Deja antes de irte una palabra delirante,
un vaticinio soterrado, una moción de subsistencia.
No dejes desprovistos mis destinos balbucientes,
la niebla peregrina que hospedaste entre mis labios.
Vuelve a mi sombra con tu danza opalescente,
con tu acechanza de pájaros,
con tu rito impaciente de arrojarme flores.
Asciende con tu noche clandestina
hasta el pálido silencio de mis manos.
Sostenlo todo en tu presente,
aposenta en mi cuerpo tus alondras,
tu memoria litoral, tu columnata.
Eleva mi tierra hasta tu boca rigurosa,
vuelve al agua insospechada en que me habitas,
al tiempo con que enredas mi garganta.
Arroja mi nombre a ese desorden
donde espero tu lluvia
arrodillada.