Robert Leroy Johnson, conocido como el Rey del Delta Blues, fue un guitarrista, compositor y cantante estadounidense, sobre quien pesan varias leyendas, por ejemplo, que fue el fundador del Club de los 27, como se le nombra a los músicos, artistas y actores que fallecieron de manera extraña o violenta a los 27 años de edad.
Es conocido también como el “abuelo del rock and roll”, debido a la influencia ejercida de su música en grandes intérpretes del género. Hay una larga lista de estrellas que llevan su sello, entre ellos Bob Dylan y Eric Clapton, quien todavía sigue asegurando que Johnson es el mejor músico de blues que ha existido.
Algunas bandas como Queen, The Rolling Stones y Led Zeppelin, reconocieron que Robert dejó una semilla en su estilo musical.
Nació en Hazlehurst, en el sur del estado de Mississipi en 1911, y fue el undécimo hermano de una familia negra de escasos recursos económicos. Desde la niñez mostró grandes aptitudes en la música, pues en la edad temprana aprendió a tocar el arpa y la armónica, instrumentos con los que experimentó bastante, aunque únicamente en solitario. Dejó sus estudios para irse a la cansada pizca del algodón. En la adolescencia tuvo muchos problemas con esposos celosos, pues solía enamorar a mujeres, pero a los 18 años se casó con Virginia Travis, una adolescente de 16, quien quedó embarazada meses después del matrimonio.
Aquí es cuando su vida dio el primer giro. Todo iba muy bien, la pareja estaba contenta y parecía que tendrían un fututo halagador, pero el día del parto, tanto Virginia como su hijo recién nacido, murieron en el quirófano. Eso lo hirió y buscó consuelo en el blues, y como todo músico aparte de talento tiene suerte, se encontró con una viuda adinerada, con la que tuvo un hijo. El dinero de su esposa le permitió viajar por el sur de Estados Unidos con el fin de seguir a varios artistas del blues, pero de los que aprendería poco.
En realidad era un músico de media talla, del montón, decían algunos. Había tocado en varios clubes, sin que llamara la atención y sin que el éxito se asomara siquiera por la ventana. Aunque logró aprender algo del músico Willie Brown, considerado uno de los músicos pioneros del género Delta blues, Robert no despegaba en los escenarios.
Son House, otro músico, se apenaba cada vez que Johnson tocaba en algún bar. “Cuando se subía al escenario frente al público y tocaba la guitarra en los clubes, yo le decía: “No hagas eso, Robert. No sabes tocar ¿Por qué no tocas la armónica para ellos? Pero él no quería soplar aquella cosa. No le importaba que yo le riñese”, recordó en alguna ocasión el músico.
A sus 20 años, su historia giraría otra vez. Era 1931 y se acababa de enterar que su verdadero padre era Noah Johnson, un forastero que había pasado una vez por su miserable pueblo de Mississipi. Robert desapareció varios meses, pues se dedicó a buscar a Noah y tras su fracaso en esa tarea, una noche regresó a un establecimiento donde se encontraban Willie Brown y Son House. Subió al escenario, y literalmente, era otro músico, con habilidades nunca vistas que sorprendió a todos los que lo vieron. Son House fue el que regó la pólvora de una nueva leyenda: su metamorfosis artística fue porque le vendió su alma al diablo.
La leyenda indica que el músico había hecho pacto con el príncipe de las tinieblas en el cruce de la actual autopista 61 con la 49 en Clarksdale, Mississipi, a cambio de tocar blues mejor que nadie. Era una noche de silencios y frustraciones, y Robert espero con su guitarra al demonio, quien supuestamente se le apareció tras prometerle que dominaría la guitarra como nadie, a cambio de su alma. El padre del rock and roll escuchó atentamente las indicaciones que señalaban que solamente debía deslizar las manos sobre su instrumento para interpretar el mejor blues de la historia.
Las letras de sus canciones alimentaban el misterio porque trataban sobre la desesperación religiosa y de sus demonios interiores. Dos de sus mayores éxitos hicieron referencia a su supuesto pacto demoníaco. “Crossroad blues”, es una canción en la que reflejó lo que había hecho aquella noche, pues relata que los cruces de caminos son la mejor manera de encontrarse con Lucifer. “Me and the devil blues”, otra de sus grandes rolas, dice textualmente: “Early in the morning, when you knock at my door. I said Hello Satan, I believe it’s time to go” (“Temprano en la mañana, cuando tocas a mi puerta. Digo hola a satán, Creo que es hora de irme”).
Sólo dejó 29 canciones grabadas, varias de ellas con dos o más versiones, que suman un total de 49, trabajadas entre noviembre de 1936 y junio de 1937, las cuales se reunirían posteriormente en 11 discos. Si hacía falta algo para agregarle a esta leyenda, es que sólo hay cuatro fotografías de este músico. En el estudio de grabación, siempre tocó su guitarra Gibson volteando a ver la pared para que supuestamente no se le vieran los ojos cuando era poseído por el diablo. La historia de este gran guitarrista, que mejoró de la noche a la mañana, indica que quienes lo vieron tocar en los clubes aseguraban que sus ojos siempre estaban desorbitados al momento de subir a un escenario y que tocaba siempre en la semipenumbra, para que no vieran su forma de puntear la guitarra. Cada vez que terminaba sus conciertos en bares, salía sin despedirse, por lo que los clientes acrecentaron su fama demoniaca: simplemente desaparecía por obra del diablo.
Pronto su libertinaje le cobraría factura. Debido a que en cada ciudad buscaba una mujer, tuvo la mala fortuna de seducir a la esposa del dueño de un local llamado “Three Forks”, ubicado en Greenwood, Carolina del Sur. Sucedió el 13 de agosto de 1938, alguien dejó una botella de whisky en la mesa donde se encontraba antes de tocar, de la cual se tomó varias copas sin sospechar lo que sucedería en unas horas. Subió alegre al escenario, pero se empezó a sentir mal. Dejó la guitarra a un lado y salió del bar, como siempre, sin avisar a nadie.
Tenía 27 años y fue encontrado muerto después de tres días de búsqueda. La botella con whisky contenía estricnina. Los mitos cobraron más fuerza, pues existen tres tumbas donde supuestamente se encuentran sus restos. De acuerdo con quienes han estudiado la vida de este músico, aseguran que sus amigos intentaron confundir al diablo. Así nació la leyenda del fundador del Club de los 27, al que pertenecen, entre otros, Janis Joplin, Kurt Cobain, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Amy Winehouse y Brian Jones.