Jordi Virallonga Eguren, nació en Barcelona en 1955. Es doctor en literatura española y profesor honorífico de la Universidad de Barcelona. Además de poesía, que escribe en castellano y también en catalán desde el 2015, ha publicado antologías clásicas y modernas de poesía catalana y española, así como ensayos, libros infantiles y artículos de crítica literaria, política y social. Es traductor de literatura italiana, francesa, portuguesa y catalana.
Fue lector de español en la Universidad de Turín y profesor invitado en centros culturales, educativos y universidades de Europa, América y África. Asimismo, fue el promotor del Aula de poesía de Barcelona, que presidió desde su fundación en el año 1989.
-Bueno, comenzamos con la pregunta que le hacemos a todos los poetas: ¿Qué es la poesía?
La poesía es un medio de entenderse cara a cara con el mundo, por lo que sólo existe cuando el lector, incluso falto de preparación y cultura, percibe que un verso, una estrofa, el poema, el libro entero, está hablando de él y le está ayudando a vivir su propia vida, porque identifica en el poema una experiencia que, consciente o inconscientemente, le hace sentir y entenderse consigo mismo y con algo humano que existe en el resto del planeta, pues nuestra existencia es tanto un producto de la convivencia como de la intimidad.
-¿Cómo concibes el papel del poeta en tiempos de crisis globales como los actuales?
Yo creo que el poeta no es un político ni un estadista ni un profeta. Es un artista que, gracias a su oficio, puede hacer sentir en el lector la libertad que le ofrece ampliar su mundo a través de dudas y contradicciones, a romper con las certezas milenarias, los criterios inamovibles, los valores uniformes que siempre se utilizaron de un modo feudal como un abuso de poder, y que hoy se presentan bajo fórmulas de máscara democrática. ¿Cualquier opinión es respetable? ¿La de Hitler, Trump, Stalin… también son respetables? ¿Sabes que decir la verdad puede costarte la vida? ¿O que la mentira es creativa y protege, a las mujeres, sobre todo? ¿Que decir que estás contra la guerra es lo mismo que decir que estás contra la gripe? En fin, la poesía puede cambiar los recursos básicos de la idiotez que mueve el comportamiento humano del “estoy de acuerdo contigo a condición de que tú lo estés conmigo”. No podemos permitir que los muertos, sus valores, sus proverbios, su sistema moral, sigan mandando sobre los vivos. La poesía puede cambiar pensamiento, conciencia y sentimiento, individuo a individuo, pero no puede cambiar ni mejorar el mundo.
–Cambiando un poco o un mucho el tema: ¿Quiénes han influenciado tu poesía y cómo equilibras esas influencias?
Acabo de publicar en la revista El Ciervo, que es la revista de poesía más antigua que hay en España, una entrevista donde explico más o menos cuáles fueron los primeros libros que leí. Yo tengo suerte en ese sentido, porque provengo de dos tradiciones literarias diferentes, la catalana y la española, y ambas tienen un hilo común, que es su intensa raigambre en la poesía clásica, griega y latina.
A mí me importa que la poesía esté bien escrita. Cuando empecé a viajar a América Latina, México en primer lugar, empecé a conocer, digamos que personalmente, su poesía in situ y pude percibir su extraordinaria riqueza. Actualmente la poesía de América Latina me interesa mucho más que la poesía española. Son muchos poetas de muchos países y algunos de ellos en situaciones muy difíciles, por lo que la poesía tiene mucho más sentido, más fuerza y hay más gente que la lea y que necesita que la poesía tenga un papel en su vida y su comunidad. Lo que por otra parte también tiene sus peligros, como la historia demuestra.
-Como traductor, ¿qué tanto puede el traductor influir o intervenir el original?
Conozco traducciones mucho mejores que el original (risas)… pero, a ver, lo de “traduttore traditore”, es otra de esas frases hechas que deberíamos enterrar. En primer lugar, porque es algo obvio, pero en segundo lugar porque busca una “captatio benevolentiae” tributaria, totalmente innecesaria a tenor de que en ocasiones el traductor mejora el texto original.
