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Águila Poderosa y el panóptico

Vosotros miráis hacia arriba cuando buscáis elevación, yo miro hacia abajo porque estoy elevado. Decidme, ¿quién de vosotros puede reír y estar elevado? El que asciende a las más altas montañas se ríe de todas las tragedias: de las del teatro y de las de la vida.Friedrich Nietzsche Desde tiempos inmemoriales existe la necesidad de […]

¿Quiénes obedecerán la lógica impuesta por Águila Poderosa?

Por Ramón Gilberto Gutiérrez Mora / 17 de abril de 2025

Vosotros miráis hacia arriba cuando buscáis elevación,
yo miro hacia abajo porque estoy elevado. Decidme,
¿quién de vosotros puede reír y estar elevado?
El que asciende a las más altas montañas se ríe
de todas las tragedias: de las del teatro y de las de la vida.

Friedrich Nietzsche

Desde tiempos inmemoriales existe la necesidad de creer en un ser superior. A quienes son formados en la espiritualidad de las religiones predominantes, siempre se les impone la sentencia de que existe alguien que todo lo ve. En esta lógica se va construyendo el ideal del Yo de la persona, quien, en diálogo permanente con el Superyó (esa parte del aparato psíquico que ejercerá las sanciones a la conciencia), se convierte en una autoridad interna llena de prohibiciones que tendrá completa injerencia en las acciones de los sujetos.

En la cinta de cine animado Angry Birds, en su primera entrega, hay una escena en la que Red ha infringido las normas en la Isla Pajarito. El juez pone en juego la lógica que predomina hoy en el mundo: mandar que un ser superior guíe y proteja, y que en su nombre debemos actuar conforme a la moral y las buenas costumbres. Analicemos este diálogo:

Juez: Señor Red, somos una feliz, feliz comunidad de aves. Bajo la protección de Águila Poderosa trabajamos, reímos, jugamos, amamos y vivimos la vida lejos de los conflictos y del estrés, señor Red.
Red: Y amamos el sonido de nuestra voz, seguramente.
Juez: Tal vez no ha escuchado el chiste, ¿por qué no vuelan las aves? Le diré por qué: ¿a dónde más podríamos querer ir?, jajaja.
Red (en voz baja): Wuaoh, qué chiste tan malo.
Juez: Y ahora, ¿qué se supone que haga con alguien como usted? Parece un problema recurrente aquí: ira.
Red: Yo no tengo problemas de ira. Usted tiene problemas de ira.
Juez: La ira es maleza que crece en nuestro jardín, ¿y qué es lo que se hace al encontrar maleza?
Red: No lo sé, pero apuesto a que me lo dirá.
Juez: Se despluma de raíz. (Winder, 2016, min. 8:04–9:01).

En el nombre de Águila Poderosa y para que todo camine conforme a sus dictados, el juez actúa y amenaza. Red no logra creer en algo de lo que no ha sido testigo. Para la conciencia de la comunidad, las relaciones ideales de sus habitantes son designios de un ser superior: él indica y da las directrices perfectas para que operen bajo sus normas y, en consecuencia, tengan una vida por demás normal.

El juez se ha adaptado a una vida que no exige nada más allá, que no tiene como propósito rebasar sus límites territoriales; ése es su mundo y nadie allí debe aspirar siquiera a volar. Sus alas son sólo un adorno en su anatomía. Es tan perfecta su vida allí que nadie debe apegarse al anhelo de volar en busca de otros horizontes. Sin embargo, Red no se resigna a no poder volar; por eso el chiste del juez le resulta tan malo. Existe algo dentro de él que le impide la resignación. Digamos que entiende aquella parte de Zaratustra:

“Y esta es mi doctrina: quien quiera aprender alguna vez a volar tiene que aprender primero a tenerse de pie, a caminar y a correr y a trepar y a bailar: —¡el volar no se coge al vuelo!”
(Nietzsche, 2011, pág. 102).

Volar no se entiende como el simple hecho de surcar los aires. El vuelo es consecuencia de haber aprendido a mirar la vida desde diversos ángulos; por eso, las aves, en esta caricatura, tienen más atributos humanos que animales, y por eso también la identificación del sujeto con el ave —en términos psicoanalíticos— logra su función. Águila Poderosa encarna a Dios, la figura más alta a la que se somete el ser humano.

