El solvens, esto es, el aqua permanens.
En ella se baña, se hunde o se ahoga un Sol que está solo.
C.G. Jung
Yo no conocía el Tanqueray
pero el nombre vino a mí
como una inspiración
como esas cosas que se saben
desde el valle.
Tanqueray tiene cuatro
destilaciones y un valor
alcohólico más alto
que vos, dijiste riendo.
Habrá sido el orgullo
las ganas de mostrarte
que en mí cabe
tanto veneno como en tu cuerpo.
Y bebí: una mariposa
entre las hojas, todas las etapas
reaccionando en el oxígeno
de la noche
huevo, larva, pupa, adulta
imago ¿Sabías que así se llama
la última fase
en la vida de una mariposa?
Foresta Umbra
Antes el alcohol sólo mostraba
mis demonios ocultos, después
pagaba caro el pecado
de haber bebido,
las calles empedradas
cuesta arriba con la cruz
sobre la espalda.
Pero ahora, en cambio, ocurre así:
entro a un bosque neblinoso
y puedo tocar el musgo de la pena.
La idea del desamor
la que más me habita
ocupa el universo
es una enredadera que se expande.
Soy yo quien vive en ella
me alimento de sus hojas
como un gusano tejedor de otoño.
***
Camino por Roma con mi hermano
que ya es un hombre y entra a los bares
sirve ginebra que rebalsa
las copas, invita una vuelta
me avisa que va a quedarse
hasta el fin de la botella
como quien acompaña la última
respiración de un ser querido.
Y yo me pregunto dónde está
aquel niño que tenía miedo
de una invasión, sujetaba mi mano
con la fe con que se aprieta un talismán
me otorgaba el poder de una fuerza
protectora.
Extraño esa fragilidad
que me hacía crecer y rebusco
con anhelo la cicatriz de su frente
un pelaje de ciervo desgastado
el color que toman sus ojos
cuando tiene sueño.
***
Cenamos en familia
un año más
que nos congrega
para beber ginebra y mirar
a mi padre
fotografiando los amaneceres
andaluces, enamorado
de aquella tierra
que lo vio nacer y partir
con cinco años.
Papá hablaba de su origen
yo era pequeña, un imperio
caído
del otro lado del mar
y esa ciudad donde la sequía
develaba los secretos vivientes
en ausencia del agua.
Él tenía el recuerdo de un pasillo
en la casa de su infancia
un puente
entre la cocina oscura y las habitaciones.
Ese pasadizo era una obsesión,
el intento de descubrir cómo
se conectan los mundos
si acaso se puede vivir
en un limbo, hacer de una identidad
un corredor infinito.
***
Tanqueray I
Bebo mi cuarto Gin Tonic.
Lo prepara un barman
nacido en Jerez de la Frontera
sus piernas de garza,
interminables.
La pimienta negra flota
en el líquido, busca
sobrevivir a la disolución
como mis ideas
bailarinas de un estanque,
hábiles en una copa cristalina
perfumada al limón.
Delante mío, el barman conversa
con un cliente, me parece
que dicen una sola frase
capaz de agotar el sentido de este mundo.
También, como ellos, creo
en la verdad única
el Nombre escondido.
II
Si escuchara cómo habla
la raíz de todas las metáforas
antes de que llegue la quinta copa
y la sexta, quizás entonces
ya no necesitaría este cuerpo
la poesía, la reafirmación del amor,
el espejo en el que me miro
libre de los errores que en mi mente
se repiten, con sus innumerables detalles
sólo para recordar qué le debo a la vida.
***
III
Nuevamente camino por la calle
Vía Piccolomini, donde la cúpula
de San Pedro en vez de quedar atrás
se acerca
con cada paso.
Es esa famosa ilusión, pienso.
¿Pero quién podría asegurar
que esa distancia imposible
ese retorno que avanza
no es verdadero?
IV
En la puerta del bar de Trastevere
donde siempre terminábamos
el paseo nocturno
te conté que San Francisco de Asís
en el lecho de muerte
pidió perdón a su cuerpo
por el dolor causado
a lo largo de una vida tan extrema.
Vos fumabas sin filtro
y te esforzabas por sacarle
algo más al tabaco que brillaba
encendido
como una luciérnaga.
Yo, apoyada en una pared rota
tenía miedo de nuestra próxima caída.
Ya no sabíamos quién hablaba
si la grieta del muro
a mis espaldas, o esta boca
por donde la ciudad
drenaba sus excesos.
Y al llegar a casa, abrí mi cuaderno
escribí que decías:
Si tuviera que hablarle
a mi cuerpo como San Francisco
le confesaría que el alcohol que le doy
es el código de mi pena.
Le pediría que mi sangre
se mezcle por fin con la poesía
de su corriente, que se diluya
como un cristo en la copa
la gota que el polvo absorbe
el enebro en ramitas
dentro de la ginebra.
Jimena Marcos nació en Buenos Aires. Es Psicóloga recibida con honores en la Universidad de Buenos Aires. Su foco estuvo en el trabajo clínico, desplegado por más de quince años, y en la profundización en el pensamiento de Carl Gustav Jung, sobre todo en sus textos alquímicos. Completó sus estudios de Máster en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Tres de Febrero. Su tesis, una recreación poética y personal del mito de la Odisea, fue nombrada magna cum laude por el tribunal examinador. Escribe poesía y ensayos. Actualmente prepara su segundo poemario. Su ópera prima, titulada “Perdida” fue publicada en el 2022 por Editorial Griselda García en la ciudad de Buenos Aires luego de ser galardonada por la Universidad.
Se desempeña como docente en universidades y espacios académicos. Es Directora docente en Fundación Columbia en lo que, luego de dos años de trabajo, se ha constituido como un Postgrado en Psicología Analítica.
Actualmente está finalizando una Maestría Universitaria en Literatura Española e Hispanoamericana en la Universidad Internacional de la Rioja de España. Su trabajo de fin de máster cruzó la imagen alquímica del sol negro con la poesía del argentino Héctor Viel Temperley. Su recorrido general condujo a un cruce entre la poesía, la alquimia y la mirada psicológica.
Vive en Roma desde el 2021. Previamente emigró a Madrid donde se desplegó su primera experiencia en el exterior.