Es inevitable. Miro el aparador de una tienda de ropa y la mayoría de las ocasiones me gusta alguna de las prendas o el outfit que porta el maniquí. Es como un statement que grita en mi cabeza cómprame. Me imagino con ese conjunto o alguna de las piezas en exhibición y siento que soy una y miles.
Mimetismo humano. Hoy soy fría, mañana una romántica empedernida, pasado imito al personaje de una serie que me gusta mucho, sexy —en muy esporádicas ocasiones— chic y básica a veces. La semana siguiente trato de copiar una sugerencia de pinterest. Soy una y miles. El espejo solo reproduce la creatividad de vestirse de acuerdo con las condiciones del clima y el estado de ánimo.
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Los animales cambian de color por diversas razones. Entre una de las principales es por supervivencia, alteran su coloración y pasan desapercibidos ante su presa.
Los animales como los humanos, también recurren al aposematismo, adoptan coloraciones llamativas y estridentes para disuadir a sus depredadores, seguidores o cualquier transeúnte que se cruce por ahí. Texturas, logotipos, escotes, estampados de personajes populares o incluso (des)combinar, son maneras de buscar la mirada.
En el trayecto de ser diferente o escribir un discurso con mi vestimenta puedo tardar horas. Me miro hasta sentirme convencida de cómo voy a enfrentar al mundo. Hay días que tardo y no consigo tal efecto, pero al menos no me siento tan incómoda. Estoy acostumbrada a buscar un desperfecto y centro mi atención en ello. Eso me hace perder el tiempo, pero parece una costumbre difícil de eliminar. Hay días que ocurre todo lo contrario. Mis ojos se enfocan en el acierto de conjugar ciertos colores y accesorios, y hasta celebro tomándome una foto.
Al ver el closet noto que suplica espacio. Las prendas están colgadas una encima de otra y apenas se pueden mover los ganchos. Los cajones están abarrotados de blusas, playeras y ropa interior que si hablaran se pondrían a narrar las vicisitudes que han atravesado con mi cuerpo como casa.
Cuando compro ropa no puedo evitar sentir gusto y culpa al mismo tiempo, son emociones que aunadas a la tristeza forman parte de mi existencia cotidiana. ¿Por qué siento que no merezco, pero a la vez tengo una tendencia a acumular? Es como si más voluntades habitaran en mí y un cinismo por recibir del Universo se atraviesa en mi pensamiento, es como si tuviera contacto con la receta para ser diferente vistiendo de varias maneras.
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Bauman considera que la modernidad líquida lleva al individualismo de las personas marcada por los cambios y realidad inestable, que en realidad provoca que el consumismo se vuelva un engaño de la economía, una estratagema de avance, cuando en realidad es una espiral con fecha de caducidad.
En esa espiral me envuelvo de felicidad cuando me miro al espejo y entre la acumulación de ropa, encuentro un conjunto que me aproxima a la perfección invernal: una chamarra en color camello, suéter gris, pantalón negro y botas animal print. Es hora de sacar el teléfono y disponerme a tomar una fotografía como registro de tal acierto que me lleva a recordar unas líneas de Andy Sachs, protagonista de la película El diablo viste a la moda: «Sigo siendo la misma persona de antes, solo que con ropa mejor.»
Es inevitable acumular como método de salvación, de tener el as bajo la manga a la hora de elegir qué personalidad vestiré hoy.
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Alicia González Castro. Escritora independiente, tallerista y docente en Colegio de Bachilleres. Ha publicado en antologías nacionales e internacionales en los géneros de poesía y narrativa. Su más reciente publicación es: Border Women, Mujeres al borde, su primer libro de cuentos. Actualmente se dedica a la enseñanza, alimentar su página de fb El rincón de la Taciturna feliz y escribe su segundo libro de cuentos.