Dentro de una esmeralda
Por José Emilio Pacheco
Remota herencia y tradición familiar, allí estaba con sus aristas y sus planos. Opaca, dormida o traslúcida, viva al ponerla a contraluz para que revelase sus abismos, sus mares yespesuras de piedra. Un día, pasados muchos años de no verla, la reencontré al buscar unos papeles en los arcones del desván. Yo estaba solo, mi mujer y mis hijos habían salido. Acaricié la esmeralda, la puse como siempre a contraluz. Vi en su interior la miniatura perfecta de una mujer desnuda que alzaba los brazos para suplicarme que la liberase de su prisión.
Imposible reducir mi tamaño, descender a su encuentro, escalar los muros y los farallonesde roca verde. Sólo podía romper, hendir la esmeralda para rescatar a quien desesperadamente lo suplicaba. Quizá el diamante de mi anillo podía cortar la gema. Al precio de arruinar el engarce, lo desmonté con unas pinzas. Presa de un frenesí cercano a la demencia, hice muchos intentos de penetrar en el abismo de esa piedra. Cuando lo conseguí al fin, la punta agudísima del diamante cortó en dos el cuerpo de la mujer.
El tajo fue perfecto. No hubo sangre. Se escuchó el lamento más doloroso que se ha oído jamás. Entre llantos y gritos traté en vano de unir las dos mitades frágiles de la muchacha. Regresó mi familia. Al encontrarme en medio de las joyas destruidas, advirtió en mí el estallido de la locura por tanto tiempo enjaulada como dentro de una esmeralda. Al día siguiente me encerraron en esta celda verde traslúcida. Y permaneceré entre sus paredes de piedra hasta que un día alguien venga librarme con un tajo que divida en dos mitades mi cuerpo.
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Sobre las olas
Por José Emilio Pacheco
La anciana me encargó la compostura del reloj: pagaría el triple si yo lo entregaba en unas horas. Era un mecanismo muy extraño, al parecer del siglo XVIII. En la parte superior un velero de plata navegaba al ritmo de los segundos. No me costó trabajo repararlo. Por la noche toqué en la dirección indicada. La misma anciana salió a abrirme. Tomé asiento en la sala. La mujer le dio cuerda al reloj. Y ante mis ojos su cuerpo retrocedió en el tiempo y en el espacio. Recuperó su belleza —la hermosura de la hechicera condenada siglos atrás por la Inquisición —, subió al barco de plata que zarpó de la noche y se alejó del mundo.
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José Emilio Pacheco (1939-2014) fue un destacado escritor mexicano que publicó poesía, crónica, novela, cuento, ensayo, crítica literaria y traducción.