Caen sueños
Desde los árboles agoniza la hoja
de llama extinta
Caen pájaros
del nido
en las venas de la noche
Marcha la estación
desprendiendo aroma del recuerdo
El himno de la sangre
bombea sonoridad al corazón
mientras que la nostalgia se anuda
en los huecos de la voz
El mutismo, de noche, es filoso y preciso:
corta las raíces de toda pertenencia
Se ancla un viento gélido
en el umbral de la expresión
entumeciendo lo no dicho;
frutos que se pudrieron
después del abandono
Desde los árboles
caen sueños
como pájaros heridos
Resurgimiento
En el follaje se han grabado estaciones
entre párpados de niebla
Las hojas cayeron
ante el ocaso del habla
entregando a la tierra adormecida
lágrimas de tinta
Crujió el paso solitario del enigma
sobre valles desecados
y una esperanza de resurgimiento
reunió cauces de agua
en el cenit de la impaciencia
El impulso ha tomado
nuevos bríos y distancias
flamantes emociones
en suelos inexplorados
Todo se vuelca hacia delante
(¿hacia sí mismo?)
y tiembla un despertar
Los brotes resucitarán de los residuos
de un ayer clausurado
Mediodía
Se filtra la ciudad por la ventana
El aire es un pájaro callado
que me besa la frente
Leo un libro, tomo café y discurro
Recostada junto a mí
la sombra se mueve como una mano
acariciando mi calvicie
Me susurra sus secretos, sus miedos
Es muda, pero sabe expresarse
El tiempo humea y se detiene
en la imagen que capturo
También le doy un sorbo, está caliente
Es mediodía y la mitad de mis recuerdos
se disgregan Los aviento al vacío
esperando que algún ave los atrape
y le sirvan de alimento
Desde aquí
el mundo se ve pequeño y lejano
Hábito
El hábito del silencio atesora
el espacio abstracto del insomnio
Fecunda poemas moldeados
en la quietud del recuerdo;
frutos que la voz exprime al recitarlos
De su corto tallo penden capullos de luz
entre las sombras que lo habitan
El silencio se desgaja poco a poco
hasta dejar en los labios
el dulce sabor de su quebranto
Historias personales
Todos escribimos
sobre las blancas regiones del tiempo
donde las cicatrices del olvido
son veredas de sangre
que aún arden bajo el paso
Cada año es un capítulo
y cada capítulo un vaivén
de nubosidad y destello
Aguzamos los sentidos
como aves curiosas
expectantes a que una brisa insólita
trace en ellos su rumbo
A veces nos perdemos
y otras nos reencontramos
pero siempre
en algún punto intransitable
vuelven nuestras pisadas
a la raíz de la causa
Somos libro que palpita
resonancia de hojas
en el ramaje de los días
Alejandro Franco nació en Guadalajara, Jalisco (1979). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Guadalajara. Ha colaborado con poemas en diversas revistas digitales. Su primer libro de poesía, Tu rostro sin ti (Acento Editores), se publicó en mayo de 2019. Su segundo poemario, Ramaje de sangre (Ediciones el viaje), acaba de ser publicado en diciembre de 2021. A este último pertenecen los presentes poemas.