En la última semana, una nueva polémica ha sacudido las redes sociales y los medios nacionales: la supuesta venta de la Virgen de Guadalupe, cuya imagen reside en la Basílica de Guadalupe, atribuida al cardenal Norberto Rivera. Con titulares sensacionalistas, algunos medios buscaron atraer clics, aprovechando la devoción y el simbolismo que esta figura representa para millones de personas. Pero, ¿qué hay de cierto en estas afirmaciones? ¿Cuál es la historia detrás de los intentos de comercializar esta venerada imagen católica?
El revuelo comenzó tras la transmisión del programa “Largo Aliento” en Youtube, conducido por la periodista Sabina Berman. En el episodio, Rubén Ruíz Guerra, investigador de la UNAM, y Bernardo Barranco, socólogo especializado en creencias religiosas, discutieron el simbolismo y el impacto económico de la Virgen de Guadalupe. Durante la conversación, Ruíz Guerra afirmó que, en 2003, Norberto Rivera otorgó una concesión comercial de la imagen de la Virgen por 12.5 millones de dólares a empresarios japoneses. Aunque la transacción fue revertida, esta declaración reavivó el debate sobre la comercialización de este símbolo religioso.
Una historia de controversias
De acuerdo con datos periodísticos, la mercantilización de la Virgen de Guadalupe no es un capítulo nuevo en el vasto libro de la devoción mexicana; es más bien una página recurrente, escrita con las tintas del fervor religioso y las oportunidades económicas. La Virgen, un símbolo profundo y omnipresente en la cultura nacional, ha trascendido su papel espiritual para convertirse en un ícono que genera dividendos: su imagen adorna desde veladoras y calendarios hasta productos de consumo masivo y campañas de turismo religioso. No obstante, esta dualidad de fe y mercado provoca inevitables tensiones: ¿hasta qué punto la espiritualidad puede coexistir con el lucro sin desdibujar su esencia? Leásmolo de una vez.
Un episodio que ilustra este dilema ocurrió en 2002, cuando Wu You Lin, un empresario con visión pragmática y audaz, registró la marca de la Virgen de Guadalupe ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) por la módica suma de poco más de 2 mil pesos. Esta maniobra le otorgó derechos exclusivos para comercializar la imagen durante diez años, lo que supuso un golpe maestro en el tablero del capitalismo simbólico. Sin embargo, el registro desató una tormenta de indignación: ¿cómo osaba un particular apropiarse de lo que pertenece al imaginario colectivo, al alma del pueblo? La controversia obligó a la Basílica de Guadalupe a intervenir; adquirieron los derechos y los transfirieron a un tercero, cerrando el capítulo con la caducidad de estos en 2012, momento en el que la imagen volvió a ser, oficialmente, patrimonio público.
Según lo que dijo Bernardo Barranco en e programa, ahora la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público otorga a la Virgen un carácter de “bien nacional y colectivo”. Esto implica que ni individuos ni instituciones privadas pueden explotar su imagen con fines lucrativos, un marco que también se extiende a la Basílica de Guadalupe, reconocida como un patrimonio histórico y artístico.
Aquí reside el centro del debate: la tensión entre lo sagrado y lo mercantil, entre el fervor popular y la lógica de mercado. En el México contemporáneo, donde la devoción convive con la mercadotecnia, la Virgen de Guadalupe se alza como un símbolo que no solo consuela al creyente, sino que también desafía las fronteras entre lo eterno y lo transitorio, entre lo inmaculado y lo comercial. En palabras de Monsiváis, “la Guadalupana no solo bendice, también factura”. Y en ese delicado equilibrio, la fe sigue siendo la moneda más valiosa.
La reciente polémica sobre la supuesta venta de la Virgen ilustra cómo el sensacionalismo puede distorsionar los hechos para generar controversia. Si bien la concesión comercial mencionada por Ruíz Guerra es un hecho histórico, la manera en que algunos medios presentaron la información generó confusión y alarma entre los fieles.
Es importante aclarar que la imagen de la Virgen de Guadalupe y su recinto no son propiedad privada ni pueden ser vendidos. Su estatus como patrimonio cultural y religioso impide que terceros las exploten sin regulación. Sin embargo, el intento recurrente de monetizar esta figura refleja las tensiones entre la fe, la cultura y el mercado.
Su significado cultural
La figura de la Virgen de Guadalupe trasciende el ámbito religioso para convertirse en un emblema cultural y nacional. Su culto data del siglo XVI, cuando, según la tradición, se le apareció al indígena Juan Diego en el Cerro del Tepeyac. Desde entonces, ha sido un símbolo de resistencia, unidad y fe para los mexicanos. Durante la Guerra de Independencia, su imagen fue utilizada como estandarte por Miguel Hidalgo y otros insurgentes, consolidándola como “La Patrona de México”.
Cada 12 de diciembre, día dedicado a su celebración, millones de personas peregrinan al Tepeyac, convirtiendo a la Basílica en uno de los centros religiosos más visitados del mundo. Esta devoción también ha sido objeto de análisis académico, que busca entender su impacto en la identidad y cultura mexicanas.
La Virgen de Guadalupe no solo es un símbolo de fe, sino también un espejo de la sociedad mexicana. Más allá de los prejuicios religiosos o irreligiosos, su historia y su uso en distintos contextos revelan cómo el patrimonio cultural puede ser objeto de debates económicos, políticos y sociales.