En otra escena del filme, Red recuerda cuando era pequeño y un maestro le explicaba, frente a una escultura de Águila Poderosa:

Profesor: Este es el legendario Águila Poderosa, nuestro protector y héroe, pero nadie lo ha visto en años. Águila Poderosa está desaparecido.
Red: ¿Cuándo va a volver Águila Poderosa?
Alumna: Cejotas, ¿tus papás no te enseñaron que Águila Poderosa no es real?
Alumna 2: Él no lo sabe. Es que él no tiene papás.
Alumna 3: No, ni tiene amigos. (Winder, 2016, min. 21:15–21:36)

Los niños que ya se han sometido a la autoridad y a la doctrina de Águila Poderosa saben que no existe. Y no sólo ellos, sino también sus padres, quienes quizá reconocen que se trata de un mito. Sin embargo, la Isla Pajarito rinde pleitesía a su imagen. Todo lo hacen y funciona de acuerdo a sus dictados; ante él someten su fe. Aquí encontramos cómo se va configurando el ideal del Yo.

Red, entonces, bajo esta lógica imperante en esta sociedad de aves, ha crecido loco, o distinto. No porque no quisiera creer en un ser superior, sino porque, al ser huérfano, no pudo ser educado en su doctrina. Dicho de otro modo, no cree porque no fue enseñado a creer, pues las instituciones que debían implantar estos conocimientos en él fueron endebles. No tuvo familia que lo educara en la fe, y en la escuela fue segregado; eso lo hizo desconfiado. Estos espacios son los que Louis Althusser (1970) identifica como aparatos ideológicos del Estado, y cuya función, en la trama del filme, es un espejo de cómo realmente operan en la vida real.

Aquí es dable recordar este pasaje escrito por el novelista ruso Dostoievski, en el capítulo IV, “Una dama de poca fe”, de su novela Los hermanos Karamazov:

Cierro los ojos y pienso: “Todos creen. ¿Por qué?” Se dice que la religión tiene su origen en el terror que inspiran ciertos fenómenos de la naturaleza, pero que todo es una falsa apariencia. Y me digo que he creído toda la vida, que moriré y no encontraré nada, que entonces “sólo la hierba crecerá sobre mi tumba”, como dice un escritor. Esto es horrible. ¿Cómo recobrar la fe? En mi infancia, yo creí mecánicamente, sin pensar en nada. ¿Cómo convencerme? He venido a inclinarme ante usted y a suplicarle que me ilumine. Si pierdo esta ocasión, ya no encontraré a nadie que me responda. ¿Cómo convencerme? ¿Con qué pruebas? Las personas que me rodean no se preocupan de esto. (Dostoievski, 2016, pág. 78)

Red comparte este síntoma que nos describe Dostoievski. Cuando era infante, creía ciegamente en Águila Poderosa; era una creencia dogmática que, con el paso de los años, se fue desvaneciendo. Ante la carencia de sustento, Red también dejó de creer, y sólo quedan atisbos de su antaña fe. Por eso aún se empeña en buscar a toda costa a Águila Poderosa. Quiere encontrarlo y estar seguro de que realmente existe y es omnipotente, lo que podría llevarlo a reafirmar su antigua creencia.

Escenas más adelante, los cerdos, que han invadido la isla en una suerte de colonización, logran disuadir a los habitantes, y el juez decreta que lleven a cabo un espectáculo para así estrechar lazos de amistad. Los cerdos imponen su lógica en la isla: se comen la comida de las aves e invaden sus casas. Incansable en su tarea, Red y sus compañeros han dado con el paradero de Águila Poderosa. Red, a través de los binoculares que posee, observa desde las alturas a Águila Poderosa y ve a los cerdos atacar la Isla Pájaro.

Red: Oye, espera. No inventes… ¡tenía razón, tenía razón! Lo sabía. Bomb, Chuck, rápido, ¡vengan! Águila Poderosa, llévanos volando ahora.

Águila Poderosa: Noooo.

Red: Disculpa, ¿qué?

Águila Poderosa: Ya no me dedico a eso, estoy retirado (murmurando entre dientes), sobre todo tirado. Vayan a hacerlo ustedes, esto es justo para lo que yo los había preparado.

Red: ¿Qué? ¿Nos preparaste? ¿Acaso me perdí de algo? Déjame revisar mis notas: presunción, locura, presunción, cacahuate… No, lo que hay en mis notas no sirve aquí. El mundo entero, todos nuestros conocidos, están en peligro.

Águila Poderosa: Sí, así es. Así que… a volar. (Se dirige a su cueva, entra).

Red: Oye, ¿sabes qué? Yo antes creía en ti. Yo creía, cuando era polluelo, que nada terrible podía pasar porque tú estabas allí. Y ahora entiendo que el destino del mundo depende de tontos como yo, y eso, señor, es medio aterrador.

Águila Poderosa: Ya es hora de que se vayan.

Red: Para mí es un desperdicio que seas la única ave que puede volar y tengas miedo de hacerlo. Chicos, ya vámonos. No es un héroe. (Winder, 2016, min. 54:37–55:49)

Red vuelve a dejar de manifiesto su creencia de infancia. Se da cuenta ahora, de golpe, que su dios no era Dios, y que el mundo depende exclusivamente de las aves (los humanos). Es insoportable para la conciencia que la verdad aparezca desnuda, pero la inmediatez a la que están sujetos no da tiempo siquiera de entrar en pánico.