Estoy hablando del buen traductor de poesía, que ha de ser poeta, creo yo. No lo sentencio, pero es que se nota mucho la diferencia en cómo maneja los recursos del oficio: los interruptores de frase, los conectores de frase, los fraseos; bueno, el oficio de poeta. Es un trabajo silencioso. Los poetas están solos, todos estamos solos, pero los poetas son los solísimos y los traductores los solisimísimos, diría yo (risas)…
¿Cómo puede el traductor influir o intervenir el original? Bueno, yo he traducido muchísimo, sí; pero cuando traduzco, primero escribo una primera versión, pero esa primera versión ya casi se está ajustando a la que será finalmente. Nunca traduzco o intento no traducir poemas que empeoren el original. Lo que es muy difícil de traducir, a veces imposible, son las canciones, y no sólo porque las canciones tienen una métrica y una rima muy, muy clara; sino porque es difícil encontrar la frescura o el dinamismo en otra lengua, o porque hay muchas frases hechas, muchísimas, intraducibles a otra lengua y en algunos casos ni siquiera alternativa, Es un exitazo cuando alguien lo consigue y yo lo aplaudo con ardor, sobre todo si se trata de canciones infantiles o juveniles, donde la cosa se complica muchísimo más. Cada traductor tiene su manera de hacerlo basado en su propia experiencia. Hay gente a la que le gusta mucho el modelo literal, pero al traducir un poema de manera literal, se pierde gran parte de la forma. A veces lo mejor es optar por versionar, pero ese es un terreno muy resbaladizo, porque puedes alejarte mucho de los modelos originales, si no de las tripas, sí de la piel del poema.
De todas maneras, creo que el traductor puede influir e intervenir en el original tratando de mejorarlo, pero no hay cara sin cruz, como bien sabes, y el traductor puede utilizar el texto como pretexto y manipularlo en beneficio propio. Como ha hecho tantas veces la Iglesia Católica o los regímenes despóticos, por ejemplo. Claro, pues, que puede influir muchísimo un traductor, interviniendo de una manera u otra en el original.
Todavía hoy se tergiversa y manipulan textos bíblicos en esas múltiples iglesias televisivas americanas. La Biblia debe ser el texto más escuchado y menos leído del mundo. A la mayoría de gente le cuesta mucho menos tener fe que tener que pensar; lo que decía Antonio Machado: “existe la fe, todo lo demás se llama pensar”. Y eso es lo que hace tanta gente hoy: para no pensar, se creen lo ya pensado, lo que se dice o lo que le dicen. Entonces, claro, imagínate esos curitas que van por ahí intentando su propio bien, con versiones de la Biblia traducidas a su manera, para sus propios propósitos. ¡Qué vergüenza!
-¿Cómo crees que ha cambiado la forma de consumir la poesía en estos tiempos digitales y de redes sociales?
En la universidad estuve dirigiendo un equipo de investigación sobre este asunto. Entonces me sorprendió que ahora que todo el mundo puede dar a conocer sus poemas, muchos de ellos fueran tan débiles, tan ñoños, tan llenos de tópicos. Hay gente que ha escrito treinta poemas y ha leído diez, y eso se nota mucho. Las redes generalmente están cargadas de poesía muy mala, por decirlo rápidamente y sin matizar. No es poesía, pero que pasa como tal y eso la ha frivolizado.
La globalización, esa difusión de modos, valores, tendencias o sentimientos que fomenta la uniformidad de gustos y actitudes, va en contra del talento, la crítica y la creación, que es siempre individual y diferente. La postmodernidad en general ha permitido que sea bueno lo que cualquier imbécil (con perdón, aunque el imbécil no se va a sentir ofendido porque cree que todos son imbéciles menos él) considera como tal, y así no solo la poesía, el arte, ha caído en desgracia, porque se hace pasar por grandioso lo que no es más que algo fútil, cuando no pura mugre. Pero entiendo que esos poetas han recibido la educación que han recibido en las escuelas y no tienen más cabeza ni sensibilidad que la que tienen. Y entonces, claro, no se van a poner a leer a Rilke o a Juan Ramon Jiménez. Tienen que leer, si lo hacen, algo que entiendan inmediatamente, que no les cueste nada, y que coincida con aquello que cada uno de ellos piensa o cree, lo que, por otra parte, es lo mismo que lee, piensa y cree casi todo su entorno.
