I
“Dios” es una palabra corta, demasiado corta en el intento por abarcar el absoluto. Si acudimos a los principios de la lingüística de Saussure, “Dios” es un significante arbitrario. Decir “Dios” es como decir “puerta”, “escalera” o “sótano”. Cualquier palabra puede nombrar a “Dios” de cualquier forma.
Por esta razón, hay quienes buscan el nombre de “Dios” hasta el último rincón de los idiomas. Hay quienes han escrito el nombre Dios interminablemente, hasta el cansancio que viene con los ejercicios repetidos de la caligrafía. Hay quienes escriben el nombre de “Dios” sin detenerse, con unos jeroglíficos que se desplazan en todas direcciones, de abajo hacia arriba, de izquierda a derecha, abarcando todas las orillas posibles.
II
Sobre el fondo de una escritura interminable que ha repetido el nombre de “Dios” durante siglos, se deja ver la posibilidad del infinito.
III
Los iniciados en el lenguaje que busca a Dios practican la disciplina de la diosología, pasan la vida entera escribiendo para nombrar-lo-todo, para nombrarlo-todo. Son ellos quienes han dicho que Dios está en todas partes, ha-bi-tán-do-lo-to-do, ocupando pedazos de palabras o palabras enteras.
Si es verdad que Dios está en todas partes, entonces Dios está en todas las palabras. Aunque los silogismos pueden quedar arrodillados cuando se habla de Dios. De cualquier forma, Dios atraviesa todas las palabras que se acumulan entre los diccionarios, es un montón de tinta que suele ser ordenado alfabéticamente, desde la letra A hasta la Z.
IV
Desde hace tiempo, Dios comenzó a ocupar el lugar de las palabras que no existen. Los ladrillos de la casa de Dios son palabras que existirán mañana.
V
No sé si Dios tenga casa. Pero en caso de tenerla, no es como la imaginamos. La casa de Dios no tiene altos y gruesos muros, tampoco está techada por cúpulas que se alzan para alcanzar el cielo. Los interiores de su casa no están formados por retablos o nichos donde lo barroco se aproxima al absoluto de las revolturas.
VI
La casa de Dios no es su casa, ni la mía.
VII
Pudiera decir que odio la casa en la que vive Dios, pero no puedo odiarla porque desconozco el domicilio exacto. Dios debiera tener un código postal donde encontrarle, alguna coordenada en los planos de la cartografía. Pero no hay nada de eso, y es imposible que el domicilio desconocido de Dios abarque lo absoluto.
VIII
Odio no saber en dónde vive Dios. Odio tocar la puerta donde no está su casa. Odio decir su nombre sin saber lo que digo…