Por otro lado, los binoculares que posee Águila Poderosa en las alturas, y ante cuya mirada no escapa rincón alguno, recuerdan al panóptico de Bentham, sobre el cual Foucault desarrolla varias teorías respecto a su función controladora o disciplinaria:

El dispositivo panóptico dispone de unas unidades especiales que le permiten ver sin cesar y reconocer al punto. En suma, se invierte el principio del calabozo; o más bien, de sus tres funciones —encerrar, privar de luz y ocultar— no se conserva más que la primera, y se suprimen las otras dos. La plena luz y la mirada de un vigilante captan mejor que la sombra, que en último término protegía. La visibilidad es una trampa. (Foucault, 2003, pág. 185)

Recordemos que, para las aves, no existe nada más allá de sus fronteras. En su isla, todo está bajo el resguardo de su divinidad, Águila Poderosa, quien cuida, vigila, pero a la vez controla. Esto permite entender que las aves están encerradas en sus propios límites, tanto territoriales como mentales. Si bien es cierto que Águila Poderosa, al igual que el vigilante del panóptico, puede no estar observando a un sujeto o un ave en un momento dado, también es verosímil que el observado o vigilado no lo sepa, y que lo único de lo que pueda estar seguro es de que, las 24 horas del día, alguien que todo lo ve lo vigila. De tal modo que, si presenta un comportamiento oprobioso, ese alguien habrá de castigarlo.

Así, las aves que habitan la isla se sentirán todo el tiempo vigiladas; estarán sometidas a unos ojos invisibles que las gobernarán y ejercerán poder, sin que ellas tengan, quizá, la seguridad de que ese alguien existe.

Foucault señala:

“De ahí el efecto mayor del panóptico: inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua su acción.” (Foucault, 2003, pág. 185)

Esto retrata fielmente la forma en que opera la comunidad de pájaros, pues estos han entendido que Águila Poderosa todo lo ve. Quizás en su infancia dudaban, pero las instituciones se encargaron de dar legitimidad al mito de Águila Poderosa. Una vez interiorizada la sensación y la aceptación de una vigilancia permanente, el sujeto se somete de forma automática al poder de un ser omnipresente, lo que convierte la función controladora en un mecanismo eficaz. Así, sólo someterán a las leyes a aquella minoría que sea incrédula y que, por ende, actúe en contradicción con los mandatos “legítimos”.

En el caso particular de Isla Pajarito, entendemos que el poder que ejerce simbólicamente Águila Poderosa, mediante sus dictados, su doctrina o su imagen, delinea el comportamiento que debe guiar a los habitantes de su universo. Esta parte, en el individuo, será adoptada por el ideal del Yo que, en un ejercicio dialéctico permanente con el Yo preconsciente, hará que actúe conforme a los mandamientos aprendidos e interiorizados por el Yo consciente. De existir una confrontación, a fin de lograr la distensión, el Superyó, mediante la culpa, infringirá castigos a la conciencia para que no se atienda y se frenen las pulsiones del Ello que, dicho sea de paso, se inclina a desafiar la autoridad psíquica.

Más adelante, cuando las aves han logrado destruir Isla Cerdito y recuperar los huevos, Águila Poderosa —que ha ayudado con todas sus limitaciones— se dirige a Red, Chuck y Bomb:

Águila Poderosa: Ahhhh, colorado, copetón, carbón.
Red: ¿Qué?
Chuck: ¿Nos habla a nosotros?
Águila Poderosa: Aprendieron muy bien su lección. A ver, apapacho. (Abraza a los tres)
Red: ¿Ustedes no creen que ya se pasó de la raya?
Chuck: Sí.
Bomb: No.
Águila Poderosa: Mis alumnos estrella.
Red: ¿Sus alumnos qué?
Águila Poderosa: No lo entienden. Tuve que hacerlos perder su fe en mí, para que aprendieran a tener fe en ustedes mismos.
Chuck: Eso no fue lo que pareció.
Red: No, la verdad es que no creo que eso haya pasado. (Winder, 2016, min. 1:23:04–1:24:46)

Para no perder la divinidad que ha adquirido, Águila Poderosa aduce haberlos abandonado para que pudieran confiar en ellos mismos, lo que pudiera significar una respuesta típica de la religión o de los llamados cursos de superación personal. Chuck y Red difícilmente volverán a creer en Águila Poderosa. Sin embargo, en aras de llevar una vida armónica y no romper con la lógica de las relaciones existentes, los demás habitantes habrán de continuar creyendo en la divinidad de Águila Poderosa.