Yo he leído muchas opiniones, pero muchas, muchísimas, de gente que admiran o que les gustan poemas que nunca se hubieran publicado si no hubiera sido porque existen las redes sociales. Pero lo realmente increíble es que ellos piensan que son muy buenos, y es así porque no hay filtros, no hay editoriales que les rechacen sus libros y sus amigos y familiares les adoran porque son buena gente y alagan sus versos de corazón. Si un hijo le lee un poema a su madre, su madre puede llorar de emoción, pero si te lo lee a ti, por ejemplo, puedes cagarte de risa. Ahí tienes la diferencia.
La poesía se escribe desde contextos amplios del conocimiento, mientras que en la red encuentras muy poco, y lo poco muy manido, lleno de tópicos. Siento esto y lo escribo. Y punto. No son poemas que tengan ningún tipo de ambición porque no parten de una cabeza con cultura, conocimiento, experiencia y, sobre todo, oficio, porque la poesía se hace con oficio. Hay gente que piensa que la poesía se hace con buenos sentimientos o con malos, y la poesía no se hace con sentimientos, se hace con palabras. Eso es lo que decía Mallarmé y tenía toda la razón.
De todos modos, creo que en México se estudia y se lee mucho mejor la poesía que en España y que en los países europeos, donde ya ni se estudia ni se lee; es decir, no existe.
-Sí, y sobre eso, ¿crees que deba haber una buena crítica literaria para evitar esas cosas, precisamente? Porque acá, no creas, hay «poetas» que se autopublican y tiene sus cofradías y presentan sus malísimos libros y todavía, como tienen los medios, viajan a otros países y representan a México, y qué vergüenza que en Argentina o en Chile piensen que eso nos representa.
Bueno, autopublicarse es un negocio. Antes si alguien se autopublicaba lo hacía guardando el secreto, pues le avergonzaba. Hoy hay muchas editoriales que tiene una colección de auto publicación, se anuncian y quienes utilizan sus servicios lo dicen abiertamente. Hoy se puede hacer y decir cualquier grosería o paparruchada abiertamente. He oído a muchas personas pregonar con orgullo que ellos nunca leen, antes también pasaba, pero al menos te avergonzaba que los demás lo supieran.
Pero, en fin, una cosa es la poesía y otra el circo y el mercado que se mueve alrededor de ella. Por mi edad yo he ido a muchos festivales y he escuchado maravillas y cosas realmente infames. Todos sabemos, además que un poeta no representa nunca a un país. De hecho, la mayoría de los poetas suele pagarse su viaje y estancia para poder participar en los festivales, no les manda ni escoge el gobierno de su país. Los gobiernos también mandan a sus representantes, y ahí hay de todo, es vedad, pero los poetas invitados suelen ser, con catastróficas excepciones, grandes poetas. Generalmente el poeta malísimo se paga él mismo su hotel y su viaje y es el que lee más tiempo del concedido, por lo que debe estar convencido de que lo suyo es buenísimo, ya sea por primario narcisismo o porque cree que necesitamos de sus palabras para vivir y nos está salvando. Pero más allá de eso, la poesía sigue existiendo porque en los congresos sí que he escuchado y he conocido a grandes poetas, hombres y mujeres magníficos, que de otra manera no hubiera conocido. Generalmente son poetas que no publican sus poemas en redes sociales.
Sobre la crítica te contestaría más o menos por el mismo camino, tendría que haber una buena crítica de poesía, eso sería magnífico, como en tiempos de Galdós, o en los tiempos de los contemporáneos en México, pero sencillamente ya no existe, no existe.
En España ya casi no existe la crítica de poesía. En periódicos como El País, por ejemplo, en “Babelia”, es extrañísimo que aparezca una reseña de poesía. ¿Y eso por qué es? Bueno, supongo yo que porque consideran que hay pocos lectores. También porque las editoriales o los grupos editoriales pagan publicidad en los periódicos, las revistas y en los suplementos culturales de los grandes periódicos y hay que escribir bien sobre los libros de estas editoriales que ponen dinero en sus medios de comunicación y promocionar a los escritores de sus grupos para situarlos en buenas posiciones para ganar premios y otros reconocimientos, como se hace en la tele para hablar bien de un político. Por eso digo que la poesía es la resistencia. Al final esto será Blade Runner, y nosotros seguiremos viviendo debajo de las alcantarillas. No nos tendrán a todos.
