Hace días que llueve mierda (Alfar, 2021) es la primera novela del escritor colombiano Germán Barrera Toro, donde nos presenta a María Carmenza, una heroína de lo cotidiano y la desesperación con la que muchas y muchos podremos identificarnos claramente. Una narrativa que no corre, que se detiene a contemplar la belleza dormida de las cosas que nos habitan y que nos baña en una lluvia de hartazgo y existencialismo. En una realidad donde la mierda cae a cántaros del cielo y la gente tiene que lidiar con el hedor y la suciedad, no hace más que plantarnos una metáfora dura y cruel de nuestra cultura actual, donde los instantáneos destellos de cordura se pierden en la irremediable inmediatez de la vida, en el ensimismarse dentro de una perdida dolorosa o el narcisista colapso de nuestro día a día.
Germán, ¿por qué arriesgarse tanto con el título de tu novela en tiempos de una intolerante corrección política?
Yo creo que más que un riesgo por la exacerbada corrección política de hoy y que, de hecho, en mi ejercicio particular de escritura no me es tan importante y no creo que uno en la literatura se deba preguntar por esas cuestiones de la “moda” o de las “circunstancias” inmediatas, sino por una atemporalidad aún mayor —lo pasajero, a mi modo de ver, ya lo cuenta el periodismo—; el riesgo para mí con el título estaba en que a lo mejor esa metáfora esencial del relato pudiera tomarse a primera vista como algo “inocente”, pero me fue imposible sacarla, pues a medida que escribía se fue arraigando y creo que, muy rápidamente, con el pasar de las primeras líneas, la misma va adquiriendo un peso diferente para el lector y se convierte en un leitmotiv secundario y de inmediato nos centramos en lo importante: en la historia de María Carmenza Díaz de Bolívar quién es la verdadera heroína del relato.
Y bueno, no sólo elijes a un protagónico femenino para tu primera novela, sino que elijes la primera persona y, por grandes pasajes de la narración, el monólogo interior. ¿Cuáles fueron tus motivaciones para escribir desde una voz tan femenina?
Siendo honesto, la necesidad. Venía de varios proyectos literarios en donde predominaban muchos elementos de lo masculino y necesitaba hacer una exploración en profundidad de ese otro aspecto no solo en la narrativa sino para mí mismo, pues tengo la convicción de que ambas características habitan en nosotros y que debemos apropiarnos de ellas sin miramientos, para hacernos no solo mejores escritores, sino mejores ingenieros, economistas, carpinteros, etcétera, o, en un solo término, mejores individuos ante la vida.
La novela desarrolla un largo, y a veces asfixiante, proceso de duelo, desde el empleo perdido por la protagonista hasta el ocaso de una relación que parece disolverse. ¿De dónde te alimentaste para escribir sobre ello?
Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos tenido pérdidas que nos han hecho desplomarnos de bruces en el camino. De hecho, todos hemos tenido malas rachas o momentos difíciles en donde no vemos ni un atisbo de luz en el panorama e, infelizmente, dichos inconvenientes, van a volver a sucedernos porque en ello consiste el devenir de la existencia, pero la pregunta que me hacía entonces con esta novela, no era en cómo dar cuenta de ello, sino en tratar de responderme qué hacer con esos pasajes difíciles que vamos a seguir enfrentando mientras estemos vivos. Y ahí estuvo el maná de este relato para llevarlo hasta sus últimas consecuencias.
Un aspecto particular de tu relato es que en la novela todo es un personaje, desde la omnipresente abuela por el teléfono, los maullidos de un gato y hasta un grillo algo espectral. ¿Qué buscabas al prescindir de los “humanos” por personajes menos convencionales?
Buscaba ilustrar nuestra más íntima realidad. Por mi experiencia de vida, yo creo que, en muchas ocasiones, cuando nos ensimismamos y buscamos las respuestas más profundas de nosotros, pero en nosotros mismos, así estemos rodeados de gente, estamos absolutamente solos en dicha tarea y muchos elementos del mundo comienzan a adquirir un talante distinto al interactuar con ellos y ahí es cuando aparece la dimensión simbólica que solo los seres humanos —hasta donde sabemos—, le otorgamos a las acciones o a las cosas en nuestra forma de comprender nuestra existencia y, para mí, ese momento es tremendamente fértil para cosechar aprendizajes que nos ayuden a mejorar como personas, sea lo que sea que signifique “mejorar” o ser “personas” para cada uno de los lectores.
La frase con la que terminas la novela remite mucho a aquella sentencia final de García Márquez en Cien años de soledad, y que cae como un balde de agua fría en los lectores. ¿Qué otras influencias se pueden encontrar salpicada en tu obra?
Bueno, esa última frase es la cita textual de un microrrelato muy popular que detonó en parte la escritura de esta novela. “Hace días que llueve a cántaros y el gato se comió el último grillo que nos mantenía despiertos”. Cuando lo leí, para mí fue muy evocadora esa insinuación que hizo la autora, María Soledad Uranga, en esas escasas dieciocho palabras, pero sí es cierto que podría leerse con un tono de “realismo mágico” ese tipo de sentencias, pero, como bien lo dices, no creo que sean las únicas influencias que puedan rastrearse en este relato. El absurdo Kafkiano creo que también puede verse desde cierta perspectiva o, incluso, las alegorías poéticas y contestatarias de Reinaldo Arenas. O, por qué no decirlo, las sutilezas en las ironías sociales de Charles Dickens. Y, si me sigues apurando, incluso, los planteamientos de Fernando Vallejo, pero desde la esquina opuesta de la literatura en donde, por ejemplo, en su Rambla Paralela, relata incluso otra situación imposible como esta; a él le notifican a través de una llamada que está muerto, sin estarlo para el argumento de su texto. Creo que todo ese cause subterráneo puede adivinarse en el trasfondo de esta novela si se ausculta con cuidado.
¿Qué es la mierda para un escritor colombiano? ¿Quién o quiénes le están tirando mierda a los colombianos?
Yo creo que la mierda que hoy nos llueve es la misma para todos los seres humanos, pero en distintas dimensiones. Y tiene dos o tres causas fundamentales. La ignorancia, la vanidad y el egoísmo. Si fuéramos un poco más sabios, podríamos pensarnos ya no solo como individuos, sino como parejas, como colectivos y hasta como especie, y actuaríamos en consecuencia por el bienestar general y no de unos cuantos como tristemente pasa en tantos rincones del planeta. Si fuésemos más humildes, admitiríamos con mayor facilidad nuestros errores y esa sería una de las principales maneras de hacernos, justamente, más sabios. Y si fuéramos un poco más generosos, podríamos desminar la desconfianza y darnos así la posibilidad de dar y recibir sin temores que es lo que esconde tras de sí el egoísmo, el miedo. Claro, el asunto es cómo llevar a cabo toda esa transformación con actos puntuales según cada una de nuestras circunstancias y de eso es precisamente de lo que nos habla Hace días que llueve mierda. Ojalá puedan leer esta novela como un botón de muestra para que luego cada lector pueda pensarse desde lo íntimo.
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