(Johann Sebastian Bach: 1685–1750, para principiantes)
“… el espíritu moderno está dotado de una pobreza y de una frivolidad tales que con razón
se sonroja al verse comparado con los autores que pretende proscribir: a nuestro Bach
sobre todo, cuya inspiración derrama tanta fantasía como ciencia.”
J. N. FORKEL, 1802
El que toca la cítara entre el canto del molino y el olor a pan es Veit Bach, panadero de Presburgo, primera generación de una dinastía que hizo de la música un bosque de luces.
El que vivió entre María Bárbara Bach y Ana Magdalena (Turingia, primavera de 1685–Leipzing, verano de 1750), maestro del contrapunto y padre de 20 hijos, es Johann Sebastian Bach.
Lo que brilla es la luna, a cuya luz el pequeño Johann Sebastian El Huérfano transcribe por las noches piezas para clavicordio empeñado en saber si el órgano posee pulmones suficientes para hacerse oír.
Hijo de Maria Elisabetha Lämmerhirt y Johann Ambrosius Bach, no es todavía el
príncipe de los virtuosos; mientras llega el día compone piezas para órgano en la capilla de Weimar.
Viejo anticuado, casi ciego, creador de tocatas y fugas llenas de adornos: “las infelices consecuencias de su muy poco exitosa operación” causaron su muerte. Olvidado por siglos, resucita en relojes, pipas y cajetillas de tabaco.
El verdadero Bach soy yo, el asteroide que lo nombra cuando una música plena de excesos barrocos invade el cielo.
(El cirujano de John Keats: 1795-1821)
Abro las ventanas de su pecho
cruzo corredores verdes
y arranco de un instrumento
–el corazón, parece–
Acordes, ritmos agitados, cartas por escribir.
Lo hago con suavidad para que no despierte
y me sorprenda -bisturí en mano-
diseccionando el aire prematuro de la vida.
Corto despacio. Busco indicios de amor en sus tejidos
pigmentos inmortales en la corteza de sus penas.
Abro una puerta, me detengo en la flama
de un astro encendido en sus entrañas
avanzo hacia el fulgor de un planeta que da vueltas y vueltas.
Hay un camino de flores, algunos lagos
y en su sangre entre diminutas criaturas vivientes
el gen que da sentido a la belleza.
Pasillos estrechos, puentes de cristal
y puertas que unen una pieza con otra.
El día se gasta y es hora de volver al sitio de partida.
Entre ramas secas,
como un bicho que desconoce el poder de sus alas
encontré este poema.
Enero 25, 2014
(Carl Sandburg: 1878-1967, un viejo ganso)
Hay una imagen en la que Carl
semeja un viejo ganso
frente a una pared blanca
en una habitación vacía,
concentrado tal vez
en no perder el paso
en la foto siguiente.
Pero bailar con Carl
y armonizar un piano
o un poste de luz
era lo mismo.
Después del baile
Marylin y Carl
se miran a los ojos
beben, fornican
se miran a los ojos.
Él le dedica sus poemas
ella le tiene un poco de fe.
Aquí, antes de partir a Rusia
(más que de poeta tiene finta
de empresario naviero).
Con el sombrero en alto parece
que de un momento a otro
se elevará de la tierra.
Agosto 24, 2013
(El mundo se llamó Joaquín Pasos: 1914-1974)
Se cansó de decir versos truncos.
Tenía 16 años
y a esa edad las cosas envejecen
a ritmo de miedo.
Más parnasos que cantinas
la Managua de entonces.
Entrar ahí
era peor que a una caballeriza
o a un criadero de cerdos.
Ah, peligrosa la secta de los parnasos:
fotógrafos agrimensores veterinarios
periodistas senadores diputados
mendigos parientes de mendigos
y casi ningún poeta.
Secretario de protocolo en la ópera del rey
una noche -tenía 32 años-
decretó: la razón de ser de la muerte
es la vida.
No fue por las espigas del invierno
con una panza grande
y una cadena de oro en el pecho.
¡Qué época, señores!
Las corbatas dormían a pierna suelta
y los autos saludaban con elegancia.
(Sol del pesimista.
Escrito en la hoja en blanco de un libro de Áyax)
Pez y mismo.
El mundo contagiado de esa música.
Hoy despierta mi hijo con manchas en la piel
y arroja dardos con veneno
a la Iglesia, al policía del barrio
a sus compañeros del colegio
a los padres de sus compañeros del colegio
a los maestros de los padres de sus compañeros del colegio
a Sócrates, que duerme
en vez de ahuyentar a las palomas
a los Reyes Magos
porque olvidaron un elefante afuera de la casa
cuando cumplió seis años
a Caperucita por no escapar del cuento
a Borges por excluir de los dones la vida eterna
a Bob Dylan por no callarse a tiempo
a Maradona por querer ser Dios
a Dios por burlar a Maradona.
A mi hijo mayor le queda un dardo.
Su agenda
antes de alcanzar los traicioneros 20:
Construir un puente de aire y partituras
de Utopía a Nunca Más.
Embarcación y tribu esperan en el próximo viaje.
(Elisa o Isabel)
Escucho a mi madre al otro continente del teléfono:
le cansa el sol, las piernas, las estrellas.
Le pesa el aire, los días, las vacaciones.
La cerca el mar, los hijos, los amores.
La angustia el bullyng de los pájaros
que apuestan –ya sin cantar–
desde el árbol de enfrente:
ambulancia o carroza.
Es que la rosa sangra, pienso, imagino, deliro
y celebro la vida y sus lentos adioses.
Margarito Cuéllar. Al borde de las 68 sombras, gasta las monedas de los días entre impartir clases en la Universidad Autónoma de Nuevo León y los talleres literarios. Las monedas de las noches las invierte entre la vigilia, el sueño, el amor, la lectura (a veces: Bachelard, Borges y los poetas chinos), la escritura y sobre todo en la corrección de los excesos de elementos de sus textos (fuego, aire, tierra, agua, vida). Estos poemas son pate del libro Últimos acontecimientos en torno a la alegría (Ediciones de la Línea Imaginaria, Quito Ecuador, 2023). A su vez este libro fue escrito con la beca de poesía del Fonca 2019-2022.