisis y el Marxismo, teorías creadas por dos de los tres autores considerados por Ricoeur como exponentes de la teoría de la sospecha: Sigmund Freud y Karl Marx, respectivamente (2010).
Heidegger y Gadamer contra las ciencias duras
En especial, estos autores, que podrían considerarse como revolucionarios del método hermenéutico, critican cómo este ha sido tratado como un recetario para la interpretación, comprensión y explicación de textos, lo cual limita y, en ocasiones, no toma en cuenta lo que ellos consideraban fundamental para desentrañar el significado, tanto en el discurso hablado como escrito: lo social, lo cultural y lo histórico.
Los hermeneutas, desde Schleiermacher y Dilthey hasta Heidegger y Gadamer, consideraron diferentes elementos que debían tenerse presentes al interpretar. Para Schleiermacher, la parte gramatical objetiva y la psicología subjetiva; para Dilthey, la crítica de la razón histórica; para Heidegger, la hermenéutica de la facticidad, el ser-ahí (Dasein) y no el sentido estricto o esclarecimiento de cuestiones metodológicas; y para Gadamer, la crítica a la interpretación objetivista de las ciencias y sus procedimientos (2010).
No es la pretensión de estos autores estructurar un método universal para la interpretación de textos o discursos. Su objetivo fundamental es considerar todas aquellas cuestiones comunes presentes en la mayoría de las interpretaciones, reconociendo que toda investigación está, de algún modo, sesgada por factores previamente mencionados –sociales, culturales e históricos–, los cuales se encajonan en una suerte de anticipaciones y presuposiciones (2010).
Conclusiones y palpitaciones
Una maraña de presentimientos
Un torbellino de desconcierto
No hay margen de error
La ansiedad por tener el control
Y la acumulación de datos tontos
(Bunbury, 2017)
Mientras que en las ciencias duras, el objetivo principal es el control y dominio del hombre sobre la naturaleza, acumulando procedimientos que, en su conjunto, conduzcan a un proceso terminado y establezcan reglas que permitan, en el futuro, intervenir en asuntos para modificar o anticipar eventos o fenómenos naturales, las ciencias humanas nos muestran cómo el ser-ahí, el ser arrojado en el mundo, o como podría definirse el ente que soy cada vez yo mismo (Heidegger), tiene un sinfín de posibilidades que permiten interpretar, comprender y aplicar estos elementos en la vida diaria. Esto da lugar a una visión muy diferente entre unos y otros, ya que el cúmulo de conocimientos y la temporalidad son distintos, como una cuestión situada.
La hermenéutica, como método de interpretación, comprensión y aplicación, no pretende en ningún momento que el intérprete logre una concatenación psíquica con el autor, sino más bien una serie de vínculos indisolubles entre ambos (2010), en los cuales el intérprete se acerca al autor bajo la perspectiva de quien está creando un nuevo horizonte. Así, en un trabajo conjunto entre autor e intérprete, se fusionan horizontes con el fin de crear la vinculación entre el pasado y el presente. Este es también uno de los objetivos presentes en este breve análisis.
La información está en constante cambio, y por ello las interpretaciones varían bajo la perspectiva del tiempo según Schopenhauer. Estaremos situados en momentos históricos distintos, tal como se expresó en el caso del río de Heráclito: el hombre de ayer no es el hombre de hoy, y el de hoy no será el de mañana. Nunca te puedes bañar en un mismo río, porque ni él ni el agua serían los mismos (Borges, 1980).
A manera de conclusión de esta confusión
La confusión no es un estado de ignorancia; esta se da al romper con lo establecido. En principio, muchos no comprenderán lo que los postulados de ciertos autores tratan, sin embargo, llegará la madurez intelectual o el tiempo preciso para comprenderlos. Hay hombres que nacemos póstumos (Nietzsche, 1998), haciendo clara alusión a las personas incomprendidas, a todos aquellos relegados en su tiempo para posteriormente ser exaltados al estatus de semidioses. Esto sucedió con el poeta bostoniano Edgar Allan Poe en la literatura, con el genio del músico británico Syd Barrett, así como con centenares de otros ejemplos tangibles.
La expresión de ideas no debe estar sancionada, limitada o sesgada por quienes se consideran buenos en los formalismos academicistas. Al contrario, la expresión de las ideas debe ser pura y conservar la esencia de quien las interpreta, tal como hemos propuesto en el trabajo presente. Si se somete a una corrección de estilo, corre el riesgo inminente de cambiar el sentido puro de interpretación hacia la idea preconcebida del filólogo o editor, manchando los postulados con sus propias quimeras.
Y danzar y dar la bienvenida a la ceremonia
De la confusión…
(Bunbury, 2017)
Trabajos citados
Lakatos, I. (1989). La metodología de los programas de investigación cientifica. Madrid: Alianza Editorial.
Alighieri, D. (1922). La divina Comedia. Buenos Aires: Centro cultural «Latiunt».
Borges, J. L. (1980). 7 Noches. México: Editorial Meló, S.A.
Bunbury, E. (2017). La ceremonia de la confusión [Grabado por E. Bunbury]. Warner Music.
De la Garza Toledo, E., & Leyva, G. (2010). Tratado de Metodologia de las Ciencias Sociales: Perspectivas Actuales. Iztapalapa: CFE.
Freud, S. (1991). La interpretación de los sueños. Buenos Aires: Amorrurtu editores.
Heidegger, M. (s.f.). Ser y Tiempo. Edición Digital.
Khun, T. (1971). La Estructura de las Revoluciones Científicas. México: Fondo de Cultura Económica.
Nietzsche, F. (1998). El Anticristo. Barcelona: Editorial Debate, S.A., O´Donnell.
Nietzsche, F. (2001). La Gaya Ciencia. Madrid: Editorial ALBA.
Nietzsche, F. (2016). La Genealogia de la Moral. México: Grupo Editorial Tomo, S.A. de C.V.
Pooper, K. (1980). La lógica de la investigación Científica. Madrid: Editorial Tecnos.
Schopenhauer, A. (2016). El mundo como Voluntad y Representación. Vol. I. México: Fondo de Cultura Económica.
Santa Biblia. (2009). Salt Lake City, Utah, E.U.A.: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días.