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El Eternauta o la reaparición del héroe colectivo

“El único héroe válido es el héroe en grupo,nunca el héroe individual, el héroe solo”.H.G. Oesterheld Cuando supe que se estrenaría la serie El Eternauta, basada en la historieta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, decidí hacer el siguiente ejercicio: releer el cómic (mi edición es del 2013), porque ya casi no lo […]

Ya era hora de que la ciencia ficción televisiva en Latinoamérica, a través de los argentinos, alzara la mano

Por Ricardo E. Tatto / 13 de mayo de 2025

“El único héroe válido es el héroe en grupo,
nunca el héroe individual, el héroe solo”.

H.G. Oesterheld

Cuando supe que se estrenaría la serie El Eternauta, basada en la historieta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, decidí hacer el siguiente ejercicio: releer el cómic (mi edición es del 2013), porque ya casi no lo recordaba, y, al mismo tiempo, comenzar a ver los capítulos disponibles en Netflix. Ahora que he terminado ambas, debo decir que el proceso de lecturas paralelas fue todo un reto, debido a las no pocas diferencias entre ambas, aunque creo que disfruté cada una en su justa medida.

El cómic es extenso (mi edición es de 366 páginas) y la lectura de tantas viñetas con tipografía de tira cómica me hizo emplearme a fondo, ya que Oesterheld es muy buen escritor y no escatima palabras para lograr la atmósfera necesaria para contar una historia de ciencia ficción latinoamericana. Su lectura, evidentemente, me tomó más tiempo que ver los seis capítulos de la serie.

Por otro lado, la versión del showrunner Bruno Stagnaro, realizador de la adaptación en Netflix, si bien tiene algunas lagunas argumentales en el guion, logra llevar a buen puerto una historia tan compleja, con unos valores de producción impecables. El uso de la tecnología, los efectos especiales y el montaje final no tienen nada que envidiarle a Hollywood. Ya era hora de que la ciencia ficción televisiva en Latinoamérica, a través de los argentinos, alzara la mano y dijera: “la concha de tu madre, aquí estamos, nene”.

La sucesión de capítulos va in crescendo y, a partir del 4, es imparable. Hay momentos de gloria muy conmovedores en el 5, como cuando disparan las bengalas y celebran una victoria anticipada los de la Resistencia. El 6 tiene revelaciones que ponen los pelos de punta, y ver materializados a Los Manos, con todo y música ominosa, simplemente es espeluznante. Bastó con eso para dejarnos enganchados esperando la continuación, la cual está programada para fines de 2026 o, ya de plano, el 2027.

Y es que, en la historia del cómic latinoamericano, El Eternauta (1957) ocupa un lugar canónico: no solo como pionero de la ciencia ficción local, sino como una obra que supo anticipar, a través de la alegoría, los horrores de una dictadura militar que aún no se había desplegado del todo en Argentina. Ahora, en 2025, la adaptación audiovisual de Bruno Stagnaro retoma ese legado y lo reconfigura para una nueva generación de espectadores, con los recursos de una producción global. La comparación entre ambos formatos revela tensiones, aciertos y, sobre todo, la permanencia de una narrativa profundamente política, en donde la resistencia y la memoria son elementos clave.

En el cómic original, la nevada mortal que cae sobre Buenos Aires se convierte en el punto de partida para una historia apocalíptica colectiva. No hay héroes individuales, sino un grupo de vecinos que resisten desde lo cotidiano: arman trajes, se organizan, sobreviven. La figura del “Eternauta” (ese viajero del tiempo que relata desde el futuro) es la metáfora de un sujeto marcado por la pérdida, por el eterno retorno a una historia de lucha y tragedia. En esta estructura enmarcada, Oesterheld encuentra un modo de narrar el espanto, construyendo una épica popular sin concesiones.

En la serie, Stagnaro reinterpreta estos elementos manteniendo la nevada como punto de quiebre, pero añade nuevas capas temporales, dimensiones familiares y subtramas que se contextualizan en el presente. La Buenos Aires de la pantalla es reconocible pero fantasmagórica, con espacios urbanos congelados, casi oníricos, que evocan el trauma del pasado. La nieve, en ese sentido, puede leerse como metáfora de la represión estatal, de la desaparición sistemática y del silencio que siguió a la dictadura.

Una de las principales diferencias entre ambas versiones es el enfoque narrativo. El cómic se estructura en forma circular, que anticipa el desenlace (por algo se subtitula Memorias de un navegante del porvenir), con una voz en primera persona que guía al lector desde el inicio, con la aparición del Eternauta a un guionista, que es un trasunto del propio Oesterheld (esto queda más claro si leemos la segunda parte, publicada en 1976, poco antes de su desaparición y la de sus cuatro hijas, todas militantes de izquierda, a manos de la dictadura). En cambio, la serie opta por una narrativa más coral, introduciendo nuevos personajes y dosificando la información con saltos temporales y multiplicidad de puntos de vista, en su mayoría bien logrados, pero, como ya he dicho antes, deja algunos cabos sueltos a nivel argumental. Probablemente con la intención de tener una segunda o hasta tercera temporada (la historieta se divide en tres volúmenes).

Este giro no es menor. Implica actualizar la lectura de El Eternauta para una región latinoamericana que, aunque democrática en apariencia, sigue lidiando con las heridas abiertas del terrorismo de Estado y de las llamadas “dictaduras perfectas” (Vargas Llosa dixit). La Resistencia de la serie no es solo contra los invasores alienígenas: es contra un sistema homogeneizador que sigue produciendo desigualdad y violencia estructural. Pero como su personaje principal, Juan Salvo, Oesterheld también se volvió un Eternauta: un testigo eterno de la tragedia, alguien cuya voz viaja en el tiempo, sobreviviendo al silencio impuesto por la represión. Por eso, ver materializado en la pantalla ese momento cuando las fuerzas de la Resistencia comienzan a triunfar es tan emocionante para los espectadores: porque Argentina somos nosotros, Latinoamérica toda.

***

Ricardo E. Tatto (1984) es periodista y promotor cultural, editor y narrador. Su trabajo ha sido publicado en periódicos y revistas. Es autor de varios libros.

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