La duda sobre el niño
Guillermo Samperio
Antes de que empezara a gatear, el niño ya caminaba sobre el cable del tendedero. El abuelo recordaba que el padre del niño empezó a hablar con fórmulas de física y matemáticas antes de decir “quiero leche”. Tan importante como caminar sobre los cables era la rapidez con la que el niño subía a los postes o a las torres de alta tensión eléctrica.
Lo que la abuela no acababa de entender era cómo el niño no se electrocutaba si se movía, parado de manos, sobre los cables gruesos de más alta tensión, en especial los de las torres de la gran avenida.
Una tarde en que la familia y los vecinos miraban al niño allá, a 20 metros de altura, observaron que se empezó a formar un humazo alrededor del pequeño; luego vinieron destellos y rayos amarillos, blancos, rojos, azules, y luego una humareda en extremo enorme comparada con las dimensiones de la torre. Luego se escucharon ruidos fuertes que semejaban una reyerta; hubo un estallido y una vez que el humo se disipó no había rastro alguno del niño, digamos ni un zapatito que hubiera caído.
Algunos vecinos dicen que vieron revolotear ángeles y otros que eran cadáveres violáceos con alas. La colonia donde vivió aquel niño memorable vive dividida entre cadáveres alados y ángeles. Ya empiezan a llevar a cabo rituales. Se teme una confrontación. Los párrocos han dejado de dar misas, ya que también están divididos, contaminando las colonias aledañas. Todo ello, si crece y se le da más importancia de la que tiene (niños superdotados) advendrá un desastre. Unos hablan del Niño Ángel y otros de la Muerte Niño.
Se encuentran en medio de puras interrogaciones. La duda caerá, decía un maestro de biología que vive en la vecindad de junto, en los habitantes de la colonia; no sabrán cómo resolver los problemas de la presencia visible del Cielo y el Submundo al mismo tiempo y su enfrentamiento por estas calles y las llamas se expandieron desde un principio, lo mismo que la tremenda serenidad del final, aunque el final-final es la confrontación en la localidad terrena entre Submundo y Cielo o Más Allá, o Ninguno, sino sólo un Hecho Científico que el Niño traía implícito en su caminar los hilos, cuerdas, cables y enormes tendidos de nodales «cables» de ancho grueso sobre los que el infante se desplazaba como si fueran las reatas donde su abuela tendía la ropa para secar al viento, al sol, sin saber que ese día de la microhecatombe se secarían de súbito, pero habrá quien piense en macrohecatombe y ni usted ni yo podremos convencerlos?, reparó la abuela. ¿Sí, estupendo –dijo el biólogo– signos de interrogación solitarios y enfrentados como premonición del suceso en que se vio envuelto el infante porque no faltará quien piense que él provocó que los cables retumbaran, que la energía eléctrica se suspendiera cinco días de la primera a la última torre, cambiando cables, transformadores y otros implementos de la alta tensión; y que la zona habitacional se dividiera en Angélica o Arcangélica y Satánica o Ultratumbista? ¿La madre del niño sólo paría así, un físico matemático, primero, y luego un caminador por cables de alta tensión, ambos sin haber aprendido a caminar ni a hablar antes de los sucesos en sus mentes y cuerpos. Tal vez habría que analizar el esperma de padre y abuelo como los ovarios de madre y abuela; quizá un relámpago venido de la Constelación Casiopea se filtró en alguno de los cuatro, pero es en extremo difícil que los científicos en México se ocupen de asuntos de tan poca monta. Están más metidos en proyectos de alta rentabilidad, publicar en revistas que los hagan escalar pisos con el fin de premios jugosos y los que se van directo a empresas abiertas o cautelosas, por no llamarles secretas.
Guillermo Samperio (1948-2016) fue un escritor mexicano, publicó más de cincuenta libros en su carrera entre los cuales destacan cuento, novela, ensayo, literatura infantil, poesía y crónica. Durante más de treinta años impartió talleres literarios en México y el extranjero.
Samperio pertenece a la gran estirpe de cuentistas mexicanos. No solamente fue el escritor más imaginativo y original de su generación, él logró abrir un camino en la narrativa que estaba apenas vislumbrado por escritores de la talla de Efrén Hernández, Julio Torri y Juan José Arreola.