TUYÚ*
Me indica un lugar de la bahía en cuya arena, dice, hace años había apoyado la cabeza. “Ahí es donde se confunden las aguas del río con las del mar. Si pisamos esa juntura, estaremos formando parte a la vez de dos órdenes distintos”.
Unos flamencos comen del humedal, y el agua desnuda algunas osamentas de pájaros y de roedores, muy blancas,
“Tampoco entonces pude dejar de contemplar las aguas fusionadas y no evitaré ahora recordar la larga travesía.
No lo parece, pero hay épocas en que los espartillares que cubren las zonas bajas que las mareas inundan, se adelantan al mar o al agua, que ingresa a la bahía por los cangrejales. Como si un padre, tan quieto de continuo hubiera tomado de la mano a su hijo, y habiéndolo dejado caer ese padre a su hijo… no es raro que haya debido tolerar en silencio… la juntura en la que dos órdenes… o genealogías distintas… en su continuo discurrir… se encontraran”.
Y aún lucha a brazo partido como una nadadora que lo hubiera perdido todo menos el sentido de la orientación en la reconstrucción de un paisaje: las margaritas de los médanos, el suncho negro, las cortaderas, la lucha contra la cercanía de la muerte, las marismas inundables, la ría donde las controvertidas aguas depositan idéntica concentración de verdín y sal.
*Tuyú. El vocablo “Tuyú” significa lodo – barro blando. San Clemente del Tuyú (Bahía de San Borombón, Buenos Aires, Argentina) tiene uno de los humedales más importantes del mundo.
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CENOTE
Eran dos perros medianos, sin dueño, que se precipitaron sobre mi pantorrilla derecha que perdió pie y dejó girando sin dirección los pedales de la bicicleta, se dijo que escribiría luego, en el hotel. Pero ahora, lo que hacía era nadar y respirar punteando esa síncopa lograda, por momentos, entre la marcha de su cuerpo y la resistencia del agua. Había que aminorar la velocidad, que fue aminorada aún antes de la mordida. Gracias a eso el animal sólo clavó su dentadura fina y no arrancó la carne. Luego soltó su presa complicada y de tamaño mayor y la dejó adherida al hueso, y el gusto de la sangre no lo enloqueció porque el paladar se le había resentido por los olores artificiosos de la transpiración y de las prendas que la dentellada caló primero, recordó en tanto procuraba mantener el cuerpo firme, sin balanceo, al nadar, solo, en lapiscina limpia de agua dulce, que era el lugar donde él recordaba y presentía que escribiría eso mismo, más tarde, en el hotel. Y entonces su mirada, prisionera de una impropia vacilación de su cuerpo en el líquido, fue mirada de perro, y su alma, no.
Si para saldar una deuda cualquiera o para resguardar su vida hubiera debido señalar a ese perro, distinguirlo de entre todos los perros vagabundos que alcanza y que lo alcanzan en sus recorridas, no hubiera podido. Tendría que haberlo perdido todo, hasta la vida, por no saber reconocerlo. No lo vio. Sólo sintió el dolor y el ardor de la herida antes de ver gotear la sangre. Nadó de espaldas, suspendido, olvidado.
La idea del perro en su persecución, la ciega boca del animal cerrándose sobre una presa acaso imaginaria, no son nada al lado de la debilidad súbita y del fastidio súbito encarnados en el cuerpo que rodaba ágil sobre su bicicleta en el asfalto. Cuando se es apresado con recursos y estrategias de animal, no se piensa. El ataque sorpresivo, indiscriminado, ocurre emitido por una materia inteligente. El mecanismo del ataque y la sujeción al ataque, es perfecto; nadie podría haberlo hecho mejor que ese perro, escribiría.
Puede ser confundida la rabia, sus síntomas, con un coma alcohólico. La muerte en el fondo del vaso. Fijar en ese poso la máxima desesperación de vivir. Como si él mismo supiera de la caída y de la recaída en el alcohol, ese gusto de la sangre ahogada por las capas de ropa y de sudor de la presa en su boca de perro, controlada e inoculada por su saliva de perro.
Era necesario encontrar una manera de cerrar, de cauterizar, de apiadarse de los tejidos desgarrados. No afirmaré aquí, entre cuatro paredes –se dijo aludiendo a la límpida concavidad que lo contenía- que el perro es inocente. He andado muchos años en bicicleta, me han seguido, ladrado y evitado muchísimos perros. Éste del que hablo, en tantos años y desvíos esquivándolos, es el primero que me muerde.
Había en su voz –la que en otro momento iba a sonar escrita-, el sentimiento de haber estado buscando la zona, la oportunidad, la dentellada. De haber ido seleccionando los recorridos, afinando el olfato, endureciendo y activando las pantorrillas; suscitándose el horror de saber que se estaba procurando y al fin obteniendo, ese hallazgo, la mordedura sangrante. Así los reyes de antaño afirmaban las leyes mediante penalidades claramente establecidas, se reiteró a sí mismo en esa frase que días antes le había susurrado el I.Ching.
(De La pared / al Padre. Nouvelle, 2015. Inédito.)
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Alicia Silva Rey nació en Quilmes, provincia de Buenos Aires, y vive en Ezpeleta, partido de Quilmes, desde hace 40 años.
Publicó: La solitudine (Bs. As., CILC, 2009), (circa), Buenos Aires, Años Luz, 2014, Partes del campo (2015), Ediciones de la Eterna, Col. El carterista de Bresson, San Miguel de Tucumán- Buenos Aires, La mujercita del espejo (editada por primera vez en formato libro), Ediciones de la Eterna, Col. El carterista de Bresson, San Miguel de Tucumán – Buenos Aires, 2015; Orillos, editado en papel y como E-Book por Barnacle Libros, Buenos Aires, 2015 http://issuu.com/barnacle-book/docs/silvarey, El poder de unos límites, Buenos Aires, Barnacle, 2019.
“En las vísperas del fin del verano”, Colección Poetas Argentinas, Biblioteca de las Grandes Naciones, País Vasco, España, 2016. E-Book http://www.calameo.com/books/004541853be8997637bf2
Sus poemas han sido traducidos parcialmente al coreano, al italiano y al portugués.
Tres cuartas partes de su obra (poesía, narrativa, ensayo) permanece inédita. Reseñas bibliográficas suyas sobre poesía argentina contemporánea, circulan por distintos medios gráficos y digitales.