-¿Pero vale la pena escribir sobre un mal libro de poesía? ¿Reseñar un mal libro?
Bueno, cuando yo hacía reseñas en suplementos de periódicos, de eso hace ya unos treinta años, reseñé algunos malos libros de poesía para oxigenar un poco el aire, y aunque no había tantos libros malos como ahora, me creé algunos enemigos, y un par o tres de estos perseveran en ello todavía por la espalda. Vale la pena reseñar un mal libro de poesía de un poeta conocido. Lo que no tiene sentido es reseñar malos libros de poetas malos.
-¿Quiénes son los poetas vivos más importantes para ti o a quienes más lees?
Bueno, como acabo de decirte, sobre poetas vivos hablé mucho durante mucho tiempo, hice crítica y reseñas y hablaba de poetas vivos y esto me costó muchos disgustos y odios delegados, y a veces incluso por parte de la gente que no reseñaba. Algunos de los poetas vivos que más me gustan son amigos míos. Incluso cuando viajo, viajo porque están ellos allá y tengo muchas ganas de verlos y de charlar sobre poesía y vida, porque la poesía es hablar de la vida, de una manera u otra, y ellos lo saben y lo hacen y lo pasamos en grande.
Hace tiempo, no mucho, quizá, estaba bastante al tanto de lo que se escribía, pero ahora sólo conozco de mi generación hacia atrás. Hay muchos libros que me interesan, y me interesan varias veces a lo largo de la vida, pero a veces me sorprende comprobar que tengo libros en mi biblioteca que todavía no he leído. Si alguno de mis amigos, sean o no poetas, me recomiendan algún libro, también me pongo a ello. Pero suelo tirar de los clásicos porque también es lo que más me llena y es donde sigo aprendiendo. Voy un poco volviendo una y otra vez sobre valores seguros, digamos.
También te diré que es totalmente imposible leer todo lo que se publica. Es más, a mí me llegan a casa una media de quince libros cada mes. Si tuviera que leerlos todos no me quedaría tiempo para nada más y no podría volver a leer jamás en la vida a yo qué sé, a Virgilio o a Juan Gelman, por ejemplo.
Pero poetas vivos no te voy a citar ninguno porque me sabría muy mal dejarme a otros. Pero vamos, en México sólo hay, yo diría que unos quince poetas que me interesan, entre hombres y mujeres a quienes sigo encantado. De cada país te podría hablar un poco, pero en público ya sólo hablo de los muertos.
-¿Tienes algún proceso o rutina de escritura?
Bueno, la novela quizá debe someterse a algún principio de disciplina y de rutina de escritura. Yo la tuve en su día, pero ya hace tiempo que no y, además, lo que ocurre es que, aunque ya estoy jubilado y no estoy dando clases regulares, sigo teniendo responsabilidades en mi vida profesional. He de ponerle freno a dar charlas, conferencias, a formar parte de jurados y también a traducir para dar a conocer la buena poesía, como la catalana, a quien no lee en esta lengua. Yo creo que un poeta debe ser generoso. Hay poetas que no son nada generosos; es decir, solamente se dedican a su poesía y nada más. A mí me gusta el poeta que habla o escribe sobre la poesía de los demás o de las tradiciones literarias de donde proviene, o que estudia o explora otros lenguajes y los comparte, también aquel que organiza encuentros o festivales y propicia que los poetas se conozcan entre sí. Un buen poeta es generoso porque sabe que él procede del esfuerzo, la experiencia y la vida que le dieron. Los que no son generosos, no sé, no me los creo mucho, pero, de todos modos, al menos así de entrada, no me interesan, y cada vez menos.