Águila Poderosa, de igual modo que lo hacen las religiones, los ideólogos, la justicia, debía cambiar su estrategia una vez que había sido descubierta. Siguió aquellas palabras de Zaratustra para reinventarse: “Compañeros de viaje vivos es lo que yo necesito, que me sigan porque quieren seguirse a sí mismos e ir a donde yo quiero ir” (Nietzsche, 2011, pág. 12). Así, Águila Poderosa, si bien ya no es tan fuerte (vuela forzadamente), mediante sus enseñanzas habrán de guiarse los habitantes de Isla Pajarito, pues deberán seguir su doctrina bajo la premisa —o la falsa idea— de buscarse a sí mismos, pero ya con el sesgo de ir hacia donde Águila Poderosa quiere que vayan.

Lo hecho por Águila Poderosa resulta tan convincente que, cuando la isla ha sido restaurada, se le hace un monumento con la leyenda: “En honor a Águila Poderosa por salvar los huevos”. Cuando se realiza la inauguración de la estatua, allí están presentes Chuck, Bomb y Red:

Chuck: Wuaoh, ¿eres tú el que está allí, Red?
Red: Ah, ¿en serio? ¿En dónde? Qué raro, no recuerdo haberme llorado de rodillas así.
Chuck: Mira eso: le dieron a Águila Poderosa todo el crédito, y lo hicieron ver bastante más guapo que tú. ¿Sabes? Cuando tenía problemas de ira, eso en verdad me habría enfurecido.
Bomb: Ah, olvida eso. (Winder, 2016, min. 1:24:17–1:24:47)

A fin de no romper con la armonía de la vida en la isla, la comunidad decide continuar enarbolando la figura de Águila Poderosa y reducir la figura de Red. Los mecanismos de control, los poderes “legítimos”, estarían en jaque si pusieran a la cabeza o enarbolaran la figura del desquiciado trastornado por la ira. Incluso Bomb sabe que sería improbable volver a escribir la historia; no quiere volver a luchar contra una sociedad que sigue condenando y se somete a la lógica imperante. Por ello, mejor invita a que olviden la señal simbólica que refleja la estatua.

Lo anterior nos lleva a reflexionar sobre los grandes movimientos sociales, revolucionarios, golpes de Estado, que al final de cuentas no hacen sino reproducir los mismos mecanismos de control, de manipulación. Se horrorizan de la sola idea de salir de las lógicas arraigadas en las reglas del juego del capital transnacional. El sistema político de muchas latitudes consiste en reducir la naturaleza del partido político y convertirlo en una marioneta, en el entramado que sostiene el verdadero poder de decidir.

Esta es la única escena del filme, a mi parecer, donde sus autores someten al observador a una parte del colonialismo o imperialismo cultural. Esta parte puede ser leída y descifrada al decir que, si bien los movimientos sociales pueden derrocar regímenes establecidos o enemigos poderosos, al final de la batalla todo debe renacer conforme al orden establecido, y deben volver a someterse a sus instituciones, a los poderes “legítimos”, a conducirse con base en un colonialismo ferozmente arraigado, recordando hoy la frase del ahora fallecido escritor sobre la dictadura perfecta.

Los héroes realmente no serán los héroes. Por eso, Águila Poderosa es enquistado nuevamente y Red relegado a ser una simple ave mortal y llena de fobias. El sistema ha decidido quién será el héroe nacional en turno, no sobre la base de los hechos suscitados verosímilmente, sino sobre quién encarne mejor los valores de una sociedad descompuesta y fiel a sus estandartes simbólicos. No habrá más historias en la Isla Pajarito que la historia oficial. En ésta, un ave cuida y protege la isla. Se ha hecho presente y ha salvado a su comunidad de una invasión de la que difícilmente habrían salido vivos sin su divina ayuda. La Iglesia, la escuela, el poder judicial, obedecerán la lógica impuesta por Águila Poderosa.

Trabajos citados

Althusser, L. (1970). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. México: Siglo veintiuno.

Dostoievsky, F. (2016). Los hermanos Karamazov. Luarna.

Foucault, M. (2003). Vigilar y castigar. (A. G. Camino, Trad.) Buenos Aires, Argentina: Siglo veintiuno.

Nietszche, F. (2006). Fragmentos póstumos (española, dirigida Diego Sanchez Meca ed., Vol. IV). (D. Sánchez Meca, Ed., & J. L. Linares, Trad.) Madrid, España: Tecnos.

Nietzsche, F. (2011). Asi habló Zaratustra. (A. S. Pascual, Trad.) Madrid, España: Alianza Editorial.

Winder, J. C. (Productor), Vitti, J. (Escritor), & Reilly, C. K. (Dirección). (2016). Angry Birds [Película]. Estados Unidos: Columbia Pictures.

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