ENCUENTROS
Acá no hay palabras que hablen de los pájaros,
hay pájaros.
El ronquido,
piar,
en medio de lastimeros fracasos
del vuelo,
nido primigenio
romperse un ala
o una pata,
caer,
este mundo no dará reparo alguno,
aves trastornadas,
mismo aire,
desfallecen en verano sobre el pavimento.
Yo encontré la salvación, un pájaro herido.
Pía, siempre pía de felicidad.
Alegre y profundo, ni siquiera encoge sus plumones ante la lluvia.
Y ella se habrá creído muerta pero tenía dos vidas:
la de la melancolía
y la hondura
de este repentino hogar.
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Queremos acceder al vuelo.
Un deseo se asemeja a la dirección
hacia la cual nos movemos
y escapamos de la orfandad,
veloces.
Un pájaro herido. Un pájaro huérfano.
Sus plumas cambian cada día,
se eleva apenas puede.
La forma que toma eso amado,
hecho carne,
se sostiene con tu mano
al vaivén del viento.
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Encontrar lo animal en lo humano,
lo humano en esa animalidad.
Puertas o tranqueras, candados
simbólicos. Se demuestra inteligencia
por los vericuetos
y la sensibilidad,
pata extendida,
dentro de ninguna jaula podríamos
ser endebles o tristes, sin morir.
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Ésta es una crónica de sobrevivientes. De pájaros golpeados.
Cómo resuena el mundo en su aire y cómo podría escribirla.
Sin manos, cerebrito alado.
Este espacio real
entre seres vivos empujados
al borde.
Dónde termina aquello visto desde los límites del lenguaje.
La historia humana pasa por colapsos inentendibles.
La de las aves, seres memoriosos,
parte del recuerdo de cada una de sus caídas.
Seguiré preguntando: cuál lenguaje.
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TEMBLOR
Ciertas mosquitas revolotean alrededor
de los granos que fermentan,
el agua hizo su tarea
de espera,
ser alimento de paloma.
La casa se transforma, una pajarera
donde intercambiamos olores
y horas secas o
húmedas,
sueltas o en rincones,
de ave tierna
desplumándose
contra cualquier pronóstico
saldrá.
Sus semanas como años,
un nombre
como los humanos bendicen
a los seres pequeños
sobre los que se imponen,
llegará a construir su hogar
en el mismo sitio del primer nido,
gritará ¿ven? puedo recordar todo.
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Gēzi.
Pronuncio chino de manera ridícula
y aún así decidí llamar Chú a mi paloma,
se asemeja a esas formas,
un poema oriental,
la imitación fonética
de la naturaleza del aire.
Las sílabas repetidas en las mañanas junto al alféizar
tocan la atención de Chú,
pequeña y teme,
luego deja de temer ante los objetos nuevos. Ahora
escucho su picoteo a un bollo de papel y
al ver el color blanco, comprendo,
la tristeza de las supersticiones.
Chú, dejá eso,
Chú, ¿quién está allí?
Vuelve a seguirme al compás de los chasquidos
mi lengua obsesiva,
frágil como el esqueleto de los pájaros.
Chá le dicen al té en China,
Wǒ hē chá.
Y entonces, miro y la saludo:
Zǎoshàng hǎo, Chú nǚshì.
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EL PICO DE LOS PÁJAROS, Ed. Barnacle, Bs. As., 2021
(El libro tiene dos partes: «Encuentros» y «Temblor». De allí la autora tomó estos poemas)
CATALINA BOCCARDO, C.A.B.A., Argentina