Bueno ya me enrollé, quería decir, que ahora solamente escribo obra propia cuando me apetece. Generalmente voy anotando y anotando apuntes, cosas que se me ocurren, y de vez en cuando me siento a ver qué es lo que he escrito, a escuchar cómo suena, y entonces rompo el papel o borro el archivo, o paso a un siguiente nivel. Cada año abría una carpeta, ahora voy pasándolo a archivos Word, y dejo allí lo que voy escribiendo. Vuelvo a consultarlo al cabo de varios años, y así con el paso del tiempo me doy cuenta de cosas importante, por ejemplo, si utilicé una palabra, una frase hecha, un coloquialismo que entonces estaba, digamos que de moda y actualmente ya nadie utiliza. Pero uno de los procesos que sí tengo y que yo siempre aconsejo, es que cuando doy por terminado un poema lo grabo y me escucho decirlo. El poeta es el primer receptor del poema que él ha escrito, sí, pero al oírlo se aleja del autor. No es el mismo quien lo escribe que quien lo oye. Y entonces me puedo dar cuenta de fallos de respiración, de cacofonías, en fin, de cosas que se tienen que ajustar, porque te oyes y parece que está hablando otro.
-Y, por último: ¿En qué trabajas actualmente? ¿Qué proyectos literarios tienes a futuro?
Siempre tengo muchos proyectos y siempre digo que voy a abandonarlos todos. En estos momentos estoy presentando por varias ciudades toda mi poesía reunida en la Editorial Dilema, de Madrid: Siempre hay ruinas a menos de dos horas, que ha salido en dos volúmenes. La he presentado ya en una docena de ciudades. Estoy reuniendo todos los ensayos que a mi criterio merezcan ser recogidos en un libro y estoy terminando mi último libro de poemas, que se titulará Con los ojos prestados. Estoy acabando ya de pulir las últimas cosas, el último tornillo, mirar si están bien sujetos los asientos, cómo va el motor, si está bien engrasado, pero ya está terminado y pronto seguramente lo daré a la editorial. He terminado hace poco la traducción de la prosa y la poesía de Joan Salvat-Papasseit, un poeta futurista catalán, acompañado de un extenso prólogo, para Cátedra/Letras Hispánicas. Y ahora estoy terminando otra antología temática de poemas, no de poetas (como la que publiqué en México hace unos años en la editorial “La otra” titulada Poetas catalanes), sino de poemas catalanes traducidos al castellano, para la Feria de Guadalajara de este año 2025. Aparecen unos 200 poemas de casi 90 autores modernos y contemporáneos, y esto me ha llevado justo un año de trabajo, pero bueno, poco a poco ya voy viendo la luz al final del túnel y sigo vivo. Y luego, como te decía, me queda otro proyecto que es el de publicar los artículos que tengo esparcidos por revistas, también filológicas y de investigación. No hace mucho publiqué ya un ensayo en forma de conversación con José Antonio Jiménez, en la editorial malagueña EDA, titulado Palabras para la resistencia, sobre la poesía y otras trincheras. Me parece que ya estará bien con la poesía reunida, con mis ensayos reunidos y con todas mis ediciones y traducciones. Además, dirigí el Aula de Poesía de Barcelona durante 23 años, pasaron por mis aulas miles de alumnos, tengo estupendos lectores, porque a varios centenares les conozco personalmente, espléndidos amigos, una familia, ya planté un árbol y ya tuve tres hijos; o sea que ya cumplí el cupo y puedo estar satisfecho. Solo me queda hacer el testamento, pero me da una vagancia que no te puedes imaginar.
Sus libros se han traducido a varios idiomas y sus poemas han sido antologados, musicalizados y expuestos en colaboración con diversos pintores. Posee diversos premios literarios internacionales, poéticos, académicos y de traducción. Además de antologías personales y de sus libros de poesía escritos en catalán; en castellano ha publicado: Saberte (1982). Perímetro de un día (1986), con prólogo de José Agustín Goytisolo. El perfil de los pacíficos (1992 y 2018). Crónicas de usura (1997, 1999 y 2008), premio Ciudad de Irún. Los poemas de Turín (2001), con prólogo de José Hierro. Todo parece indicar (2003 y 2013), premio Fundación Alfonso el Magnánimo. Hace triste (2010), con frontispicio de Antonio Gamoneda. Incluso la muerte tarda (2015 y 2018), premio Hermanos Argensola, con prólogo de Juan Gelman. Con los ojos prestados, listo para publicación.
