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Domar a las bestias

Lo único que tenía que hacer esa mañana era comerse ese mango maduro que la llamaba desde el frutero. Lo demás no dependía de ella, aunque sostenía una aguda sensación de ansiedad y molestia, sabía que el resultado de esa negociación ya estaba en manos de otros. Sabía también que debía concentrarse en habitar el […]

Se sonrió, se miró al espejo y sintió la alegría de su cuerpo autónomo y fuerte

Por Alicia Eugenia Segura / 5 de julio de 2025

Lo único que tenía que hacer esa mañana era comerse ese mango maduro que la llamaba desde el frutero. Lo demás no dependía de ella, aunque sostenía una aguda sensación de ansiedad y molestia, sabía que el resultado de esa negociación ya estaba en manos de otros. Sabía también que debía concentrarse en habitar el momento presente para no desatar a las bestias que dan patadas en su estómago y murmuran ideas neurótico paranoides en su mente. Sobre todo, sabía que si les abría mínimamente una posibilidad, su fuerza y estrategia derrumbarían las suyas como una avalancha de lava ardiente.

Se deleitó con el mango mientras repetía una melodía boba como autómata. Lavó los platos sucios. Quitó el polvo de las estanterías y puso la lavadora. Finalmente se sentó a leer una novela mala, un primer esbozo de crítica negativa podía ser suficiente para desatar la tormenta, esa donde su voz se imposta en todos sus enemigos, en ese concejo de escrupulosos super yós que le juzgan hasta la uña mal esmaltada.

Se sonrió, se miró al espejo y sintió la alegría de su cuerpo autónomo y fuerte, de su gesto de seguridad y confianza, se pasó el hilo dental y luego se cepilló los dientes, suave, cariñosamente. Buscó otro libro y se recostó en la cama, sobre el edredón morado que tanto le gustaba, encendió la lámpara y empezó a leer, a gozar de ese recurso interior que la surtía de sensaciones de plenitud, se instaló en la satisfacción de la dicha.

Entonces sonó el teléfono, número desconocido, sabía que tenía que contestar, que era importante, pero una lentitud de piscina al moverse la paralizó en un gesto de caída, un gesto patético de bailarina Butoh, un dolor que pesaba como el cemento le enredó las piernas, habían llegado, azotando con agujas sus ojos encendidos.

Eran ellas, jalando desde el esternón hasta los pensamientos más dulces para obligarlos al juicio sumario y ontológico del deber ser, abriendo implosivas la compuerta de la bilis estancada para inundar su sangre con esa amarga sensación que le quemaba hasta los dientes, todo o nada, exigiendo cuentas como un asesino que se justifica en nombre de dios.

Cerró los ojos, sintió el ardor y se permitió el placer, las dejó embestir con los clásicos pensamientos de vergüenza y nunca serás suficiente y de todo tienes la culpa maldita tú, las bestias, instauradas desde el principio de los tiempos para mantener a las mujeres a raya, sumisas, avergonzadas, titubeantes.

Cada uno de sus días, con una disciplina férrea y sin tregua, se había preparado para este momento, dominaba el arte de la respiración, de la hiperventilación, la contracción muscular y el dolor abstraído, sorteaba las trampas que la seducían con pseudo cariños por su abnegación, las evadía con increíble ignominia, usaba los senderos complejos y no autopistas, era, pues, una experta en el arte de incomodarse.

Cerró los ojos, apretó uno a uno los músculos de su cuerpo para después quebrantar los huesos, suave, sonoramente, respirando acompasada, deleitándose con la mezcla del fuego y el agua, observando con distancia como se distendía la sustancia, cómo se liberaba una mueca alegre desde el plexo solar hasta las comisuras de los labios, sonrió inmensamente y el universo tuvo sentido, sonrió cada célula de su cuerpo, sonrieron el agua y la sal, todo era perfecto. Las bestias estaban derrotadas.

———————————

Alicia Eugenia Segura nació en la Ciudad de México, es poeta, crítica, ensayista y articulista de varios medios nacionales e internacionales. También es editora y autora de libros. Apasionada indómita de la filosofía y la filosofía del lenguaje, escribe también periodismo cultural y de investigación.

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